El cambio climático y la presión pesquera amenazan el suministro de omega 3
Un estudio del ICM-CSIC apunta a una caída del 60% de este nutriente en la pesca local entre 2000 y 2023

El calentamiento del mar y la sobreexplotación de las poblaciones pesqueras han reducido drásticamente la disponibilidad de ácidos grasos omega 3 en el Mediterráneo, con implicaciones directas para la salud de las personas y de los ecosistemas marinos. Son las principales conclusiones a las que llega un estudio publicado en la revista Food Policy, coordinado por el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) y financiado por el Fondo Europeo Marítimo y de Pesca (FEMP), que constata un descenso de más del 60, de este nutriente esencial entre los años 2000 y 2023. El estudio, elaborado por biólogos marinos y médicos, ve urgente preservar la pesca local como fuente clave de salud y seguridad alimentaria.
La investigación, iniciada en 2018, ha analizado el perfil lipídico de 3.000 ejemplares de 36 especies capturadas en puertos gerundenses. Los resultados muestran que el suministro de Omega-3, esencial para la salud de las personas y excelente indicador de la salud de los organismos marinos, ha pasado de 15 toneladas anuales en el año 2000 a 6 en 2023, una caída de más del 60%. “Es la primera vez que cuantificamos este bajón en el Mediterráneo, -ya detectado en otros lugares- y los resultados son preocupantes”, destacan Mar Vila y Sebastian Biton-Porsmoguer, biólogos y coautores del estudio. “El cambio climático y la presión pesquera han reducido las poblaciones de peces tradicionales y su capacidad de aportar Omega-3”, afirman.
Las especies más afectadas son las de aguas templadas y frías, sardina, anchoa, merluza o caballa. A sus poblaciones, mermadas por la sobrepesca, también las perjudica el calentamiento del mar, que altera el funcionamiento de los ecosistemas y dificulta su recuperación. Según los científicos, a pesar del aumento de capturas de especies originarias de aguas más cálidas que ya están en el Mediterráneo, como la alacha o la gamba blanca, su aporte de omega 3 no compensa las pérdidas globales. El peso de estas en aporte de omega 3 ha pasado de ser el 3% del total al 27%, pero el balance sigue negativo. “El problema no es sólo la cantidad de pez capturado, también la composición de las capturas. Las especies que prosperan con el cambio climático no pueden sustituir el valor nutricional de las que están en retroceso”, indica el investigador del ICM-CSIC y coordinador del estudio, Josep Lloret.
En los 23 años analizados, peces pelágicos como la sardina y la anchoa fueron los principales proveedores de omega 3 local, con el 89% del total de omega 3 desembarcado. Demersales como la merluza o el rape representaron un 10%, y crustáceos y cefalópodos como gambas y pulpos sólo el 1%.
Según las autoridades europeas garantes de los recursos pesqueros, en 2023 sólo dos de las diez especies evaluadas en el Mediterráneo noroccidental se explotaban de forma sostenible. Aunque se han recuperado stocks, la situación sigue crítica y sólo una de cada diez se pesca de forma sostenible y goza de buena condición. Esto, sumado a la reducción de la producción de omega 3 por parte del fitoplancton por el calentamiento del mar que repercute negativamente en toda la cadena trófica hasta llegar a los peces, compromete la autosuficiencia futura de este nutriente en el Mediterráneo.
Las recomendaciones dietéticas internacionales apuntan una ingesta diaria de 250 a 500 mg de EPA y DHA, los dos principales ácidos grasos omega 3 de origen marino. Las reales ni se acercan y con el descenso del suministro local, auguran los científicos, “cada vez será más difícil cubrir estas necesidades”. Los médicos del estudio, Ángel Izquierdo y Joan San, advierten: “Estamos ante un reto de salud pública. La falta de omega 3 puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, algunos tipos de cáncer y problemas neurológicos”.
Ante este escenario, los científicos proponen reforzar la gestión pesquera para recuperar poblaciones locales y fomentar el consumo de especies infrautilizadas de gran valor nutricional, como la alacha o la anjova. También aprovechar mejor los subproductos ricos en omega 3 –cabezas e hígados- y priorizar el consumo de pescado en lugar de destinarlo a harinas y aceites para la acuicultura. “Si queremos garantizar el acceso a Omega-3 de calidad, debemos diversificar el consumo de especies y aprovechar al máximo los recursos pesqueros locales. Depender de importaciones no es sostenible ni deseable”, concluyen. Además, aunque algunos vegetales como nueces o semillas de lino aportan omega 3, “su forma es menos efectiva para la salud”, aseguran.
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