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flotilla a gaza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La flotilla a Gaza y lo “woke”

Las incidencias de las embarcaciones y la presencia de Greta Thunberg y Ada Colau dan pie a que los nacionalistas de derechas se vuelquen a ajustar cuentas con la izquierda catalana

Flotilla a Gaza
Francesc Valls

La partida de la flotilla con ayuda humanitaria a Gaza ha dado rienda suelta a los instintos de esa derecha extrema que tiene en Cataluña un creciente caladero de votos. El retorno reiterado de embarcaciones al puerto de Barcelona y el fondeo para reparaciones en Menorca han sido guindas de lujo para edificar un sainete. La presencia de la activista medioambiental Greta Thunberg, de la exalcaldesa Ada Colau y de ciudadanos de más de cuarenta nacionalidades ha brindado el cóctel perfecto para constituir el paradigma trumpista de lo “woke”. Vedetismo frívolo sazonado con supuestas conexiones con el terrorismo de Hamás.

Todos los ingredientes para que nacionalistas de derechas catalanes y españoles hayan volcado su bilis argumentativa incluso con cierta inteligencia, pues aun siendo contrarios a la Agenda 2030, se han preocupado de hacer constar en las redes sociales la escasa calidad ecológica de la flotilla (con embarcaciones de segunda mano) que, sin duda y pase lo que pase, tendrá un impacto medioambiental algo menor que las 78.000 toneladas de bombas lanzadas por Israel sobre la franja y que equivalen a las que recibieron Dresde, Londres y Hamburgo, durante toda la Segunda Guerra Mundial.

Claro que quien da ese dato no debe ser muy de fiar: es el médico Pedro Arcos, especialista en salud pública en emergencias complejas como asesor de la ONU y de la Organización Mundial de la Salud, entidades todas ellas sospechosas –a juicio de la nueva Inquisición– de colaborar con el terrorismo islámico.

Decía Alfonso Guerra, en el buen sentido de progreso, claro, que al final del mandato socialista a España no la iba a reconocer ni la madre que la parió. Lo mismo es aplicable a la Cataluña del procés respecto a la actual, con el procés finiquitado. En 2017 la derecha independentista se manifestaba por las calles de Cataluña al grito de Volem acollir o Casa nostra. Casa vostra. En una muestra de ecuménica integración, el entonces president, Carles Puigdemont, se ofreció a Bruselas para acoger a 4.500 refugiados en Cataluña. Ahora a algunos de esos hombres y mujeres de corazón abierto solo les queda –a juzgar por lo que vierten en redes sociales– lucir capirote blanco y colocar cruces ardientes frente a los barrios de inmigrantes procedentes de países musulmanes o locales que acogen a los menores no acompañados.

La salida de la flotilla para Gaza, que tiene como cómplices más o menos activos a comunes, Esquerra Republicana, CUP y socialistas, ha dado pábulo a todo tipo de falsedades. Se ha mentido reiteradamente en X, explicando que Greta Thunberg cuenta con una fortuna de 18 millones de dólares, nueve coches y seis mansiones, con unos gastos mensuales de 100.000 euros a costa de la Open Society de George Soros, un millonario –por cierto– de origen judío. O que Ada Colau vivía durante su estancia en Italia en una villa romana –pagada por el socorrido Soros– con Óscar Camps, de la ONG Open Arms, ese a quien el extremista Santiago Abascal quiere hundir el barco.

Mientras, Benjamín Netanyahu sigue despreciando a la Corte Penal Internacional y presenta su orden de arresto como una conspiración, como si de una nueva versión de Los Protocolos de los Sabios de Sión se tratara. El hecho de que Israel sea una democracia homologable no impedirá que trate a los integrantes de la flotilla como “terroristas”, según ha avanzado el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, quien a golpe de severidad da que pensar sobre la inocuidad de la flotilla.

Ascienden ya a más 63.000 las víctimas mortales del continuado ataque israelí a Gaza. Nos perdemos en disquisiciones sobre si la izquierda es o no de salón. Nos convertimos en especialistas en navegación marítima y expertos en terrorismo islámico internacional para desprestigiar una iniciativa mientras la principal asociación mundial de Expertos en Genocidio (IAGS) considera que Israel –ese pequeño país, faro del nacionalismo conservador catalán y ahora también de la extrema derecha española– está cometiendo ese delito en la Franja de Gaza: con la colaboración entusiasta de Estados Unidos y ante la pasividad cómplice de una Europa que ni está ni se la espera.

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Sobre la firma

Francesc Valls
Periodista desde los setenta en 'Mundo Diario' y 'Diario de Barcelona', aterrizó en EL PAIS en 1983, después de licenciarse en Historia y Ciencias de la Información. Trabajó en las áreas de enseñanza, religión –en épocas de San Juan Pablo II– o Quadern hasta que recaló para larga estancia en política catalana. Desde 2016, observador externo.
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