El musical que cuenta la historia del género que sedujo a Bad Bunny y Rauw Alejandro: “Muy poca gente sabe realmente donde nació la salsa”
El espectáculo ‘Sonido bestial’ retrata los orígenes de los ritmos que llegaron a Nueva York de la mano de inmigrantes latinos


A mediados de los años 60, dos jóvenes músicos puertorriqueños, Ricardo Morales y Bobby Cruz, se juntaron en las calles de Brooklyn (Nueva York), para construir uno de los legados más importantes en la historia de la música latina. Maldonado, conocido como Richie Ray, había estudiado en el prestigioso Julliard, pero, junto con Bobby Cruz, decidió cambiar las sonatas de Bach y Mozart por el montuno, el patrón musical que marca el piano en la salsa. Ambos compusieron Sonido bestial, una canción que supuso un punto de quiebre en el legado musical de la música latina. La sala Paral·lel 62 de Barcelona acogerá el 24 de septiembre un musical con el mismo nombre, que retrata la historia de la salsa desde sus raíces en la isla de Cuba, pasando por su impresionante boom en la década de los 60 y 70 en la ciudad de Nueva York de la mano de inmigrantes de puertorriqueños, dominicanos o cubanos. Un estilo en auge en últimos años, de la mano de artistas como Bad Bunny, Nathy Peluso o Rauw Alejandro, que han encontrado en la salsa una forma de volver as sus raíces, o incluso, una reivindicación política.
“Todo el mundo la conoce pero muy poca gente sabe realmente donde nació; la salsa viene de la influencia del son cubano junto con el chachachá y el mambo, eso después llega a Nueva York y se transforma” explican el bailarín Julio Nápoles junto a Sebastian Ibarra, creador del musical. Aunque la salsa es, en su raíz, música cubana, a mediados del siglo pasado, músicos como Chano Pozo, Machito, Arsenio Rodríguez, Félix Chapotín o Mario Bauzá exportarían los géneros populares cubanos como el mambo, el son, la guaracha o el chachachá hacia Estados Unidos, en donde se mezclarían con otros géneros caribeños y el jazz, hasta convertirse en lo que hoy se conoce como salsa, explica Ibarra.
El musical cuenta la historia de un bailarín cubano devenido en zapatero en la ciudad de Nueva York. “No es un personaje específico pero representa un poco el inmigrante latino que llega a Estados Unidos y se tiene que buscar la vida”, explica el director. Ambientado en pleno auge de la salsa, durante la década de los 70, el zapatero y su hija deben rehacer su vida en una ciudad nueva en pleno furor musical. El espectáculo incluye coreografías de danzas como la rumba cubana, el jazz el son o la salsa y una treintena de clásicos del género como Mambo gozón, Anacaona, Quimbara, El cantante o Pedro Navaja.

En la Nueva York de los 70, cientos de inmigrantes latinos que acudían por las noches divertirse y a bailar en discotecas como El Corzo, Cotton Club o Palladium. Ahí, a la par de la música de artistas como Celia Cruz, Tito Puente, Héctor Lavoe o Eddie Palmieri, se empezó a gestar una escena de baile dominada por inmigrantes latinos. Bailarines como Eddie y María Torres, Cuban Pete y Millie Donay, The Cha-Cha Aces o Ernie Ensley contribuyeron a desarrollar una forma de bailar salsa.
“La idea es que los asistentes puedan conocer sobre las raíces y la historia de un género, más allá de músicos o bailarines, lo que queremos hacer es seguir popularizando la salsa”, explica Ibarra, quien se muestra sorprendido del auge que ha conocido el género en los últimos años.
Además de Nápoles e Ibarra, el elenco cuenta con una quincena de bailarines entre los que se encuentran Triana Doce, Maite Ruiz, Sara Fresneda, Breyner Ramírez, Diana Trujillo, Martín Salgado, Zenaida Carbonell, Juan Manuel Sánchez, Jorge Infante, Anna Navarro, Manuela Fernández, Rubén Fernández, Meritxell Defez, Tati Fernández, Ivonne Cabu, Silvio Leroy, Laia Molins. A ellos se suma la música en vivo de Alberto Muguercia, Oriol Martínez, Joan Buquet, Lester Acosta, Carlos Egar Lorie, David Jacome, Diego Coppinger, Néstor Castellanos, Sheila Greter y Dorian Planas.

De la mano de la discográfica Fania, y gracias a algunas de las giras del conjunto de estrellas del sello, la Fania All Stars, la salsa se exportaría a lugares como el Congo o Japón. Bajo nombre salsa se incluyeron los géneros musicales bailables latinoamericanos que millones de personas escucharían en ciudades latinoamericanas como Caracas, Ciudad de Panamá, Cali o Lima, que terminaron apropiándose del género para darle una identidad propia, a veces, incluso con letras de reivindicaciones políticas o sociales que van más allá del baile o la diversión. “Hazme la maleta mamá, yo me voy de Nueva York, yo me regreso a mi tierra que allá la cosa es mejor”, dice el coro de una de las canciones del panameño Rubén Blades.
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