Muere Eddie Palmieri, leyenda de la salsa y pionero del jazz latino, a los 88 años
El artista ganó en 1976, junto a Lalo Rodríguez, el primer Grammy por un álbum del género tropical


Se apaga uno de los pioneros del jazz latino. Eddie Palmieri, cerebro y corazón de decenas de agrupaciones de salsa, ha fallecido este miércoles a los 88 años en su residencia de Nueva Jersey tras una prolongada enfermedad, según ha confirmado su hija Gabriela. El pianista neoyorquino de raíces puertorriqueñas, apodado el “loco de la salsa”, fue uno de los primeros en incursionar en la fusión entre el jazz, el mambo y el chachachá, definiendo un nuevo género que cautivó durante los setenta a la crítica y a los aficionados junto con artistas como Johnny Pacheco, Celia Cruz, Tito Puente, Cheo Feliciano y Ray Barreto. Palmieri obtuvo en 1976 el primer Grammy a la música latina, un género que hoy ha logrado derribar las barreras lingüísticas para convertirse en un fenómeno global.
Palmieri fue uno de los pilares que catapultaron al género a un nuevo nivel. Lo hizo con más de 2.500 conciertos desde 1974, el primer año que tocó en Europa. Después dio el salto a Oceanía y Asia, donde vio de primera mano cómo los ritmos afrocaribeños conectaban con el público en los cinco continentes.
El artista solía calificar el jazz latino una “fusión del siglo XXI”. Una fuerza de huracán detrás del teclado, el músico solía teorizar con la fórmula de su sonido único. Esta, explicaba, tomaba como base para la sección rítmica un compás de 8/8 prestado por la música africana, al que se le modificaba el pulso mientras se combinaba con ritmos cubanos. “Lo que a mí me intriga es hacer capas de armonías del jazz con esos patrones”, dijo en una entrevista hace años.
Palmieri se consideraba, en el fondo, un percusionista. Esta pasión puede apreciarse bien en los arreglos que hizo para El rumbero del piano (1998) o Mambo con Conga es Mozambique (1964), un álbum que sonó poco en Estados Unidos porque las radios consideraron que sus ritmos coqueteaban peligrosamente con el comunismo.
Nacido en el este de Harlem (Nueva York) en diciembre de 1936 en una familia emigrada desde Ponce, Puerto Rico, de padre electricista y madre costurera, Palmieri comenzó su educación musical casi tan pronto como la formal. Su madre, gran aficionada a la música, procuró que su hijo menor recibiera lecciones de piano desde los ocho años, siguiendo el ejemplo de Charlie, el primogénito de la familia. Las clases en el Carnegie Hall llegaron hasta que fue adolescente.
Cinco años más tarde, los hermanos Palmieri se desenvolvían ya con soltura entre las orquestas de Harlem y el Bronx. Su primera agrupación fue Chino y sus Almas Tropicales, liderada por el tío de los muchachos, y donde Eddie aporreaba los timbales, un instrumento clave para que el artista pudiera entender la tensión rítmica entre las partes de un conjunto musical. “Siempre que toco un solo en el piano, entrego la base a uno de los percusionistas para que nos podamos sincronizar”, explicaba Palmieri en una entrevista.
Con 15 años de edad cambió las percusiones por el piano y se sumó al vocalista puertorriqueño Joe Quijano para fundar su primer grupo. Era entonces la década de los cincuenta y en los bares de Nueva York podían escucharse los sonidos de exploración de jazzistas como Miles Davis, Thelonious Monk y McCoy Tyner, a quienes Palmieri citó como inspiración.
No obstante, su mayor referente fue Tito Puente. El titán de la música latina incorporó en el piano en 1954 a Charlie Palmieri, nueve años mayor que Eddie, y quien había estudiado música en Juilliard. Eddie orbitó cerca de su ídolo en esa década, pero tuvo la oportunidad de grabar Masterpiece junto a Puente meses antes de que este falleciera en una operación a corazón abierto en junio de 2000. El deceso frustró una gira de ambos.
Con 25 años, Eddie fundó La Perfecta, un grupo que conoció el éxito rápido y al cual le bastaron siete años para cambiar el curso del nuevo género. En El Sonido Nuevo (1966) Palmieri exhibió algo de su innovación sonora junto al vibrafonista Cal Tjader, quien ya era un conocido exponente del jazz en la Costa Oeste. El álbum fue bien recibido por la crítica, por lo que la dupla firmó un año más tarde otra selección de temas, reunidos en Bamboléate.
La prensa destacaba, en especial, la audacia de La Perfecta, que incorporó trombones a la sección de viento, con lo que consiguió nuevas texturas que los diferenciaron de conjuntos más tradicionales que seguían apostando por la trompeta como instrumento principal. El éxito del grupo, formado por Manny Oquendo en los timbales; Tommy Lopez en las congas, Barry Rogers en el trombón, Ismael Quintana en las vocales y George Castro en la flauta, los consolidó en la escena nocturna de Nueva York. Durante un lustro fueron un acto fijo cuatro veces a la semana en el famoso Palladium.
Sin embargo, no se ciñeron a ser músicos de club nocturno. Conquistaron asimismo las ondas radiales con Azúcar, una sabrosa descarga de nueve minutos que llegó a reproducirse íntegramente en las estaciones de jazz de la ciudad. En ella puede escucharse cómo Palmieri toca un son montuno con una mano mientras improvisa con la otra. El tema de 1965 fue incorporado en 2009 a la Biblioteca del Congreso por ser una de las grabaciones más importantes del país.
Today, Fania Records mourns the loss of the legendary @EddiePalmieri, one of the most innovative and unique artists in music history.
— FANIA RECORDS (@Faniamusic) August 7, 2025
He will be greatly missed. pic.twitter.com/GN6wQpehL8
La emblemática disquera Fania ha despedido este miércoles a Palmieri, a quien ha considerado uno de los artistas “más innovadores y únicos” de la historia. No se trató de un tributo, sino de la despedida de un músico que formó parte de la leyenda del sello que impulsó a la salsa a nivel internacional. El pianista grabó Champagne (1968) junto a Cheo Feliciano, un álbum que sirve de testigo al salto del mambo a la salsa en Nueva York. En el grupo utilizado para ese disco destaca en el bajo Israel Cachao López, otra gran figura de la música latina, quien estaba recién llegado a la ciudad.
Champagne fue el inicio de una muy celebrada época creativa para Fania. Al álbum le siguieron Justicia (1969), Superimposición (1970) y la que es considerada una de sus obras maestras, Vámonos pa’l Monte (1971), donde Palmieri y sus músicos llegan a uno de los más altos puntos de innovación y ambición sonora. El tema que da nombre al disco es considerado un clásico del género, y su letra, escrita por Ismael Quintana, está cargada de mensajes políticos y contra la injusticia, otra característica de la música latina. “De todas las canciones que grabé con él (Palmieri), esta fue la más influyente. Se tocaba y era pedida en prácticamente cualquier punto de Latinoamérica al que íbamos”, recordaba Quintana, fallecido en 2016.
El paso de Palmieri por Fania fue breve. El músico tenía una reputación de difícil y de estar “loco” por buscar imponer su visión artística sobre todas las cosas, un punto que podía ser extenuante para los productores y los dueños de los sellos. Protagonizó un encarnado conflicto con Morris Levy, un polémico ejecutivo de la disquera Tico investigado por el FBI por sus vínculos con la mafia. La tensa relación hizo que Levy entregara los negocios que tenía con el músico puertorriqueño a un sello menor, Coco. La empresa también tuvo muchos desacuerdos con Palmieri, quien se negó a grabar música nueva para ellos por tres años.
De la breve relación con Coco, no obstante, salió Unfinished Masterpiece. El álbum, muy celebrado y que ha sido reeditado en vinilo tras medio siglo, lo hizo merecedor de uno de los diez premios Grammy que ganó en vida (fue nominado en 14 ocasiones). El más importante de estos galardones fue quizá el primero, en 1976, por The Sun of Latin Music, que se llevó por la categoría recién creada, Grabación latina.
Su papel dentro de la Academia de la Grabación fue relevante. Fue durante varios años uno de los gobernadores de la institución en Nueva York, desde donde empujó para dar mayor reconocimiento a los exponentes latinos. En 1995 logró que los Grammy premiaran al mejor álbum de jazz latino. La categoría fue eliminada en 2011, lo que provocó una aireada reacción de Palmieri, quien calificó la maniobra en una carta como un “acto de marginación”. La Academia corrigió el rumbo al año siguiente.
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