El súper, ese extraño refugio en el que puedes encontrar hasta la felicidad
“Es una de las fantasías capitalistas mejor conseguidas, en la que puedes vivir a tope la ilusión de la abundancia”, explica el director de El Comidista


En verano, te salva del calor. En invierno, te protege del frío. Y ahí nunca te sientes solo: es el supermercado. Toni lo ha redescubierto. Padre de edad avanzada, pocas veces ha ido a comprar allí para la familia. Él va más al mercado, que es algo que cuadra con el hecho incontestable de que a los hombres les parece que están salvando el mundo y haciendo que el planeta avance solo porque un sábado por la mañana van a comprar tomates. Y siempre es más auténtico hacerlo en un mercado. Toni ha redescubierto el supermercado por una cuestión práctica: compra en él la comida envasada que consume en el trabajo. No va a ligar. Eso que dicen que hace gente que conoce las señales: poner una piña boca abajo en el carrito de la compra entre las 19:00 y las 20:00 horas.
Para Ana, su fascinación son los productos de limpieza. Queda abducida por los bajos precios de jabones y estropajos del Lidl. Su ansiedad laboral, familiar y tecnológica se queda en suspenso cuando entra en el Lidl. No está muy ordenado y el pollo tiene una pinta fatal, pero es feliz. Entonces deja de mirar el móvil y compra, lo que necesita y lo que no necesita. Nunca con el carro. Siempre todo entre los abrazos para no acabar comprando media tienda. Y tras la compra, por la noche, se engancha a las redes sociales que muestran comparativas de productos. Eso sí, siempre vuelve al Dia porque es garantía de tener tomate frito Solis.
La felicidad está en el supermercado. Lo dice Toni, pero también Carola, que en 2021 ya visitó esta crónica. Hace años que esta igualadina acude a la tienda Ikea en la Gran Via de L’Hospitalet y se hace fotos que cuelga en Instagram. Pero no todo son suecos en su vida. “Me encanta ir al súper, a los lugares en los que hay mucha gente. Me encanta sobre todo la época de Navidad y hacerme fotos con los ferreros. Para mí, empieza la Navidad cuando llegan estos bombones al supermercado. Y otra de las cosas que me encanta y que hacía cuando mis hijos eran pequeños, era esconderme detrás del lineal y darles sustos o los perdía expresamente y los hacía llamar por megafonía. Nos lo pasábamos muy bien. Creo que es un buen lugar para disfrutar”. Para Carola hay algo todavía mejor: “Cuando viajo, me encanta visitar supermercados, me da igual el país que sea. En Estados Unidos, por ejemplo, estoy fascinada de los productos de tamaños inmensos: los galones de leche, sacos de arroz, botes de mayonesa Hellman de cinco kilos”.
A la experta Cristina Pérez, responsable de innovación y comercio de Kantar, le parece que asociar el concepto de felicidad a la compra “es raro”. Y es de las que opina que estos negocios deben mejorar mucho para poner al comprador en el centro. “Es tener surtido lo que te da la felicidad, la capacidad de poder escoger. Para poder romper la inercia del comprador, hay que hacer cosas chulas y atreverse a innovar en el lineal. El 90% del tiempo que pasamos frente a ese lineal, lo pasamos buscando”. Pérez apuesta por ayudar cada vez más al cliente: la sección de vinos podría aconsejar a través de pantallas a elegir el vino en función de lo que quieres cocinar: “El tiempo en que estás tiene que ser de calidad”.
“Yo pensé que éramos muchos, gente que cuando viaja va a los supermercados, a los ultramarinos, al mercado”. Por eso, Laura Pérez, experta en muchas cosas, abrió su cuenta The supermarketsouvenir en Instagram: “Prefiero llevarme de París un buen queso o un chocolate que una Torre Eiffel”. Para algunos consumidores, hacer la compra es una tarea más, otros disfrutan porque “trabajan” por su bienestar o el de sus familias. “Además, debemos pensar que para muchas personas mayores es un momento de socialización y de conversación. Hay otro tipo de comprador, el “cazador de ofertas”, al que le genera una gran recompensa el hacer la compra obteniendo promociones, y es capaz de visitar hasta cuatro o cinco establecimientos diferentes en busca del producto o marca que quieren al mejor precio”, explica Ángeles Zabaleta, experta de Nielsen.
Monique, desde Valencia, cuenta en las redes que Mercadona es como Disneyland con “todo lo que necesitas por menos de 10 euros”. Mi compañera Clara Blanchar jura que se identifica “cienporcien” con esta fan del TikTok. Lo suyo con Mercadona, confiesa, es “un placer culpable” que practica “solo en el de La Bisbal (Girona) y en solitario, a escondidas”. “Lo de la litrona de champú por uno veinte es imbatible si compartes casa con un montón de gente y adolescentes que se duchan treinta veces al día”. “Te piden una máscara de pestañas, gomina para el clean look [una cola con el pelo raya en medio y repeinao] y tres botes de la skin routine de los cojones y con 15 euros lo tienes todo”. Eso sería lo confesable. Porque como le dé por hacer pasillos sale cargada: “Con el rollo de que es barato, caen fijo un kefir de coco por aquí, unos ganchitos de 0,70 por allá... y el Vinho Verde Castelo de Moinhos que da el pego por 2,60”.
“Mucha gente ve su paso por el supermercado como una condena, y ciertamente lo es cuando estás cansado, estresado, vas con poco tiempo o es Navidad y suenan villancicos por los altavoces”, explica Mikel López Iturriaga, director de El Comidista. “Pero fuera de esos contextos —prosigue—, yo me podría pasar horas en ellos mirando productos, comparando calidades, escandalizándome con los precios o alegrándome con las ofertas. Un buen supermercado, de esos bien surtidos con millones de marcas, es una de las fantasías capitalistas mejor conseguidas, en la que puedes vivir a tope la ilusión de la abundancia, aunque luego te compres cuatro patatas y una bolsa de pipas. Cuando viajo a cualquier país son uno de mis destinos turísticos favoritos, y en verano no deberíamos desdeñarlos como refugios climáticos con aire acondicionado. ¿Son mejores y más éticos los mercados o las tiendas pequeñas? Por supuesto. Pero al césar lo que es del césar”
Toni, Ana, Carola, Laura, Clara, Mikel… son personas que viven felices su paso por el supermercado. Como le pasa a mi amigo fotógrafo. De hecho, él siempre me invita a frecuentar su refugio, el súper más cercano, y confiesa: “Siempre que me encuentro solo, voy. Es una forma de sentirme acompañado. Mira que es feo, pero cómo me gusta”.
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