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Ni dinero ni un 10% de interés: mujeres bolivianas de Barcelona denuncian por estafa a una decoradora

Las afectadas explican a EL PAÍS cómo acabaron prestando miles de euros a Jacqueline N., inmersa ahora en juicios civiles y penales

Algunas de las mujeres que prestaron dinero a Jacqueline N., en Barcelona.
Jesús García Bueno

Jacqueline N. ha dejado deudas y un rastro de dolor entre las mujeres bolivianas que viven en Barcelona y el área metropolitana. Dueña de un negocio informal de decoración para eventos llamado La Bolivianita, Jacqueline pedía a compatriotas suyas que le prestasen dinero para el negocio con la promesa de que lo devolvería con intereses. Con un desparpajo innato y una asombrosa facilidad para la lágrima, según cuentan las víctimas a EL PAÍS, casi siempre lograba su propósito. Las afectadas presentaron demandas, las han ganado y han logrado sentarla en el banquillo de los acusados por estafa. Sin embargo, siguen sin ver el dinero.

Los relatos de seis de esas mujeres ―sostienen que hay más víctimas― coinciden en lo esencial. Para convencerlas, Jacqueline apuntaba la mayoría de veces al bolsillo: prometía devolver los préstamos con un 10% de interés, un anzuelo atractivo para personas trabajadoras que, en muchos casos, atraviesan dificultades económicas. En otras ocasiones, sin embargo, disparaba al corazón: decía que su marido la maltrataba, rogaba ayuda, hablaba con dulzura. Preguntada por este diario, Jacqueline niega las acusaciones de estafa. “Todo es mentira”. Admite que le han “prestado dinero”, sí, pero dice que las cantidades están “infladas”, insiste en que nunca ha sido “condenada por estafa” y acusa a las mujeres de “difamación, injurias, calumnias y bullying”.

Fabiola Cuba (Sucre, 47 años) ha puesto especial empeño en denunciar, incluso en redes sociales, las maniobras de Jacqueline, tal vez porque se siente especialmente dolida. “Compartíamos confidencias. Yo la consideraba mi amiga, pero ella resultó ser amiga de mi dinero”, cuenta en el parque de la España Industrial de Barcelona, donde ha reunido a las otras afectadas, que antes no se conocían entre ellas, tras meses de contactos y gestiones. “Me dijo que era víctima de violencia de género y, como yo también lo había sido, me compadecí de ella”.

Uno de los contratos de préstamo de la supuesta estafa.

Ganar el ‘pasanaku’

Jacqueline pedía dinero a mujeres que sabía que acababan de ganar el pasanaku. Este juego tradicional de Bolivia es, en realidad, un sistema de ahorro: un grupo de personas aporta cierta cantidad de dinero cada mes; a cada una se le asigna un número que corresponde con el mes en que le tocará cobrar el bote del pasanaku. “Ella sabía que yo iba a coger mis 5.000 euros y me pidió. Yo estaba juntando dinero para dar la entrada de un piso, y me prometió que si yo lo necesitaba, me ayudaría”, cuenta Fabiola. Fue la Bolivianita, afirma, quien insistió en dejar escrito que le pagaría un interés del 10%.

Las mujeres cuentan que, las primeras veces, Jacqueline devolvía puntual el capital y los intereses de unos préstamos que se hacían a meses vista. Pero después, cuando las cantidades prestadas crecían, daba largas y acababa desapareciendo, lo que ha dejado a muchas de ellas sumidas en una depresión y sin poder cumplir sus proyectos de vida. A las que la buscaban y le insistían en que devolviera el dinero, les amenazaba con una denuncia. Le ocurrió también a Fabiola. Un domingo, la encontró en una fiesta de bailes tradicionales bolivianos en el barrio de Can Serra, en L’Hospitalet de Llobregat, y le reclamó la deuda. Al día siguiente, los Mossos d’Esquadra la llamaron: debía ir a comisaría a declarar por una denuncia de agresión.

Las mujeres cuentan que Jacqueline ha empleado argucias y testigos falsos en los procesos judiciales. En la demanda de Fabiola, arguyó que los intereses eran “usureros” (pese a que ella misma los había fijado) y llevó a una amiga suya a declarar que había visto cómo le había devuelto el dinero en mano. La Audiencia de Barcelona, en una sentencia de hace unos meses, considera que el testimonio no es “sólido” ni “coherente”, sino “gratuito y contradictorio”, y condena a Jacqueline a devolver los 11.250 euros que le debe desde 2019.

En una situación aún más precaria se encuentra Flora Taboada (Sucre, 59 años), porque hizo de enlace de otras mujeres. Jacqueline les debe, en total, unos 70.000 euros. “Se hizo mi amiga. Me conquistaba con regalos, me invitaba a su casa a comer… Me pidió ayuda porque quería abrir un negocio de decoraciones. Me dijo que su marido no trabajaba y que la maltrataba. Yo la animé a dejar la relación. Y le presté el dinero, porque me compadecí de ella”, cuenta. El negocio de la decoración de bodas, bautizos y eventos sociales parecía funcionar, pero Jacqueline siempre necesitaba más dinero. Y ahí estaba Flora, que usó su prestigio en la comunidad para pedir a otras mujeres que prestaran también su dinero.

Otro de los apuntes en los que Jaqueline prometía el interés del 10%.

“No denuncian por vergüenza”

Flora acabó sin dinero, con exigencias de las otras prestamistas y con una depresión que la ha tenido “hundida dos años y medio”. Este grupo de mujeres ha optado por la vía penal, que por ahora ha prosperado: la Fiscalía pide cárcel para Jacqueline por un delito de estafa. El juicio se celebra el próximo julio.

A Alicia Fuentes (Cochabamba, 48 años) le recomendaron que se pasase por La Bolivianita para que se hiciera cargo de la decoración de su boda. “Me casé el 4 de abril de 2016. Una semana después, me llamó, me dijo lo bonita que había sido la boda y me dijo: ¿Y qué vas a hacer con el dinero?”. Alicia explica que le pidió 3.000 euros con un interés del 10%, y que se lo dejó porque en casa pasaban estrecheces y esa era una buena forma de tener un ingreso extra para, quizás un día, pagar la entrada de un piso. “En dos ocasiones me dio interés, luego nada… Me debe 14.000 euros”, cuenta. Alicia la buscó para intentar cobrar: “Le dije que yo no le había ofrecido prestarle dinero, ella me buscó”. Recurrió, sin éxito, al cobrador del frac. Y después, ante las amenazas de Jacqueline, ya no hizo nada más. No tiene esperanzas de cobrar, pero confía en que una condena penal la disuada. “Hay mucha gente que, por vergüenza, o para que no se enteren los parientes, no la ha denunciado”.

Gladys Castellón, boliviana de 57 años, también se vio atraída por el 10% de interés. Es jugadora de pasanaku y, cuando le tocó recibir los 5.000 euros, Jacqueline se puso en contacto con ella. Le pidió 2.000 euros “para su tienda, para comprar ropas”. “Era una muy buena decoradora y parecía que se ganaba bien la vida. Las primeras veces me devolvió todo, y yo encantada”, dice. Muestra una pequeña libreta donde salen anotadas las cantidades. Después, el silencio. Gladys le suplicó que devolviera el dinero porque necesitaba pagar la fianza para sacar a su hijo de prisión, pero nada: ella se negó y, de nuevo, amenazó con denunciarla. “Estaba tramitando los papeles para la nacionalidad y no quise líos. Pero no quiero que haga más daño, ya ha hecho llorar a mucha gente y me da pena que la gente siga cayendo”, apunta.

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.
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