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El cierre de la oficina comercial de la Generalitat en Tel Aviv, un gesto simbólico pero que rompe complicidades

La decisión del Govern altera una relación histórica que desde el nacionalismo catalán se ha tratado de cultivar con esmero

Reunión del Govern, en el Palau de la Generalitat.
Marc Rovira

El cierre de la oficina de promoción comercial catalana en Israel, comunicado por la Generalitat este miércoles, ha tenido como primer efecto atizar la confrontación política en Cataluña. Los aplausos de los Comunes y la complacencia del PSC, “hemos hecho lo que teníamos que hacer”, dijo el president Salvador Illa, chocan con las críticas de los partidos independentistas: “Exceso de esteticismo”, señaló Oriol Junqueras, mientras que Junts lo considera una medida inútil que “perjudicará a la economía catalana”. El asunto realimenta la polémica sobre qué relación tiene que tener Cataluña con Israel, un debate de largo recorrido y de posturas enfrentadas, pero donde se han contado varias muestras de complicidad con el sionismo. La decisión tomada por la Generalitat supone un punto de inflexión.

Bajar la persiana de la oficina de Tel Aviv satisface a la formación que lidera Jéssica Albiach, que ya anunció durante la campaña electoral que se marcaba como objetivo forzar su cierre. Más expuesto ha quedado Miquel Sàmper, el consejero de Empresa, que el mes pasado manifestó en el Parlament que no contemplaba clausurarla: “Cerrarla no se ajusta a lo que necesitamos”, dijo.

La clausura del despacho comercial es un gesto simbólico del Govern con escasa afectación práctica, pero altera la dinámica de relaciones que había venido manteniendo Cataluña con Israel. Un trato donde la ambigüedad y la cautela habían sido tónica habitual, cuando no dejaban paso expreso a una entrega indisimulada.

“Hay que tener presente para explicar mi gran interés por el sionismo que yo era y soy un nacionalista catalán”, manifestó Jordi Pujol durante un discurso en el Parlamento de Israel en 2007. “Comprendo y en principio me solidarizo con los pueblos que luchan por su libertad y su reconocimiento”, abundó el expresidente catalán. “Era lógico pues que el sionismo atrajese mi atención y mi simpatía”, sentenció.

Convergència trató de capitanear esa fluidez, y Junts ha intentado seguir en la misma línea. Cuando cogobernaba la Generalitat con Esquerra Republicana al principio de la presidencia de Pere Aragonès, el partido de Carles Puigdemont controlaba el área de Acción Exterior. La consejera Victòria Alsina trató de activar la apertura de una delegación exterior en Israel, una suerte de embajada catalana. La súbita salida de Junts del gobierno cortó de cuajo esa posibilidad.

La oficina de Acció en Tel Aviv no cumplía ninguna función institucional, sino meramente de apoyo comercial a empresas con interés por explorar aquel territorio. Pese a todo, al conocer la decisión del Govern de Illa, Carles Puigdemont acusó al PSC de dejar en manos de los Comunes “la política exterior y las relaciones comerciales internacionales del Govern”. Puigdemont lo considera “un error grave”.

“Hay muchos vínculos entre Cataluña e Israel, también económicos”, manifiesta Toni Florido, presidente de la Asociación Catalana de Amigos de Israel. “Con esta decisión nos estamos boicoteando. Parece que hay quien quiere que Cataluña sea un país de camareros y no uno que sea capaz de atraer inversiones. ¿Es que solo nos preocupa uno de los conflictos que hay en el mundo?”, cuestiona.

Las exportaciones catalanas a Israel supusieron el año pasado 593,8 millones de euros, apenas un 0,6 % del total, por lo que el Govern cree que el cierre de su oficina comercial en Tel Aviv, que ya no hacía promoción desde el inicio del conflicto, no tendrá un impacto relevante sobre el tejido empresarial catalán. Según datos del Govern facilitados a la agencia Efe, entre los productos catalanes que se exportan a Israel destacan las ventas de vehículos (25,6 % del total), de artículos de perfumería y cosmética (9,8 %), de aparatos y material eléctrico (6,9 %), de plásticos (6,8 %) y de maquinaria (5,2%).

Acció tiene 40 oficinas comerciales repartidas por el mundo, desde este miércoles son 39 las que están operativas. En la delegación de Tel Aviv había dos personas empleadas. Fuentes del departamento de Empresa señalan que restringir de manera total la actividad que se llevaba a cabo desde Israel no afectará la proyección de las compañías catalanas en ese territorio porque las tareas de apoyo las puede asumir otra oficina de la red de Acció. Desde la Generalitat se pone como ejemplo que, pese a contar con una cuarentena de oficinas de asesoramiento comercial, el acompañamiento la internacionalización de las empresas catalanas alcanza a 100 países.

En la relación de Cataluña con Israel ha habido otros zarandeos, como cuando en 2005 el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, fotografió en tono de broma al líder de ERC, Josep Lluís Carod Rovira, con una corona de espinas durante la visita que ambos realizaron a Jerusalén. Después de hacerse “absolutamente responsable” de lo sucedido, Maragall calificó la puesta en escena como una “estupidez” y dijo que el prestigio de Cataluña fuera de España no iba a depender de asuntos como ese.

Más polvareda levantó la decisión de Ada Colau cuando era alcaldesa de Barcelona y decidió romper el hermanamiento de la capital catalana con Tel Aviv. Posteriormente, Jaume Collboni, al poco de suceder a Colau en el Ayuntamiento, retomó la relación. Este miércoles, Collboni consideró “perfectamente razonable” la decisión del Govern de Illa, y la enmarcó en el contexto de un aumento de la presión de las instituciones europeas y del Gobierno ante lo que está sucediendo en Palestina, informa Clara Blanchar. A juicio del alcalde, el presidente de Israel, Benjamín Netanyahu, y su gobierno deberían ser juzgados por el Tribunal Penal Internacional por genocidio. Collboni ha revelado que el Ayuntamiento de Barcelona ha recurrido la decisión judicial que en noviembre pasado anuló el acuerdo del plenario de un año antes de suspender temporalmente el hermanamiento entre Barcelona y Tel Aviv y las relaciones institucionales con Israel.

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Sobre la firma

Marc Rovira
Corresponsal económico de EL PAÍS en Cataluña, encargado de seguir la información relacionada con la actualidad empresarial y política. Licenciado en Derecho, durante una etapa en la prensa local trabajó en Girona y en Tarragona. Ya en EL PAÍS, tuvo un paso por la sección de Deportes, cubriendo el Mundial de MotoGP. Colaborador en la SER y en TV3.
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