Palabra de Rey: análisis de los discursos de Juan Carlos I y Felipe VI
Del conflicto de Gibraltar a la guerra de Gaza y de la corrupción política a la falta de ejemplaridad en Palacio

Temas que desaparecen, como el del terrorismo de ETA, la banda terrorista que en 2011 puso fin a más de cuatro décadas de terror; otros que surgen, como la crisis de la vivienda, y problemas que un día invaden el propio palacio, como la falta de ejemplaridad. A través de los discursos del Rey, que siempre refrenda el Gobierno, puede relatarse la evolución del país. Juan Carlos I y Felipe VI hablaban a Españas distintas con inquietudes diferentes, nochebuena tras nochebuena, pero hay patrones que se repiten como estribillos, como la crispación y los llamamientos a la unidad, presentes en muchas de sus alocuciones. Lo que sigue es un resumen de algunos de sus mensajes más llamativos, polémicos o trascendentales en cada momento.
Similitudes y diferencias de los discursos de proclamación
El discurso de proclamación como rey que de don Juan Carlos pronunció hace 50 años, el 22 de noviembre de 1975, dos días después de la muerte de Franco, tenía 966 palabras y le llevó apenas 12 minutos pronunciarlo. El de la proclamación de Felipe VI en 2014, de casi 3.000 palabras, duró cerca de media hora.
Juan Carlos I tenía aquel día que medir, contener —al sector franquista— e ilusionar -a quienes ansiaban la democracia tras la muerte del dictador—. Se presentó como “el primer soldado de la nación”; “un rey profundamente católico” y recordó a Franco —“su recuerdo constituirá para mí una exigencia de comportamiento y de lealtad”—, aunque no mencionó el golpe militar del 18 de julio de 1936, cosa que los franquistas se tomaron mal. Casi cuatro décadas después, a su hijo le tocó convencer a los desencantados por los escándalos del reinado anterior que sabía que la monarquía había agotado su margen de error y que él tendría que ganarse el trono cada día. Prometió “una monarquía íntegra, honesta y transparente” capaz de “ganarse continuamente” el “aprecio, respeto y confianza” de los ciudadanos. El padre habló de “la sagrada realidad de España”. El hijo, que se despidió dando las gracias en las cuatro lenguas cooficiales, de “las distintas formas de sentirse español”.
Las alocuciones de Navidad: corrupción y crispación política
Tradicionalmente, en las alocuciones de Nochebuena, el Monarca hace un balance repasando los acontecimientos más destacados del año y si ha habido alguna tragedia, como fueron los atentados del 11-M o más recientemente, la devastadora dana de Valencia, para mandar un mensaje de cariño a las víctimas. Tanto en los discursos de Juan Carlos I como en los de Felipe VI se han repetido ciertos patrones, es decir, problemas, como los llamamientos a “la unidad”. “Quisiera hacer una especial llamada a la recuperación de los hábitos de diálogo y moderación en la vida pública”, decía don Juan Carlos en 1995. “Es necesario que la contienda política, legítima, pero en ocasiones atronadora, no impida escuchar una demanda aún más clamorosa: una demanda de serenidad”, proclamó su hijo el año pasado.
La corrupción también ha ocupado en más de una ocasión parte de las alocuciones navideñas del Monarca, incluida la que afectó a la propia familia real. “Todos, sobre todo las personas con responsabilidades públicas”, declaró Juan Carlos I en la Nochebuena de 2011, “tenemos el deber de observar un comportamiento adecuado, un comportamiento ejemplar (...) vivimos en un Estado de derecho, y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley. La justicia es igual para todos”. Entonces se refería al caso Nóos, que terminó enviando a su yerno Iñaki Urdangarin a prisión, y no a los escándalos personales que aflorarían más tarde. En su primer discurso navideño tras la abdicación de su padre, Felipe VI declaró: “Necesitamos una profunda regeneración de nuestra vida colectiva. Y en esa tarea, la lucha contra la corrupción es un objetivo irrenunciable”. Apenas 48 horas antes, el juez José Castro había enviado a su hermana Cristina al banquillo como cooperadora del fraude de su marido. Finalmente, resultó absuelta.

Las excepcionalidades: 23-F, 11-M y desafío independentista
En octubre de 2017, en pleno procés independentista y tras la celebración del referéndum ilegal, Felipe VI se dirigió de forma excepcional a la nación ante lo que definió como “momentos muy graves para nuestra vida democrática”. “Es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de derecho y el autogobierno de Cataluña, basado en la Constitución y en su Estatuto de Autonomía”, dijo. La Generalitat de Cataluña le acusó de echar más “gasolina” al fuego. Apenas una semana después, el entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, activó el artículo 155 de la Constitución para intervenir la comunidad autónoma con el apoyo del PSOE.
Era la primera vez, salvando los discursos de Nochebuena, que el Rey se dirigía a los españoles en un mensaje solemne televisado. Su padre lo había hecho cuatro veces a lo largo de su reinado: el 23-F; tras los atentados del 11-M; cuando falleció el presidente Suárez y, cuando anunció su abdicación. Don Juan Carlos también aprovechó el estreno de la nueva página web de la Casa del Rey, en diciembre de 2011, para lanzar un mensaje en el que opinaba sobre el desafío soberanista en Cataluña: “En estas circunstancias, lo peor que podemos hacer es dividir fuerzas, alentar disensiones, perseguir quimeras, ahondar heridas. No son estos tiempos buenos para escudriñar en las esencias ni para debatir si son galgos o podencos quienes amenazan nuestro modelo de convivencia. Son, por el contrario, los más adecuados para la acción decidida y conjunta de la sociedad en defensa del modelo democrático y social que entre todos hemos elegido”.
Ante el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, el rey Juan Carlos grabó un mensaje que se emitió en televisión a la 1.15 de la madrugada del 24 de febrero, casi siete horas después de la entrada a tiros en el Congreso. Decía: “Para evitar cualquier posible confusión, confirmo que he ordenado a las autoridades civiles y a la Junta de Jefes de Estado Mayor que tomen todas las medidas necesarias para mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente. La Corona no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum”.
El 11 de marzo de 2004, sin referirse en ningún momento a ETA, a la que el Gobierno de José María Aznar responsabilizaba de los atentados, el rey Juan Carlos se dirigió nuevamente a la nación para expresar su afecto a los familiares de las víctimas y pedir “unidad, firmeza y serenidad” frente al terrorismo.
Ante la asamblea de Naciones Unidas
Nueve años después de su primera intervención como jefe del Estado en la ONU, Felipe VI se dirigió a la Asamblea de Naciones Unidas el pasado septiembre para solemnizar la condena de España a la masacre de Israel sobre Gaza. “No podemos guardar silencio, ni mirar hacia otro lado ante la devastación, los bombardeos, incluso de hospitales, escuelas o lugares de refugio; ante tantas muertes entre la población civil; o ante la hambruna y el desplazamiento forzoso de cientos de miles de personas..., ¿con qué destino? Son actos aberrantes que están en las antípodas de todo lo que este foro representa. Repugnan a la conciencia humana y avergüenzan al conjunto de la comunidad internacional", dijo. En 1986, en su primer discurso en el mismo foro, don Juan Carlos manifestó su “voluntad de encontrar una pronta solución al problema de Gibraltar” y pidió una condena rotunda del terrorismo.
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