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“¡A ver cuándo damos lo de Franco, profe!”

El dictador genera más interés y es más popular que hace una década entre los jóvenes, gracias a las redes sociales, al descontento de esta parte de la población y al desconocimiento

50 aniversario del 20N
Antonio Jiménez Barca

A los tres profesores de Historia del mismo instituto del sur de Madrid los alumnos de primero de la ESO (12 años) los atosigan siempre, desde hace unos años, con la misma, recurrente, pregunta: “¿Y lo de Franco, profe?” “¿Cuándo damos lo de Franco, profe?” El dictador que murió hace exactamente 50 años se ha convertido para muchos estudiantes de este centro, según aseguran estos profesores, no sólo en una figura histórica que despierta un creciente interés, sino una también floreciente simpatía. “Antes, hace 15 años, estaba el facha de la clase, que era el raro, pero ahora es una tendencia casi general, sobre todo entre los chicos, no tanto las chicas. Y estos no se esconden a la hora de proclamarlo”, asegura la profesora Dolores Chincolla, de 56 años, con más de 30 de experiencia enseñando Historia a adolescentes en el aula de un instituto público. Este interés -y esta admiración- se traduce en varias cosas: pulseritas con la bandera de España y el lema de “¡Arriba España!”, calendarios de Franco llevados un poco de tapadillo en el bolsillo, la interpretación con el metalófono en clase de música a espaldas de los profesores del Cara al sol o la petición de conectar en clase a la retransmisión en directo, en octubre de 2019, de la exhumación de los restos de Franco en el Valle de los Caídos. “Se lo puse, claro. Porque era de interés. Pero no me han pedido ver en directo ninguna otra cosa nunca”, comenta la también profesora de Historia del mismo centro Mercedes Medina, de 56 años. Un tercer colega, David Campos, de 29, añade que no pocas veces, cuando les pregunta a sus alumnos de la ESO o de bachillerato que elijan un personaje histórico favorito, muchos eligen al dictador: “Y ninguno a Cervantes”, añade con cierta tristeza. Mercedes Medina agrega, con la misma tristeza pero con algo de prevención en el tono de la voz: “Es una moda. Hubo unos años en los que Franco estuvo muerto, pero ahora ha resucitado”. “Lo malo es que con esa moda, y a esa edad, pueden ser manipulados con mucha facilidad”, matiza Pablo Juárez, profesor de Lengua y Literatura.

Esto no ocurre solo en este instituto madrileño, donde estos profesores de Historia se conjuran para, a veces con éxito y a veces sin él (“cuando se suben al tren luego es difícil bajarles con argumentos”), mostrar en clase a sus alumnos el verdadero rostro de la dictadura. La encuesta de 40dB. hecha para EL PAÍS y la Ser con motivo del 50 aniversario de la muerte de Franco ilustra cómo piensan los hermanos mayores de estos alumnos. Según este sondeo, el 23,6% de los jóvenes de entre 18 y 28 años afirma que en determinadas circunstancias un régimen totalitario puede ser preferible a una democracia. Los encuestados entre 29 y 44 sostienen lo mismo en un 22,9%. En esto, no piensan igual los chicos y las chicas. La última encuesta del CIS sobre calidad de la democracia, fechada en abril de este año, también lo demuestra. Según este sondeo, el 39,8% de los chicos de 18 a 24 años no cree que la democracia sea preferible a cualquier forma de Gobierno. Y los que tienen de 24 a 34 años están de acuerdo con esto en un porcentaje parecido: el 35%. Con las chicas la cifra baja notablemente: a un 14,1% entre las que tienen menos de 24 años y a un 27,8% entre las que tienen entre 24 y 34 años.

El analista político y estratega electoral Antonio Gutiérrez-Rubí, que publicó en mayo de 2025 un libro titulado Polarización, sociedad y algoritmo. Una radiografía de las nuevas generaciones (Siglo XXI) asegura que esta tendencia a aproximarse a Franco es debida, a grandes rasgos, a tres factores: la insatisfacción con la situación actual, el sentimiento antisistema y la influencia de las redes sociales. “No se produce un blanqueo a la figura de Franco, pero sí una relativización. No justifican la tortura ni la represión. Pero para algunos, Franco ha dejado de ser un dictador asesino y ha pasado a ser un personaje vilipendiado por un sistema en el que ellos ya no confían. Reivindicarlo se transforma en otra expresión de rechazo. Es una especie de nostalgia sobre un tiempo que no han vivido, que por eso idealizan. Hay que tener en cuenta que ha pasado ya mucho tiempo. Además, la época actual favorece las opiniones más extremas. En las redes sociales, especialmente en Tik-Tok, Franco aparece con frecuencia descrito en vídeos cortos y simples como un tipo bonachón que puso en marcha la Seguridad Social, que levantó muchos pantanos etcétera”. Los profesores de Historia del instituto madrileño coinciden. Mercedes Medina pronuncia una frase amarga al venir de un grupo de profesionales vocacionales y concienciados: “A esta generación la está educando Tik-Tok”. Esta red social, donde predominan mensajes que edulcoran la dictadura franquista, constituye el referente informativo para el 20% de los menores de 34 años en España, según el último informe del Instituto Reuters y la Universidad de Oxford, publicado en 2023.

Para contrarrestar esto, el historiador, profesor de Magisterio y durante muchos años profesor en un instituto Fernando Hernández Sánchez ha escrito recientemente el guion de un cómic titulado Francofacts, desmontando los bulos sobre el franquismo. “Se dicen cosas como que en 1953 uno tenía su casa pagada cuando en realidad todavía existían las cartillas racionamiento. Hay que tener en cuenta que es una generación que ha asumido que va a vivir peor que sus padres y, posiblemente, que sus abuelos, y eso les marca. Y que en la pandemia se encerraron en sus casas y se acostumbraron a mirarlo todo a través del móvil”.

Pero luego, más allá de los estudios y las estadísticas, está la opinión y la vida de cada uno. La de Juan García, por ejemplo. Tiene 27 años, nació en Madrid, estudió periodismo y trabaja en la hostelería y en la organización de eventos. Procede de una familia feliz y muy política donde “ha habido muchas discusiones en casa, de uno y otro lado”. No abomina del franquismo; al contrario: “Las cosas buenas pesan más que las malas: industrializó el país, construyó muchas obras públicas, creó la clase media y el turismo. Y ahora, no sé qué hemos hecho para estar tan mal: no hay nada que facilite la vida a los trabajadores o a los jóvenes. Es verdad que empleaba la mano dura, pero eso creó una generación fuerte que ahora nos sirve de paraguas: si no fuera por mis padres, que se van a ir al pueblo y me van a dejar la casa de Madrid, yo no podría independizarme. Con Franco la gente iba de la ciudad al pueblo. Ahora se vuelve al pueblo porque en el centro no se puede vivir por los alquileres”.

O la de Beltrán Arellanes, también de 26 años, que estudió Historia Contemporánea y trabaja en el bar de su padre: “Yo parto de coordenadas marxistas, y crecí con la izquierda de Pablo Iglesias y de Monedero. Pero luego esa izquierda nos decepcionó: no iba a ningún lado, se acomodó y se convirtió en la muleta del PSOE. Aquí veo una ceguera ideológica, una necesidad constante de pacto, y no se avanza, no hay soluciones. Franco, con todo, hizo avanzar los intereses de la clase obrera. O si no, a lo mejor hay que fijarse en China, donde los trabajadores, en su gran mayoría, son propietarios de una vivienda. Se ensalza mucho la Transición, pero nosotros la Transición no la hemos vivido. Yo tenía ocho años cuando estalló la crisis y desde entonces he vivido a caballo de todas las crisis”.

O la de un abogado de origen colombiano de 26 años, llegado a España hace cuatro años, especialista en Filosofía Política, que prefiere no decir su nombre por si eso perjudica en el desempeño de su profesión y que asegura que no está de acuerdo con la democracia liberal porque, a su juicio, “protege los intereses particulares o de grupos y no el bien común”. Y añade: “En el fondo, esta democracia, como las otras de Europa, está controlada por una oligarquía económica globalizada cambiante, por grandes empresas tecnológicas, bancos, fondos buitre. ¿Sabe por qué me interesa encontrar alternativas a estas democracias liberales? Porque yo, en el futuro que nos espera, no voy a tener pensiones, ni casa, ni trabajo fijo...”.

Los tres profesores de Historia de este instituto de la Comunidad de Madrid tratan, con todo el empeño del que son capaces, de que ideas como estas no arraiguen. Saben que luchan contra corriente, pero a veces obtienen pequeñas victorias. “Una vez, les pedí que preguntaran a sus padres y a sus abuelos y que, con las respuestas, trajeran historias verdaderas de la Guerra Civil y de la posguerra contadas por los que las vivieron. Ahí sentí que entendían ese tiempo”, recuerda la profesora Medina. Pero hay días en que la marea autoritaria que arrasa con buena parte de su alumnado les desborda. Y se desmoralizan. Dolores Chincolla recuerda el día en que preguntó por curiosidad en una clase de la ESO qué preferían, si la democracia ateniense o la dictadura de Esparta. La mueca de preocupación que compone esta maestra sirvió de respuesta.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.
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