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DANA
Crónica
Texto informativo con interpretación

¿Hasta cuándo, Mazón?

Le insultaron a gritos, a la cara, con el resto de autoridades sentadas y calladas, alguna mirando para el suelo. Fue un castigo terrible, un veredicto sobre su futuro

Manuel Jabois

Hubo especial cuidado en alejar del pueblo el funeral de Estado por las víctimas de la dana. Cordones de seguridad, entrada blindada de autoridades en coches oficiales y, sobre todo, un emplazamiento neofuturista, la Ciudad de las Artes y las Ciencias: una ciudad dentro de la ciudad. Aislada, silenciosa, enorme. En España siempre ha sido muy complicado enterrar a más de cinco personas en paz, sobre todo porque a veces esas personas no debieron de ser enterradas tan pronto.

El funeral de Estado de Valencia no podía ser un funeral popular, del pueblo, porque el pueblo está enfadado, demanda explicaciones que no llegan, asiste asombrado a mentiras que se desmontan sin consecuencias, así que un centenar de ciudadanos se concentra fuera de la Ciudad de las Artes y las Ciencias gritando “asesino” a Carlos Mazón, presidente de la Generalitat, y “cobarde” y le dicen: “Mazón, dimisión”. Dolores de Tortajada ha venido desde Vilamarxant con su amiga Amparo. Están en la calle, detrás del cordón. Son tan pocas las ocasiones en que se puede ver a Mazón que incluso hay gente que no pierde la oportunidad de gritarle a su coche. “Hemos venido hasta aquí a pedirle que se vaya de una vez, que esto es insoportable”, dice.

El funeral de Estado se celebra a distancia del pueblo pero hay un problema: los muertos los pone el pueblo. Y celebrar un funeral sin los familiares de los muertos es una especialidad que este país tan pionero todavía no se ha atrevido a hacer. Tampoco en Valencia. Así que en el enorme salón del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, con los Reyes de España, el presidente del Gobierno, y el resto de autoridades, incluido el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, está el pueblo.

Allí apareció Mazón, compungido, y se sentó en segunda fila. La primera estaba vacía porque los Reyes y el presidente del Gobierno saludaban a representantes de familiares de víctimas de la dana, conversaban con ellos, se emocionaban (Felipe VI no paró de pedir perdón mano en pecho, e hizo varos mohínes de llanto, como la reina, escuchando en privado y en público el recuerdo de los muertos por parte de los familiares). Esos representantes de las familias no quisieron recibir a la primera autoridad de la Comunidad Valenciana, que se fue al salón, con las víctimas.

A Mazón en Valencia ya no se le ve: se le avista. Se le invitó a no acudir al funeral (las víctimas, ni más ni menos), pero fue. Que no fuese el presidente de la Generalitat al funeral de la dana es algo impensable y ridículo, pero no más impensable y ridículo que verlo ocupando el cargo. Ahí solo, sin el Rey ni Sánchez, sentado frente a la gente de la que ha tratado de escapar el último año, Mazón recibió un castigo terrible, humillante, un veredicto sobre su futuro político. No eran voces de gente en la calle, esos a los que se puede acusar de estar manipulados o infiltrados por adversarios políticos: eran voces de familiares de muertos en un salón noble, en un funeral de Estado, en un acto de etiqueta y pompa. Le llamaron a gritos, a la cara, con el resto de autoridades sentadas y calladas, alguna mirando para el suelo, “hijo de puta”, “rata cobarde”, “asesino”, “sinvergüenza”. Fue una escena extraordinariamente desagradable provocada por un hecho más desagradable aún: que Mazón, que un año después no ha explicado qué hacía cuando los valencianos se ahogaban, siga ocupando el cargo y se presente en un funeral al que no querían, las propias víctimas, que fuera.

Ha pasado casi un año entre la visita de los Reyes, el presidente del Gobierno y Mazón a Paiporta, y este funeral al que han acudido de nuevo los tres. Haría bien el presidente de la Generalitat en preguntarse por qué en Paiporta hubo gritos y barro para todos, y por qué en Valencia, ya a solas con las víctimas, los insultos ya eran únicamente para él. ¿Por qué habría un político que sabe que ha fracasado en el día más importante de su mandato continuar este via crucis? ¿Qué le lleva a someterse a semejantes sofocos que, por otro lado, enturbian actos tan emotivos como este?

Hubo familiares de víctimas (ahí estaba en una primera fila Ana María Coll con su hija Ainhoa, y la camiseta con los rostros de su marido y su hijo muertos) que no pudieron parar de llorar desde el principio. Ponía los pelos de punta ver cómo todos levantaban continuamente fotos de sus seres queridos, en papel o en la pantalla del móvil para que no se los lleve el olvido, para que se les haga justicia, para que todo el mundo recuerde sus caras y sus nombres. “Esta tierra fue testigo de la naturaleza de nuestra sociedad cuando los ciudadanos se desplazaron a ayudar sin que nadie se lo pidiera. No estamos solos y hoy más que nunca tenemos que estar unidos”, dijo en su discurso Virginia Ortiz Riquelme, que perdió a su primo en Letur (Albacete). A ella le interrumpieron el discurso los aplausos al decir la frase más comentada del funeral: “No fue este fenómeno el causante de la catástrofe que hemos sufrido. Es quien omite su deber a sabiendas de que su omisión puede suponer la pérdida de vidas humanas, quien comete el acto primigenio que deriva en esas muertes”.

“Fuiste la persona más bonita y perfecta. Estoy orgullosa de decir a los mil vientos que tú eras mi madre y que como tú no hay ninguna. Esa fuerza que tenías es la que me impulsa a mí a vivir”, dijo Andrea Ferrari Canut de su madre. “Si hubiera sabido que la conversación del 29 de octubre era la última, te habría dicho tantas cosas. Cuando volvíamos a casa, pedí al universo que estuvieras allí. Pero no estabas. La casa estaba helada. Tuve una corazonada, algo no iba bien”, dijo Naiara Chulia Beitia, que perdió a su marido y tuvo que decírselo a sus hijos: “El cuadro de nuestra vida se rompió en mil pedazos”.

Empezó a llover a mares cuando se hizo la noche y se fueron las autoridades de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. La lluvia aquí, un año después, sigue azotando traumas. Gente que no puede dormir, gente que mira por la ventana cuánto llueve y por cuánto tiempo, no digamos los vecinos más cercanos al Barranco del Poyo. “En la catástrofe emergió la dignidad, la solidaridad”, dijo la periodista valenciana Lara Siscar, conductora del acto. La bronca y los abucheos a Mazón, un político destruido definitivamente en el funeral de este miércoles, tuvieron eco en las calles, donde bajo la lluvia seguía un centenar de personas. La pregunta en Valencia, y seguramente en Génova, es ¿hasta cuándo?

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.
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