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Los aviones que aterrizan en Hondarribia atormentan a Hendaya

Vecinos de la localidad fronteriza francesa se quejan del ruido y la contaminación que producen las aeronaves y piden una disminución drástica de las operaciones

Un avión se dispone a despegar del aeropuerto de Hondarribia, con Hendaya (Francia) al fondo.
Mikel Ormazabal

Paco Durandeau es un ingeniero francés que reside en un apartamento de Hendaya (Francia) ubicado a un paso de la playa y desde el que tiene unas vistas envidiables a la bahía de Txingudi y el monte Jaizkibel. Todos los días pasan por encima de su vivienda varios aviones a reacción que maniobran para despegar y aterrizar en el aeropuerto de San Sebastián, en Hondarribia. Este modesto aeródromo, inaugurado hace 70 años, se encuentra a vista de pájaro desde su terraza. Desde su privilegiada torre de control suele grabar los movimientos de las aeronaves con el propósito de difundir las molestias que generan en la población francesa fronteriza (18.700 habitantes, muchísimos más durante el verano). Durandeau ha decidido lanzar una campaña de recogida de firmas contra el aeropuerto guipuzcoano que ya ha sumado, hasta este miércoles, 870 adhesiones en poco más de un mes y medio: “Stop a los vuelos del aeropuerto de San Sebastián dañinos e inútiles sobre Hendaya”, pide en su iniciativa a través de change.org.

El enfado que muestran Durandeau y otros vecinos de Hendaya, al que años atrás han solido sumarse mandatarios de esta villa costera, viene de lejos y tiene que ver con las dificultades técnicas que tienen que solventar los pilotos cada vez que enfilan los aviones hacia la pista de Hondarribia, una instalación de reducidas dimensiones (1.754 metros) y condicionada por las limitaciones del entorno por estar encajonada entre el mar y la montaña. “Sufro a diario las consecuencias de 24 vuelos del aeropuerto español de San Sebastián”, dice el citado ingeniero hendayés, “que causan contaminación acústica y la acumulación de queroseno quemado, sospechoso de ser cancerígeno”. “El impacto en nuestro medio ambiente y nuestra salud es preocupante y es hora de que actuemos para poner fin a esta polémica”, expone en su campaña de protesta.

En 2009, el entonces alcalde de Hendaya, Jean-Baptiste Sallaberry, anunció que iba a presentar una denuncia contra el Estado francés por “no hacer respetar a España” la limitación de 24 movimientos diarios (aterrizajes o despegues) que establece el convenio firmado por ambos países en marzo de 1992. Este tratado establece que queda prohibido sobrevolar territorio francés entre las 22.00 y las 7.30, una condición que se ha respetado casi siempre. Pero también obliga a evitar “en la medida de lo posible” que las maniobras sobrevuelen Francia “a una altitud inferior a 300 metros”, y precisa que “las aeronaves que estén obligadas a sobrevolar la aglomeración de Hendaya deberán realizarlas a la mayor altitud posible”, eso sí, nunca a menos de 100 metros de altura.

Aena desmonta la teoría del exceso de vuelos en Hondarribia. No se superan los 24 vualos diarios permitidos por el tratado francoespañol. En 2024, según datos facilitados por el gestor aeroportuario nacional, se registraron un total de 4.688 vuelos comerciales (operaciones de entrada y salida), lo que arroja una media de 13 movimientos al día. Este miércoles, por ejemplo, estaban programadas cuatro salidas y otras tantas llegadas (ocho operciones en total). En la web del aeropuerto no se muestra si, aparte de estas operaciones comerciales, se realizan vuelos privados.

Durandeau asegura que, además de la “contaminación acústica y atmosférica” que ocasiona la actividad del aeropuerto de Hondarribia, los vuelos que van por el lado francés se producen “únicamente para disfrutar de las vistas del océano y la costa vasca”. Reconoce que en condiciones meteorológicas adversas, “con baja visibilidad, lluvia y viento”, estaría justificado sobrevolar la costa francesa, pero incide en que “en el resto de los casos, que representa el 90% [de las operaciones], deben realizarse vía España”. Por eso, insta a los gobiernos de Francia, España y del País Vasco, así como a los responsables de Aena, a que “tomen medidas para reducir en un 90% los vuelos sobre la playa de Hendaya”, un arenal de tres kilómetros de longitud.

Aitor Villarón es tripulante de cabina y conoce muy bien las pericias que los pilotos tienen que hacer para entrar y salir en Hondarribia. En su blog Aterriza en Donosti suele publicar temas relacionados exclusivamente con el aeródromo guipuzcoano. Con relación a las quejas que están surgiendo entre los vecinos de Hendaya, Villarón matiza que “muchas de las viviendas actuales de Hendaya pegadas a la bahía se construyeron años después de que el aeropuerto entrara en servicio en 1955. El aeropuerto estaba antes que buena parte de las casas que hoy sufren sus ruidos”. Hondarribia batió el año pasado su récord de pasajeros, con un total de 487.000 usuarios. En la actualidad tiene 10 destinos (Madrid y Barcelona son los habituales, aunqque también se puede volar a Málaga, Sevilla, Las Palmas, Tenerife Menorca, Mallorca, Londres y Edimburgo) operados por cinco compañías.

Este tripulante de cabina discrepa de casi todas las argumentaciones defendidas por los vecinos de Hendaya. No es cierto que los aviones pasan por Francia para enseñar a los pasajeros las vistas del mar, expone en su cuaderno digital, sino que corresponde a “criterios técnicos” exclusivamente. “No se hace por capricho ni por el deseo de dar un rodeo turístico por la costa vasco-francesa”, argumenta: “La mayoría de los aterrizajes se realizan por la cabecera 22, la más cercana a Hendaya, porque ofrece mayor seguridad y mejores márgenes de despegue y aterrizaje”. El otro extremo de la pista de vuelos (la cabecera 04) es el más próximo al núcleo de la localidad de Irún, junto al barrio Mendelu, pero hacerlo por ahí complica mucho más la aproximación de las aeronaves porque “el perfil de descenso es más pronunciado”. Es muy raro ver aviones comerciales entrar por el lado español y alguna compañía aérea incluso tiene prohibido hacerlo por esta vía.

“No hay lluvia de queroseno quemado sobre la playa”, afirma Villarón con rotundidad, en contra de lo que dicen en el lado francés: “Los aviones producen humo por la combustión, como cualquier motor, pero no llueve combustible sobre las personas”. Sí admite que “existe contaminación acústica”, aunque precisa que se intenta minimizar el ruido porque “los procedimientos obligan a que las aeronaves que sobrevuelan Hendaya lo hagan a la máxima altitud posible en espacio francés y nunca por debajo de 1.000 pies, a unos 300 metros sobre el nivel del mar”.

Todos los vuelos que aterrizaron este pasado martes 26 de agosto lo hicieron por la parte francesa. Durandeau grabó con su teléfono una de esas maniobras, la de un Airbus A319, para dar una idea del ruido que producen las aeronaves y de la cercanía que hay con las casas de Hendaya durante la llegada y entrada de los aviones en la pista. Lo hace para sensibilizar a la gente sobre la necesidad de proceder a una “disminución drástica” de la actividad de los aviones sobre Hendaya. “Todas las aproximaciones por la cabecera 22 pasan inevitablemente en algún momento por territorio francés. La clave está en cómo se llega a ese punto, porque cuando las condiciones lo permiten puede hacerse por un tramo muy breve sobre suelo francés y con un viraje final antes de llegar a la pista”, señala Villarón.

Aena no entra en la polémica sobre la utilización del espacio aéreo francés durante las salidas y llegadas de las aeronaves, porque esta entidad pública “no es competente en materia de navegación aérea”. Aena no ha recibido “ninguna reclamación” de ciudadanos franceses relativas a molestias generadas por el aeródromo guipuzcoano. Y aclara que la instalación de Hondarribia “cumple con el ordenamiento jurídico vigente y el tratado firmado entre España y Francia en 1992″. No obstante, Aena quiere apostillar que no le corresponde la actualización o supervisión de dicho acuerdo intergubernamental.

El alcalde de Hendaya, Kotte Ecenarro, en declaraciones al diario Sud-Ouest, asegura que las quejas de los vecinos son “legítimas” y que ya ha trasladado este sentir molesto al Gobierno de su país a finales de 2024, aunque no ha recibido ninguna respuesta.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.
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