El Congreso salda una deuda histórica con las diputadas de la Segunda República
La Cámara baja exhibirá los retratos de las nueve primeras parlamentarias elegidas democráticamente


Las mujeres siempre han sido las grandes olvidadas de la historia, también de la historia política española, una inercia que en los últimos tiempos el Congreso de los Diputados busca revertir. Después de décadas invisibilizadas en las paredes de la institución, la Mesa de la Cámara baja acordó el pasado 22 de julio homenajear a las nueve primeras parlamentarias elegidas democráticamente, de las que se colgarán sus retratos en una sala principal del Palacio del Congreso.
No ha sido un proceso rápido. La Cámara baja acordó en 2024 reconocer el papel de las mujeres en la política española, pero durante meses la iniciativa no pudo ver la luz en un intento por buscar el consenso entre los tres partidos del órgano de dirección: PSOE, PP y Sumar. Aunque inicialmente los populares hicieron aportaciones a través de la vicepresidenta cuarta, Marta González, la incomodidad de su partido con algunos nombres como el de la comunista Dolores Ibárruri, opinan fuentes parlamentarias, motivó que finalmente el PP decidiera rectificar y anunciara que no participaría en la votación.
Al acuerdo del año pasado para rendir tributo a Clara Campoamor, una de las figuras más reconocidas por haberse erigido en la gran defensora del sufragio universal contra el criterio de su propia formación (el Partido Radical) y de la izquierda —que temía que las mujeres votaran masivamente a la derecha—, se suman ahora los nombres de Victoria Kent, Margarita Nelken, María Lejárraga, Matilde de la Torre, Julia Álvarez Resano, Veneranda Manzano, Francisca Bohigas y Dolores Ibárruri, la Pasionaria. Todas ellas accedieron al escaño entre 1931 y 1936, en alguna de las tres elecciones a Cortes de la Segunda República. “El objetivo era que estuviesen todas, sin importar la ideología política”, explica Esther Gil de Reboleño, vicepresidenta tercera del Congreso, una de las impulsoras de la medida, junto a la presidenta de la Cámara, Francina Armengol, y la secretaria segunda, Isaura Leal.
Antes de que las mujeres obtuvieran la plena ciudadanía política al permitirse a las mayores de 23 años votar por primera vez en las generales de 1933, el reconocimiento del sufragio femenino pasivo llevó a la Cámara baja a tres mujeres dos años antes, en 1931. En aquellos comicios, Victoria Kent (del Partido Republicano Radical Socialista), Clara Campoamor y Margarita Nelken (del PSOE) accedieron al escaño.
Otras tres socialistas, con orígenes y biografías variopintas, se convirtieron en diputadas en 1933: la escritora María Lejárraga, que, pese a su perfil feminista, firmó todas sus obras con el nombre de su esposo, Gregorio Martínez Sierra; Matilde de la Torre, parlamentaria por Asturias, novelista, folklorista e intelectual; y Veneranda Manzano, maestra que emigró a Cuba y volvió a España en 1927, donde participó en la creación del Círculo Republicano de Llanes.
Inspectora de enseñanza, Francisca Bohigas entró en el Congreso ese mismo año por León como única parlamentaria de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA).
En 1936, accedieron al hemiciclo la maestra y abogada Julia Álvarez Resano (PSOE), que ya lo había intentado tres años antes sin obtener los votos suficientes, y la dirigente comunista Dolores Ibárruri. La Pasionaria fue la primera mujer que estuvo al frente de un partido político en España. Se exilió en Moscú en 1939 y volvió a ser diputada por el PCE entre 1977 y 1979. “Ella formó parte tanto del grupo de las primeras diputadas como del que estuvo en la elaboración de la Constitución, por lo que su presencia está doblemente justificada”, defiende Esther Gil de Reboleño, de Sumar.
A ella se refirió particularmente la portavoz parlamentaria de esa formación, Verónica Barbero, cuando celebró en rueda de prensa el paso dado por la Mesa: “Era una deuda de la Cámara con estas mujeres, con nuestra memoria histórica y con la democracia. Una deuda que, por fin, se salda y que contribuye a construir un Congreso más feminista, más real”.
El próximo paso será pedir un informe al Museo del Prado para que asesore sobre las obras y recomiende cómo se deben colocar los tondos —retratos circulares— que serán emplazados en el vestíbulo de la Reina, en la planta baja del palacio.
Además de haber dado luz verde en el último pleno de julio a una reforma del reglamento del Congreso que lo reescribe para adaptarlo a un lenguaje inclusivo, la Cámara baja aprobó el pasado diciembre una iniciativa que insta al Gobierno a difundir la historia y el legado de las Constituyentes, el grupo de 21 diputadas y seis senadoras que participó en aquella primera legislatura encargada de redactar la ley Fundamental. Tan solo unos días antes, el Congreso había descubierto una placa de grandes dimensiones en homenaje a estas parlamentarias en una sala presidida por los siete retratos de los padres de la Constitución. Un gesto para reivindicar que el texto no fue solo obra de ellos, sino que también tuvo madres.
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