Javier Lambán: referente humano y político irrepetible
El expresidente de Aragón tenía una visión clara de lo que significaba servir a la gente. Defendía sin complejos el municipalismo, la importancia de los servicios públicos y la pluralidad


Hoy escribo desde la tristeza más profunda por la pérdida de Javier Lambán. La noticia de su fallecimiento me golpea no solo como presidente de Castilla-La Mancha, sino como amigo y compañero de tantas batallas políticas y personales. Javier era, por encima de todo, una persona cabal y honesta. Y muy coherente. En su vida pública y en su vida personal. Al margen de una capacidad intelectual que nadie le discutía, mostraba una cercanía y una humanidad que marcaban a quienes teníamos la suerte de compartir tiempo con él.
Con Javier compartí momentos de trabajo intenso, debates sinceros y también conversaciones largas que iban mucho más allá de la política. Tenía una visión clara de lo que significaba servir a la gente. Defendía sin complejos el municipalismo, la importancia de los servicios públicos y la pluralidad política en su tierra, Aragón. Siempre con un respeto profundo a la diversidad de opiniones y una fidelidad inquebrantable a sus principios.
Su trayectoria política es el reflejo de su compromiso. Desde sus primeros pasos como concejal y alcalde en Ejea de los Caballeros, hasta su etapa como presidente de Aragón, Javier fue un hombre de acuerdos y consensos, capaz de sumar voluntades y de gobernar pensando en todos, incluso en quienes no compartían sus ideas. Esa capacidad de diálogo, combinada con un sentido del humor fino y una lucidez admirable, hacía que incluso en los momentos más tensos encontrara la manera de aportar serenidad.
En lo personal, siempre me impresionó su fortaleza. Afrontó con entereza y transparencia enfermedades duras que habrían apartado a muchos de la vida pública. No lo hizo. Al contrario, mantuvo su compromiso y su voz activa, defendiendo lo que creía justo hasta el final. Su libro de memorias, Una emoción política, es el mejor testimonio de su forma de entender la vida y la política: con pasión, honestidad y coherencia.
Hoy, más allá de los cargos y las responsabilidades que tuvo, quiero recordar al amigo que siempre estaba dispuesto a escuchar y a tender la mano. Su marcha deja un vacío enorme en la política aragonesa y en la española, pero también en quienes lo conocimos de cerca.
Mi más sentido pésame a su familia y seres queridos. Estoy convencido de que su legado seguirá vivo en cada uno de nosotros y en la historia reciente de Aragón. Javier Lambán no fue solo un dirigente político, fue un referente humano y político irrepetible, y su recuerdo permanecerá como un ejemplo de integridad y compromiso con su tierra y con la gente.
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