“Ni he visto dónde estaba el coche radar”
La Guardia Civil utiliza vehículos rotulados para denunciar los excesos de velocidad. Muchos conductores no se percatan de la presencia del automóvil pese a hallarse en un lugar visible y estar avisado en las aplicaciones de los móviles


Un coche todocamino con los rótulos de la Guardia Civil aparca en un pequeño descampado, fuera de la carretera convencional. Se le ve a lo lejos, al ser un vehículo tan grande y llevar el puente de las luces azules. Dentro, un agente monta el radar. Conecta una tableta, introduce los datos de la vía, del día y del límite al que empezará a multar. No ha pasado ni un minuto cuando el cinemómetro hace la primera fotografía. Un coche de alta gama pasa a 118 kilómetros por hora en una vía con un límite de 100, al disponer de dos carriles. El agente Laínez, con 31 años de servicio en la Agrupación de Tráfico, ni se sorprende: “Luego dicen que nos escondemos, pero es imposible estar más visible con un coche tan grande, de 2.000 kilos”.
Desde hace años, el meter un coche camuflado en un lugar recóndito para cazar a los infractores prácticamente no se hace. La forma de actuar de la Guardia Civil es no sorprender a los conductores y que se les vea de manera clara. O al menos eso afirman. La velocidad inadecuada es una de las principales causas de mortalidad en las carreteras españolas. El año pasado, estuvo detrás de accidentes en los que murieron 242 personas, el 21% de las 1.154 víctimas mortales producidas en las carreteras. “Muchos se creen que lo hacemos con afán recaudatorio o que los límites de velocidad son muy exagerados. Nada más lejos de la realidad. Cuando uno va a 90 kilómetros, necesita 70 metros para parar el coche y esta distancia sube de manera exponencial a más velocidad. De eso, muchos no se dan cuenta”, explica el cabo Eduardo Hernando.
No han pasado ni cinco minutos cuando las aplicaciones ya avisan de la posición exacta del patrulla, en el kilómetro 19,300 de la M-203, entre Alcalá de Henares y Mejorada del Campo, en Madrid. Y la de los dos compañeros de Laínez, los agentes Calviño y Jiménez Campos, que están situados a unos dos kilómetros y se encargan de notificar las denuncias en el acto. “Nuestro objetivo es que los conductores sepan que han cometido una infracción en el momento y no que les llegue la denuncia a las semanas o los días y no se acuerden ni por dónde han pasado”, añade el segundo.

Muchos conductores pegan un frenazo al ver el patrulla radar. Este aparato mide a unos 25 metros por delante gracias a una antena que está camuflada en la matrícula. Hace tres mediciones según entra el vehículo, en medio del recorrido y cuando sale de su haz de control. En caso de que pase más de un automóvil, anula cualquier infracción. “Es un sistema muy garantista. Ante cualquier duda, no dispara la foto”, añade el agente. Hace unos días, el cinemómetro detectó un vehículo a 181 kilómetros por hora en el mismo punto. La inercia era tan grande que balanceó al vehículo policial, pese a su alto peso.
La tarde transcurre tranquila, salvo por algún conductor que pisa el freno al ver el coche patrulla. Los siguientes en ser detectados por el radar son una furgoneta blanca a 124 kilómetros por hora y dos turismos a 118 y 120. En unas dos horas se han controlado 375 vehículos (59 camiones y 316 turismos), de los que han sido denunciados ocho. En estos casos, las denuncias, al no superar los 140 kilómetros, son de 100 euros.
La que tiene la mayor denuncia es Paula Jiménez, una vecina de Alcalá de Henares de 25 años que se dirige al gimnasio. Y lo hace a gran velocidad: 146 kilómetros por hora, que le van a suponer 300 euros y dos puntos. Reconoce que le gusta la velocidad “aunque no debería”. “He visto el coche de la Guardia Civil, pero ya cuando lo he pasado. Pensé que me llegaría la multa dentro de unos días, no que me pararían más adelante”, afirma la joven, que ya fue multada por circular a 120 kilómetros por hora en la M-30, donde el límite son 90. A todos los denunciados se les somete a la prueba de alcoholemia. “Es muy difícil que den positivo a estas horas. La gente vuelve de trabajar, vuelve de recoger a sus hijos o va a hacer compra”, describe el agente Calviño. Algunos denunciados pagan la sanción en el acto con tarjeta de crédito.

Según avanza la tarde, también aumenta la circulación y el número de infractores. El siguiente es Munier Lagriam, de 39 años y a los mandos de una furgoneta. Confiesa que va rápido porque tiene que ir al taller a recoger material y que es la segunda vez que desde que tiene carné, desde 2008, que le multan por velocidad: “Iba con prisa y la verdad es que no he visto el coche parado en el arcén”. El radar le ha fotografiado a 121 kilómetros por hora.
El comentario del agente Jiménez Campos invita a la reflexión: “Era para ponerles dos denuncias. Si realmente no han visto el coche patrulla, que está junto a la carretera y es grande, es que la gente no va pendiente de la conducción. Es casi imposible pasar por ahí y no verlo”. Los conductores denunciados reconocen que está bien la sanción y que no deberían correr. Tan solo uno de ellos, José Ángel, de 26 años, se enfada por ser denunciado a 112 kilómetros. Asegura que estaba volviendo al carril derecho tras haber adelantado. Lo que desconoce este conductor es que, desde hace años, ya no se puede superar en 20 kilómetros el límite de la vía para rebasar otro vehículo. Pero, además, en este caso tampoco le valdría al tener la vía dos carriles por sentido.
De vuelta a la base de la Guardia Civil, el radar está apagado, pero eso no impide que muchos conductores no se fíen y, al ver que lleva una cámara sobre el salpicadero, metan los frenos. Algunos incluso se ponen detrás del coche patrulla durante kilómetros.
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