Sánchez busca oxígeno en la agenda internacional tras estallar el ‘caso Cerdán’
El presidente multiplica las consultas para controlar el PSOE. “Solo lo podemos salvar si esto se queda en el triángulo tóxico”, resumen en el Gobierno

Pedro Sánchez está sentando sobre un barril de pólvora que puede estallar en cualquier momento. El presidente tiene distintos frentes que atender a la vez, concentrados en una semana de auténtico vértigo: la batalla el martes con Donald Trump en la OTAN, de final incierto; los nuevos hitos del escándalo de corrupción que acorrala al Ejecutivo, con la declaración el lunes en el Supremo de José Luis Ábalos y Koldo García; la sentencia del Constitucional sobre la amnistía a mediados de semana; la decisión sobre la OPA del BBVA sobre el Sabadell el martes; y el Consejo Europeo el jueves, al que le seguirá la cumbre de la ONU en Sevilla que empieza el domingo.
Sánchez intenta aprovechar la agenda internacional con batallas clave como la de la OTAN para salir del agujero en el que está metido en la política nacional por la presunta corrupción de los dos últimos secretarios de Organización el PSOE. Son frentes diversos y aparentemente contradictorios pero todos tiene un hilo conductor: los movimientos del presidente indican que, lejos de estar pensando en su dimisión o en abrir paso a un nuevo liderazgo, como especulan en algunos sectores, Sánchez está librando varias batallas a la vez con el objetivo de resistir al frente del PSOE y del Gobierno.
Nadie, ni siquiera en su entorno más próximo, se atreve a pronosticar si lo logrará, porque la situación es extremadamente compleja, y la responsabilidad política es suya, por confiar en dos personas clave de su núcleo duro que presuntamente se corrompieron.
Se trata sin duda de la peor crisis en siete años en La Moncloa. Pero todos los consultados que han hablado con él esta semana —lo ha hecho con decenas de personas, en una amplia ronda de sondeo dentro y fuera del PSOE para ver si tiene apoyos para seguir— coinciden en dos cosas: está muy tocado, sobre todo porque confió en Santos Cerdán hasta el último minuto, pero también está decidido a continuar como presidente.
Algunos le ven muy consciente de la gravedad de la situación desde el primer día, cuando reunió a su núcleo duro después de que Cerdán le “mintiera en la cara”, según les contó. Otros le encuentran más enrocado y “alejado de la realidad”, sin ganas de hacer un giro radical como el que creen necesario para salvar la legislatura. Pero todos los consultados salieron de su cita o conversación con el presidente convencidos de que Sánchez no está pensando en dejarlo sino en pelear para seguir. Sin embargo, esta vez no depende solo de él, sino de dos cosas que no controla: la investigación de la UCO, y sus posibles nuevas revelaciones, y la decisión de los socios.
Algunos en el PSOE critican que el Gabinete del presidente está muy concentrado en la gestión y no está preparado para resolver una crisis de partido como esta, y creen que Sánchez debería crear un comité específico para enfrentarse a algo que puede acabar con su Gobierno.
Es Sánchez quien, casi en solitario, está hablando con todos y maquinando soluciones, lo que habla también de alguien que está buscando una salida con él al frente. “Está controlando el partido él solo, nadie le discute, ni siquiera ahora, que es quien debe gestionar la salida y todos esperan sus movimientos”, resume un dirigente socialista.
Un miembro del Gobierno plantea la situación con mucha claridad: “Nosotros no podemos ir a elecciones si los ciudadanos están pensando que todo el PSOE está podrido. Necesitamos encapsular esto, que la gente entienda que aquí no hay financiación ilegal ni algo sistémico, como en la Gürtel, sino tres chorizos que se organizaron entre ellos para robar, con alguna ayuda. Si logramos encapsularlo ahí, en ese triángulo tóxico, lo podemos salvar, podemos construir desde ahí. Si salieran más dirigentes de alto nivel, eso sería imposible y los grupos no aguantarían. Pero de momento está ahí y los grupos están aguantando. Necesitamos tiempo para que se vea el perímetro de esto”.
Esta semana, Sánchez se ha visto con mucha gente para intentar ver si puede seguir. Sobre todo con los portavoces de los grupos que han querido acudir a La Moncloa a hablar con el presidente. Y a todos les decía lo mismo, según explican varios de ellos: “¿Me vais a apoyar? Porque esto solo sigue si vosotros queréis que siga”. La mayoría de Sánchez es tan compleja que basta que un solo grupo se caiga de la ecuación para que entre en colapso y no se pueda aprobar nada. Pero eso no ha pasado. Esta semana el Ejecutivo ha sacado adelante varias votaciones, y la próxima tiene otra, un decreto con ayudas a los jóvenes que se van de Interrail, que espera aprobar. Perdió una moción por la abstención del PNV y la ausencia del propio Sánchez, encerrado en La Moncloa, y de María Jesús Montero, que tuvo que sustituirle en un acto en CC OO y no pudo votar. Pero las iniciativas más relevantes suelen salir, incluso después del informe Cerdán.
Sin embargo, Sánchez no logró una respuesta clara a esa pregunta a los socios. Algunos, como la portavoz de Coalición Canaria, Cristina Valido, le dijeron claramente que en este momento no pueden garantizar ese apoyo. Otros, como la del PNV, Maribel Vaquero, le dijeron que ellos por ahora tienen que ser “prudentes” porque cada día hay una revelación nueva. Pero nadie, ni siquiera Podemos, que no fue a la cita y dice que la legislatura “está muerta”, pidió elecciones ni una moción de confianza, que Sánchez descarta porque supondría casi una nueva investidura con una complejísima negociación de contrapartidas que podría salir muy mal. Los socios, pues, aprietan pero no ahogan.
Los grupos han dejado muy claro que la financiación ilegal es una línea roja. Nadie pasaría por ahí. Pero el equipo de cuatro personas a las que Sánchez ha encargado revisar el partido, mirar todo lo que ha tocado Cerdán, investigar si pudo haber financiación ilegal, le están diciendo que no encuentran nada, que no hay síntomas de que las mordidas de las que hablan Ábalos, Cerdán y García en las grabaciones fueran para el partido. Eso es también lo que les contó Sánchez a los portavoces de sus socios, para intentar tranquilizarlos.
De momento no lo está consiguiendo. El tono es cada vez más duro, porque después de las demoledoras imágenes de la Guardia Civil entrando en la sede de Ferraz para clonar el email de Santos Cerdán, todos los socios quieren poner distancia. Incluso Sumar, que está en la coalición de Gobierno. Yolanda Díaz, que el lunes habló con Sánchez, fue tajante este sábado contestando al presidente, que dijo que la corrupción cero no existe. “No somos todos iguales. La corrupción cero sí existe. Lo digo como lo pienso, nosotras somos limpias. Tenemos cinco ministerios limpios, un espacio político que ha gobernado y que no ha robado. Claro que se puede acabar con la corrupción. Hay países próximos a nosotros que han acabado con ella. La izquierda en nuestro país no roba, nos lo han enseñado en casa”, clamó en el congreso de CC OO. “Si tanto asco le da [la corrupción], solo tiene un camino: presentar su dimisión. Porque si se queda es cómplice”, contestó Cuca Gamarra, secretaria general del PP, que está tratando de forzar que algún socio abandone al PSOE.
Sánchez ha estado presencialmente o ha hablado esta semana con casi todos los dirigentes relevantes del PSOE, a excepción de los que están totalmente enfrentados a él como Emiliano García Page, el presidente de Castilla-La Mancha. Desde Salvador Illa, un hombre clave para el presente y para el futuro, que estuvo en La Moncloa el viernes, a María Chivite, que estaba citada el mismo día pero no pudo ir y habló por teléfono, al asturiano Adrián Barbón, y muchos otros dirigentes territoriales en la oposición, alcaldes, ministros, altos cargos, o personas importantes cuya opinión puede contar.
Como siempre, Sánchez, que tiene una forma muy personalista de decidir, escucha y toma nota, pero no le cuenta a nadie sus planes. De momento, según varias personas muy próximas, estos pasan por delimitar la crisis, esperar que repose un poco y preparar las decisiones más importantes para el Comité Federal del 5 de julio, donde se hará un cambio importante de la cúpula del PSOE, y la comparecencia en el Congreso del 9, donde se presentará un paquete de medidas de regeneración.
El presidente se resiste, aunque muchos se lo aconsejan, a hacer ahora un cambio de Gobierno. Primero el partido, y más adelante, si la situación se consolida, en septiembre u octubre vendría ese cambio, dicen varios de los que más le conocen. Pero todo está tan abierto que puede cambiar en horas.
Y a la vez, mientras está gestionando la peor crisis interna de su mandato, la que por primera vez pone realmente en juego su supervivencia política por un escándalo de corrupción, auténtico anatema para un líder que llegó al poder con una moción de censura contra esta lacra, Sánchez multiplica sus batallas contra enemigos exteriores que trata también de utilizar para ganar algo de aire en la política española.
El equipo de Sánchez y el de Mark Rutte, secretario general de la OTAN, llevan tres días intensos negociando para intentar buscar una salida al plantón que ha decidido el presidente español, que rechaza de plano firmar un compromiso de alcanzar el 5% del PIB en gasto en defensa y seguridad. Sánchez lo ve como un capricho político de Donald Trump sin ningún respaldo técnico, y algo inasumible porque afectaría directamente al gasto social. España no llega al 5% del PIB en gasto en educación y Trump pretende que sí lo haga en defensa. Es algo implanteable para un Gobierno progresista, explican en La Moncloa. El 2% es muchísimo y es suficiente, insisten.
“Nos estamos jugando 250.000 millones de euros solo en los próximos siete años. Merece la pena pelear”, resume un miembro del Gobierno. El aumento del 2% al 5% supone pasar de 30.000 a 80.000 millones anuales de forma gradual, una cantidad descomunal. La negociación entre España y Rutte está encallada, y Trump es incontrolable, así que puede pasar cualquier cosa el martes y miércoles en La Haya.
Algunos en el Gobierno bromean con la posibilidad de que Trump decida expulsar a España de la OTAN, algo que en un momento político así casi sería un clavo ardiendo al que aferrarse, pero los que están encima de la negociación creen que ese tipo de medidas drásticas no están encima de la mesa y habrá algún tipo de solución para que España quede fuera de ese compromiso o este se relaje. Sánchez traslada a los suyos que su posición es firme y quiere negociar pero no va a aceptar el 5% bajo ningún concepto, cueste lo que cueste.
Al Gobierno español le sorprende que países como Italia, más endeudados y con menos margen fiscal para evitar los recortes, sí estén dispuestos a aceptar ese compromiso. En La Moncloa están convencidos de que Italia y otros muchos no pueden cumplir, y por tanto no están diciendo la verdad porque tampoco los italianos aceptarían recortes fuertes en sanidad o educación para gastar más en defensa cuando muchos expertos no ven necesario ir más allá del 2%, que ya es una cantidad récord para los países del sur de Europa.
Puestos a batallas, el Gobierno se ha enfrentado esta semana también con los obispos españoles, cuyo líder pedía un adelanto electoral e incluso la intervención del rey. Félix Bolaños envió una carta durísima por esa inédita interferencia política de la Iglesia católica. Sánchez y su equipo parecen querer trasladar un mensaje con todo esto: “A los que creen que estamos débiles, conviene demostrarles que no es así, seguimos gobernando”, señala un ministro.
En las próximas dos semanas, el presidente, que se ha encerrado en La Moncloa varios días desatando todas las especulaciones, aparecerá con agenda internacional y buscará algo de respiro, pero seguirá con llamadas y reuniones cuando esté en España para intentar salvar una crisis que podría ser la definitiva y acabar con su Gobierno. La situación está tan abierta que nadie se atreve a hacer pronósticos, ni siquiera a un mes vista. Lo único que parece bastante claro es que Sánchez quiere seguir. Lo que no lo está tanto es si podrá hacerlo.
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