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Feijóo lleva al límite sus ataques a Sánchez para capitalizar el descontento

El líder del PP revienta la estrategia con la que prometió conquistar La Moncloa en su primer discurso como líder de los populares

Desde la izquierda, Alberto Núñez Feijóo, Isabel Díaz Ayuso, y José María Aznar en la quinta manifestación del PP de esta legislatura, el 26 de mayo del año pasado.Foto: Álvaro García
Natalia Junquera

“He usado una de las lenguas cooficiales en este congreso nacional”, explicó Alberto Núñez Feijóo en su primer discurso como presidente del PP, “porque las lenguas no se combaten, se respetan. Somos el partido del bilingüismo cordial, el partido de la lengua común, que es el español, y el partido de las lenguas de España, que las utilizamos para unir y no para dividir”. Era abril de 2022, y Feijóo, recién llegado de Galicia, quiso expresarse en gallego en su primera arenga a las filas. Tres años después, y a menos de un mes de la celebración del primer congreso ideológico del PP de su mandato, queda poco de aquel discurso en el que el líder de la oposición prometió “sacar a la política española del enfrentamiento y de la hipérbole permanente” con un “proyecto de entendimiento”. “Moderación no es tibieza. Diálogo no es sometimiento. Cerremos debates estériles y enfrentemos los problemas reales”, subrayaba entonces.

Hoy Feijóo y su partido se refieren al presidente del Gobierno como “el capo”; el líder de la oposición se burla del uso de las lenguas cooficiales en el Congreso —lo llamó “karaoke”—; la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se ausenta temporalmente de una reunión donde se debía hablar de esos “problemas reales” en la Conferencia de Presidentes porque se niega a ponerse un pinganillo para escuchar la traducción del euskera hablado por el lehendakari vasco, y lo que los barones populares ponen sobre la mesa del “diálogo” es la exigencia de la dimisión del jefe del Ejecutivo y el adelanto electoral. Un veterano del partido explica por qué: “Santiago Abascal dijo que nos íbamos a sentar con la mafia y esa frase nos hacía mucho daño. No podíamos dejar de ir a la Conferencia porque tenemos que mantener la institucionalidad, el voto de centro; pero hay una parte de nuestros votantes, los más próximos a Vox, que nos quieren enfadados y eso hace que te dirijas a las vísceras, no al cerebro. Se trata de evitar a toda costa que sea Vox el que capitalice el enfado con el Gobierno en lugar de nosotros”.

Desde la cuenta oficial, institucional, en la red social X, del partido más votado de España y el primero en estimación de voto según las mayoría de encuestas, se difunden ahora mensajes que antes solo hubieran tenido cabida en los perfiles más gamberros de las Nuevas Generaciones, la militancia más joven: un vídeo que compara al Gobierno con los personajes de la película El Padrino; otro que hace una parodia desafortunada —y por la que tuvieron que pedir disculpas— sobre La isla de las corrupciones... Algunos dirigentes consultados para este reportaje admiten la hipérbole del lema con el que han convocado la manifestación contra el Gobierno este domingo, “mafia o democracia”, pero todos coinciden en que sería un error dejar escapar a la presa en un momento en el que el Gobierno es incapaz de colocar un tema en la agenda, llevar el debate público a otro asunto que no tenga que ver con los escándalos del caso Ábalos, las investigaciones judiciales en el entorno de Pedro Sánchez o los audios de Leire Díez —la militante socialista que se dio de baja en el PSOE después de que se conociese que había mantenido reuniones con empresarios y abogados ofreciendo tratos de favor incluso con la Fiscalía a cambio de trapos sucios sobre un mando de la UCO, la Unidad de la Guardia Civil que investiga casos de corrupción—.

“El PP”, explica el politólogo Pablo Simón, “no dispone de tantos recursos como pudiera parecer. Tiene la carta de la moción de censura, pero no puede usarla porque no le dan los números y terminaría reforzando a Sánchez. Tiene la de las comisiones de investigación en el Senado, pero ahí se arriesga, si los senadores no son los lápices más afilados del estuche, a que los comparecientes se les escapen vivos. ¿Qué le queda? La calle, agitar la calle y agitarla el primero, para no tener que colocarse detrás de la pancarta de Vox, sino que sea Vox el que se coloque detrás de la suya”.

La presidenta del PP de Madrid y del Gobierno de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante su intervención en la manifestación convocada por el Partido Popular contra el Gobierno de Pedro Sánchez, este domingoFoto: EFE/ Javier Lizón

La extrema derecha sigue condicionando al PP, “que ha sido”, añade el politólogo, “un partido hegemónico en su espacio durante mucho tiempo y por tanto, no está acostumbrado a competir en su espacio electoral porque la aparición de Vox y antes la de Ciudadanos, ya extinguido, es relativamente reciente”. Feijóo ha heredado los problemas de su predecesor, Pablo Casado, esto es, la dificultad de combinar la imagen de partido de Gobierno con la oposición dura que demanda el votante que ahora flirtea con Vox —“Nos para gente por la calle para pedirnos que nos parezcamos más a ellos”, lamenta un dirigente popular—; y buscar un equilibrio entre gestores y a alborotadores; entre el discurso madrileño y el territorial —“Lo que hace y dice Ayuso, que siempre ha ido por libre”, según la misma fuente, “no sirve en Castilla y León, en Galicia, en Andalucía…”—. “La filosofía”, añade otro veterano exdirigente del PP, “se resume en una de cal y otra de arena: captar voto de centro, incluso de socialistas desencantados, y frenar a Vox, que sigue muy fuerte en las encuestas —es el único partido, según el último barómetro de 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER, que mejoraría sus resultados de las generales de 2023—. Ahora hay más arena que cal y todos vamos un poco con la lengua fuera, tanto el Gobierno como nosotros, sin saber cuánto puede durar todo esto”.

La estrategia actual de Feijóo de al enemigo ni agua, se fundamenta en una convicción, la de que el Gobierno “agoniza” y que el presidente no será capaz, como promete, de agotar la legislatura. Pero los dirigentes del partido consultados por este periódico no tienen tan claro que el secretario general de los socialistas vaya a sucumbir pronto y acepte el adelanto electoral. Rajoy presenció dos funerales políticos del líder socialista, cuando dimitió como capataz del PSOE y cuando renunció a su acta de diputado por negarse a abstenerse en su investidura. Pero fue finalmente Sánchez el que lo desalojó de La Moncloa con una moción de censura en 2018 justo cuando el PP acababa de obtener el voto del PNV para sacar adelante los Presupuestos y la legislatura se prometía estable y enfilada. La hemeroteca está llena de carambolas que una y otra vez dan un vuelco a la trama política. “La gran pregunta”, afirma un veterano cargo popular, “es cuánto podremos aguantar a este ritmo, en este tono. Ahora mismo tanto el Gobierno como nosotros vamos con la lengua fuera”.

La socióloga y politóloga Cristina Monge señala que, pese a la munición que le esté suministrando el PSOE con el escándalo de Leire Díez, “el PP tiene dos problemas graves” que se han generado “ellos mismos”. “El primero”, desarrolla, “es que prácticamente desde el minuto uno de la legislatura pidieron la dimisión del presidente, cuestionando la legitimidad del Gobierno, y si tienes cuatro años por delante, la oposición y la beligerancia debe ir in crescendo para que tenga efecto. Y el segundo es Vox, que sigue tirando de ellos, y los aísla del resto, ya que anula cualquier opción de tender puentes con el PNV o con Junts”. La movilización en la calle, añade, “no tiene un impacto electoral inmediato, pero contribuye a generar un estado de ánimo de crisis permanente y necesidad de cambio. Pero la manifestación, en el fondo, es una demostración de impotencia, la muestra de su incapacidad de hacer oposición en el Parlamento”.

Un cargo del PP con poder territorial admite que la apuesta por la estrategia de máxima confrontación con el Ejecutivo ha sacrificado el discurso tradicional del partido, más enfocado a la gestión, y que “la tensión y el ruido de Madrid opaca cualquier medida que se ponga en marcha en los Gobiernos autonómicos”. Y, aunque de momento creen que el método funciona y que el PSOE está “en shock”, es probable, si Sánchez logra ir arrancando meses a la legislatura, que el discurso hiperbólico importado de la extrema derecha “vaya perdiendo efecto y los votantes decidan quedarse definitivamente con el original [Vox] y no con la copia”. Esta era una frase repetida en los cuadros populares en la etapa de Casado, defenestrado por los suyos hace tres años, y lo sigue siendo. El ruido y los decibelios han subido en el debate público, pero las piezas siguen siendo las mismas en el tablero político y la partida depende, como al inicio del curso, de quién pagará más caro las cesiones a sus respectivos socios y quién logrará imponer su relato: el PSOE con su denuncia de la cacería en todos los frentes contra un Gobierno que cumple en economía o el PP con el decreto de fin de ciclo con ellos como única alternativa.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.
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