Las actividades militares de Feijóo
Creo que en el pasillo de salida del Congreso el líder popular ha tenido un repente de conciencia y ante el micrófono no ha sabido mentir, disfrazar, mitigar, negar el genocidio


Qué alivio que por fin el jefe de la oposición y presidente del PP haya encontrado el momento adecuado —una sola pregunta hemos acordado, ¿eh?, dice la tele que dijo— para puntualizar que no es del todo una idea decente o respetable o incluso asumible sin más organizar “actividades militares” destinadas a masacrar a la población más vulnerable del planeta, un poco más de dos millones de personas que están tocando mucho, mucho las narices de todos, y en particular las de la derecha española si aplicamos la vista corta, el plano raso o el ángulo cercano de una tragedia que servirá para juzgar la decencia y la integridad de las personas en el siglo XXI. Feijóo quedará absuelto en el futuro, un poco como Fidel Castro, porque por fin ha plantado cara a las “actividades militares” de Netanyahu: es una pena que no haya detallado un poco más a qué “actividades militares” se refería: si eran los bombardeos de hospitales, los asesinatos indiscriminados de niños, la destrucción de las infraestructuras civiles de Gaza (si es que la palabra infraestructura sirve).
Es verdad que igual lo ha contado mejor su portavoz, Borja Sémper, al hablar de “las atrocidades de Netanhayu”. Yo creo que en el pasillo de salida del Congreso ha tenido un repente de conciencia y ante el micrófono no ha sabido mentir, disfrazar, mitigar, negar el genocidio en marcha al que asiste Occidente como si fuese un problema de coyuntura, un accidente secundario, un pequeño incidente que podrá resolverse con unas mesas de negociación, unos floripondios puestos sobre la mesa, unas declaraciones de madera insípidas y unas pocas amonestaciones diplomáticas. Sí, es verdad, unos 60.000 civiles asesinados, posiblemente la mitad de ellos niños, pero ya lo dijo un ministro israelí: no hay niño o bebé que no sea objetivo militar, porque Hamás es tremenda, tremenda, y tenía razón. Al lado del asesinato masivo de la población civil gazatí —esas señoras con velo desesperadas, esos cadáveres de niños, de bebés, esos ancianos desdentados y muertos en vida—, al lado de los bombardeos sistemáticos y la lista infinita de cadáveres de palestinos, cómo no van a pesar más los asesinatos salvajes de los 1.400 israelíes (y los rehenes que queden) mientras festejaban sus cosas tranquilamente, allí al lado.
Yo creo que Feijóo ha entrado en la razón y la misericordia del cristianismo que profesa, pero quizá igual lo ha hecho sin medir demasiado bien el peso de la pluma y el peso de la espada. Ni Hamás ni Netanyahu tienen escrúpulo alguno en usar espadas de sangre que están destruyendo de forma sistemática, militante, despiadada y programática el minúsculo territorio donde el abandono y la miseria fueron el estado natural de vida de los gazatíes hasta el ataque de Hamás. Ahora el estado de esa franja sin nada, el agujero negro más envilecido de la humanidad en el siglo XXI, solo es un poco peor. Si antes no tenían nada, ahora tienen menos que nada: una atrocidad sin justificación posible. Perdón, quería decir una “actividad militar” de Netanyahu. “Actividades militares”, claro que sí: el genocidio de los gazatíes es, en efecto, y por fin alguien lo dice, una “actividad militar”.
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