Ocho años de prisión para el hombre que mató de un puñetazo a un joven en unas fiestas de Granada
La petición inicial de 15 se reduce a casi la mitad por un acuerdo entre todas las partes, incluida la familia de la víctima


Brando Jiménez Heredia se ha declarado culpable del homicidio de Juan Castro Trujillos, un estudiante universitario de 19 años que en la madrugada del 15 de agosto de 2022 tuvo la mala fortuna de cruzarse en la feria de Íllora (Granada, 9.918 habitantes) con Jiménez Heredia y algunos familiares y amigos. Esa mañana, Juan Castro recibió un puñetazo de Brando Jiménez, ahora con 26 años, que le causó la muerte pocos minutos después. Este lunes estaba convocado el juicio con jurado en el que Fiscalía y acusaciones pedían originalmente 15 años de prisión para el acusado. Finalmente, un acuerdo entre todas las partes, que incluye a la familia de la víctima, ha desembocado en una sentencia de ocho años de cárcel para Jiménez Heredia, el destierro durante 15 años de la localidad andaluza, además de la imposibilidad de comunicarse o acercarse a la familia durante ese tiempo y una indemnización de 120.000 euros para los padres y 75.000 para el hermano del fallecido.
Según informa Europa Press, los familiares han asegurado a la salida del juicio que han preferido llegar a este acuerdo para evitar “rememorar unos hechos muy complicados para la familia”. Los hechos comenzaron pasadas las 6.30 de la madrugada de aquel lunes de mitad de agosto, cuando Juan, su novia y un grupo de amigos disfrutaban de la feria de su pueblo. Uno de esos amigos derramó sin querer una bebida sobre un amigo del ahora condenado. Los ánimos se alteraron y la situación subió de tono por lo que los amigos de Juan abandonaron el lugar. El otro grupo los persiguió y poco después, Brando Jiménez encontró a Juan.
Según el relato del fiscal, el autor de los hechos agarró a la víctima por la ropa “a la altura del pecho”, lo golpeó en la cara y le dijo “o me dices dónde está tu amigo o te mato”. En ese momento intervino la novia de Juan, que fue golpeada por Jiménez y resultó también herida. Entonces, el ahora condenado —“asumiendo la alta probabilidad de que con ello le iba a causar la muerte”, describe el fiscal en el escrito de conformidad—, “le propinó [a la víctima] un fortísimo puñetazo en el lado izquierdo de la cabeza, que le ocasionó irremediablemente la muerte”. El joven universitario cayó al suelo donde Jiménez siguió pateándolo, para huir a continuación. Minutos después, cuando los servicios médicos lo trasladaban a un centro hospitalario de la capital, en un trayecto de 40 kilómetros, Juan falleció.
Las fuerzas de seguridad comenzaron una búsqueda del asesino que acabó a mediodía del martes, 24 horas después, cuando Jiménez Heredia se entregó a la Guardia Civil. Desde entonces, ha estado en prisión hasta cumplir los dos años y casi nueve meses que ahora se le descontarán de la condena. La familia aseguró en su momento que todo había sido un accidente. En el juicio, el condenado ha tomado la palabra para pedir perdón a los padres y familiares de la víctima y ha asegurado que no quiso que aquello terminara como terminó.
Aquella madrugada de feria, Jiménez estaba entonces —“levemente”, según Fiscalía— bajo los efectos del alcohol y las drogas. Tres años después, eso ha servido como circunstancia atenuante de su responsabilidad penal sobre este homicidio, que supone matar a alguien sin intencionalidad o por imprudencia, frente al asesinato, que incluye premeditación e intencionalidad. También ha sido considerado por las partes a la hora de llegar al acuerdo la atenuante de reparación del daño, ya que Jiménez ha consignado ya 10.000 de los 195.000 euros que debe entregar a los familiares de Juan Castro.
Íllora vivió aquel verano este homicidio de forma muy agitada. Las fiestas se suspendieron, y a la sorpresa por lo ocurrido siguieron manifestaciones en las calles de la localidad. Finalmente, un par de días después de aquella fatídica madrugada de lunes, un grupo de personas atacó el domicilio donde vivía el condenado —una vivienda ocupada de modo ilegal— y arrasó con todo, dejando la vivienda inhabitable. Para cuando eso ocurrió, los familiares, ya se habían marchado, en un destierro voluntario.
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