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Así se salva al camaleón en Málaga: suelta en espacios poco habitados y un pequeño microchip insertado en su piel

Un proyecto impulsa la instalación de sensores para conocer las múltiples dudas que existen sobre la considerada como mayor colonia europea de la especie

Joaquín Santaolalla con un camaleón en el Centro de Recuperación del Camaleón del Ayuntamiento de Málaga
Nacho Sánchez

Está a pocos centímetros, justo delante de sus ojos, pero no lo ve. Y eso que tiene la vista entrenada. El veterinario Joaquín Santaolalla, de 39 años, busca entre la vegetación a uno de los ejemplares de camaleón que se ha recuperado en el Centro de Control de la Biodiversidad de Málaga. El pequeño reptil muestra la misma coloración que las hojas del olivo en el que se mueve y contra su cuerpecillo para pasar desapercibido. Cuando por fin lo encuentra, el técnico comprueba que tras varias semanas de cuidados en una zona completamente natural, el ejemplar está listo para adaptarse a lo que le espera afuera, en la vida real. Para no perder su rastro, horas antes de su reintroducción en el medio natural, Santaolalla le inserta en la piel por primera vez un microchip que permitirá identificarle en el futuro. “Así podremos realizar un seguimiento personalizado durante toda su vida”, subraya el técnico.

La introducción del minúsculo mecanismo —similar al de los perros y gatos— en este singular animal, que se realiza a través de una estrechísima aguja, es una novedad decisiva en el programa de recuperación del camaleón que impulsa el Ayuntamiento de Málaga desde 2011. La iniciativa nació aquel año tras una subvención de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) y desde 2013 su coste lo asume el Consistorio. En esta larga década allí se han curado más de 900 ejemplares, que luego han sido soltados en los alrededores de la capital, los últimos este mismo jueves. Dos hembras y dos machos que se han recuperado en el espacio municipal y ya viven en libertad en un área de la barriada Campanillas que cuenta con las condiciones idóneas para su supervivencia. Es decir, una zona con árboles autóctonos —olivos, almendros, algarrobos— y matorrales.

Implantación de un chip a un camaleón.

Lo ideal es que sea un rincón alejado de espacios habitados, donde los gatos se han convertido en su principal depredador. Son territorios siempre cercanos a la costa porque el animal necesita de temperaturas suaves para sobrevivir. Justo lo que hace que su futuro sea incierto ante el desarrollo masivo de viviendas e infraestructuras en el litoral.

Que el espacio de recuperación esté en Málaga no es casualidad. La especie —incluida en el Listado de Especies de Especial Protección— está solo presente en las costas andaluzas, así como Murcia, Ceuta, Melilla, además de lugares concretos de islas griegas, Sicilia y el Algarve portugués; y la provincia malagueña cuenta con el área de distribución más grande del camaleón en Europa. Ocupa desde la comarca de la Axarquía —donde se ha dejado ver a más de 900 metros de altitud— al este hasta el límite con la provincia de Cádiz, al oeste. En los alrededores de la capital su densidad es alta en zonas como San Antón, el parque natural de Los Montes de Málaga, los aledaños de la barriada de Puerto de la Torre o el paraje de Los Ruices. Son las áreas donde se han ido reintroduciendo los ejemplares desde 2011, un año después de que se realizara el último censo de estos animales en Málaga, sin que se sepa a ciencia cierta qué ha pasado con ellos porque no había forma de seguirles la pista posteriormente.

“Esa es una de las respuestas que nos facilitará el microchip”, explica Miguel Ángel Farfán, profesor del departamento de Biología Animal de la Universidad de Málaga, parte imprescindible de una proyecto que permitirá saber qué pasa con los camaleones tras su reintroducción en la naturaleza: desde si su incorporación a las poblaciones locales es efectiva —o mueren por alguna razón— hasta si se quedan en el mismo territorio mucho tiempo o cuál es su esperanza de vida. “Ahora tenemos una nueva ventana que nos aportará mucha más información”, añade Farfán, que además irá colocando chips a los ejemplares que encuentren en sus muestreos. “En pocos meses tendremos muchos controlados”, añade quien subraya que también podrá ayudar a calcular la población de la especie, algo que hoy es imposible.

Reproducción en cautividad

“Con los microchips podremos dar fe de las bondades del programa de recuperación”, insiste la concejal de Sostenibilidad Ambiental, Penélope Gómez, quien destaca que la mayoría de los camaleones que llegan a Centro de Control de la Biodiversidad lo hacen a través del Centro de Recuperación de Especies Amenazadas (CREA) de la Junta de Andalucía o en manos de agentes de la Policía Local de Málaga, “pero también a través de ciudadanos que los encuentran enfermos”. Las causas más frecuentes son los atropellos y las intoxicaciones, sobre todo por los herbicidas e insecticidas. También llegan deshidratados —sorprendentemente delgados y con una piel reseca que parece de papel— que se debe, en general, a que han pasado unos días en cautividad —algo ilegal— y con el estrés dejan de comer.

Un ejemplar en el Centro de Recuperación del Camaleón del Ayuntamiento de Málaga.

Una primera revisión sirve para conocer su estado, que suele requerir de suero, vitaminas y antibióticos. Luego se desparasita y, más o menos un mes más tarde, están listos para volver a su medio. “También procuramos que se reproduzcan en nuestras instalaciones”, subraya Gómez, “para favorecer la supervivencia de las crías”, aclara la concejal. Las cifras hablan por sí solas. De entre los 20 y 30 diminutos camaleones que nacen en cada puesta, en libertad apenas sobreviven el 5%. En cautividad, sin embargo, llegan al 90%. Además, como su crecimiento se realiza en un entorno natural, pero controlado, su aclimatación posterior al campo es perfecta.

Hoy los terrarios del recinto municipal esperan el nacimiento de al menos un centenar de huevos puestos por cuatro hembras el pasado otoño. Se espera que en agosto —diez meses después— nazcan alrededor de un centenar de crías, una nueva generación que cuando crezca también saldrá a su hábitat con microchip. Ello permitirá seguir conociendo y controlando a una especie tan singular como en riesgo por la mano del ser humano.

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Sobre la firma

Nacho Sánchez
Colaborador de EL PAÍS en Málaga desde octubre de 2018. Antes trabajé en otros medios como el diario 'Málaga Hoy'. Soy licenciado en Periodismo por la Universidad de Málaga.
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