Un pequeño municipio de la montaña leonesa burló el apagón
Oseja de Sajambre, gracias a un peculiar sistema, recuperó la corriente a los veinte minutos. Algunos vecinos no se enteraron de lo que pasaba en el resto de España


A las 12.33 de la mañana del lunes, junto al resto de España y Portugal, los cinco pueblecitos del valle de Sajambre se quedaron sin luz. A las 12.50 aproximadamente, a diferencia del resto de España y Portugal, los 150 habitantes de este valle, que conforman entre todos un solo municipio, volvieron a tener electricidad.
A la una y media, los vecinos de los alrededores de la calle Doctor Esquerdo, en Madrid, hacían cola en los bazares chinos para comprar radios a pilas, cruzaban como podían la calzada sin semáforos y, en los corrillos improvisados que se habían formado en los portales, algunos espabilados echaban la culpa de todo ese caos al presidente de Rusia, Vladímir Putin. A esa misma hora, la mayoría de los vecinos de este valle leonés a un paso de Asturias encajonado en una de las zonas más agrestes y bonitas de los Picos de Europa dejaban discurrir la mañana como si no pasara nada. De hecho, ahí no pasaba nada.
Acostumbrados a esos cortes de luz puntuales de veinte minutos, muy numerosos en la zona, muchos ni siquiera se enteraron del apagón general que se cernía más allá de sus montañas. La panadera, Mercedes Alonso, sin ir más lejos, atareada en el obrador en hacer magdalenas y pasteles, supo del corte de luz en el resto de España a eso de las seis de la tarde. Para entonces, en la calle de Doctor Esquerdo, los corrillos anti-Putin se habían disuelto, ya no había radios a pilas en ningún sitio y los más perspicaces habían aprendido a cruzar la calle sin semáforos.
“Aquel día fue el mundo al revés”, resumía el miércoles el alcalde del municipio de Oseja de Sajambre, Antonio Jaime Mendoza, del PP, en el salón de plenos del Ayuntamiento. Porque los 150 héroes de esta historia eléctrica burlaron el apagón histórico que fundió en negro a la península, precisamente, por saber mucho de cortes de suministro.

El valle es un paraíso aislado de todo. Desde León se llega a través de una carretera mareante que culebrea a lo largo de una veintena de kilómetros por la falda de la montaña después de haber dejado atrás el puerto de El Pontón. En los alrededores hay lobos, corzos, rebecos, nutrias y jabalíes. Los pueblos están rodeados de impresionantes bosques de hayas, robles y abedules. El río Sella parte en dos el valle. No es del todo inusual toparse alguna vez con un oso que baja a alimentarse al pueblo, aunque en esta época del año se entretienen más con las cerezas que empiezan a brotar en la parte media de la montaña. La primavera en la comarca es una bendición del cielo. El invierno, por el contrario, es tan hermoso como duro. Las tormentas, la fuerza del viento, las temperaturas bajo cero y las nevadas de un metro rompen los cables de alta tensión, destrozan antenas o echan abajo torretas eléctricas.
Debido a esta climatología, a lo largo de los años los vecinos de Oseja de Sajambre han padecido frecuentes cortes de luz que duraban varios días y que eran difíciles de arreglar porque los operarios encargados de repararlos tenían complicado hasta llegar al lugar de la avería.

El alcalde se comprometió hace años a arreglar el problema. Y se puso en contacto con las empresas que regentan las tres miniestaciones hidroeléctricas enclavadas en el valle. Porque la zona, debido a su especial orografía, genera electricidad. Lo que ocurre es que esta electricidad obtenida sale íntegra rumbo a Asturias y el suministro que alimenta al valle es el que viene de vuelta. Por eso bastaba que un que cable de los que traía la electricidad desde Asturias reventase en medio de una tormenta de noviembre o de un nevadón para dejar al valle por completo a oscuras. Y a Mendoza, simplemente, no le cabía en la cabeza que su pueblo produjese electricidad para exportar y que, al mismo tiempo, invierno tras invierno, se quedaran sin luz.
La solución a la que llegó hace unos cinco años con la compañía eléctrica fue la siguiente: se llevarían a cabo la inversión y las mejoras técnicas necesarias para que, en caso de corte de luz, el valle se beneficiase, gracias a una suerte de empalme interno, de la electricidad generada por al menos una de las estaciones hidroeléctricas. “Desde entonces, cuando hay un corte, uno de los empleados de la subestación enlaza con el pueblo y así no nos quedamos sin luz más tiempo del que es necesario para llevar a cabo la unión: de 20 minutos a media hora”. Los técnicos lo denominan un suministro en isla. Y eso es lo que ocurrió el lunes fatídico. Se produjo el corte de luz, aunque, por una vez, este no venía ocasionado por las especiales condiciones del valle sino por una avería exterior. Al operario en cuestión esto le dio igual: enlazó la subestación con el pueblo como hacía siempre y ―¡hale-hop!― se hizo la luz en todo el valle.

Al alcalde el apagón general ―y la recuperación eléctrica casi automática de su pueblo― le pilló en el coche, de viaje hacia Oseja procedente de Valladolid. “El técnico de la subestación me avisó porque es concejal y fue el primero que me advirtió que tal vez fuéramos el único municipio con luz en toda España”.
Sentado en el salón de plenos, recuerda aquel día en el que el mundo fue al revés y reflexiona: “Ahora, todos piensan que están cubiertos siempre, tienen la confianza de que no va a pasar nunca nada. Nosotros en el pueblo sabemos que las cosas acaban pasando, porque nos han pasado. Por eso, por esta vez, hemos estado más preparados que el resto”.

Ese lunes por la tarde, al llegar al pueblo, el alcalde fue a visitar a su madre. La encontró viendo la televisión junto a su hermana, las dos con más de ochenta años, hipnotizadas ante un especial informativo en el que se daba cuenta del apagón en el resto de España, con imágenes de las estaciones de metro desalojadas en Madrid y de las carreteras atascadas en las grandes ciudades. Cuando las dos ancianas oyeron entrar al alcalde, exclamaron, señalando a la pantalla, como el que comenta lo que ocurre en Marte: “¿Te has enterado, Antonio, de lo que pasa fuera de aquí?”
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