¿Vamos o venimos?


Uno intenta ser optimista sobre el futuro de la especie. Uno madruga (pese a lo bien que se está entre las sábanas) al objeto de contribuir al bien colectivo. Me acuerdo entonces de ese colibrí que sobrevolaba un incendio para arrojar sobre él una gota de agua que llevaba en el pico. Al reírse un cuervo de su inútil aportación, el pajarito respondió:
—Yo he hecho mi parte.
Pues eso, que madrugo para hacer mi parte, pero llevo dentro de mí un cuervo que se ríe. Un cuervo que me muestra esta foto en la que se ve (es un decir, no las podemos ver) a tres mujeres afganas encerradas en sus ataúdes de tela mientras cosen quizá otro féretro para sus hijas, o para sí mismas, al objeto de tener quita y pon, como suele decirse. Es posible que las ventanas de la habitación en la que se encuentran estén tapiadas, tal como ordenaron los talibanes el pasado diciembre que había que hacer en las viviendas habitadas por mujeres.
Resulta tremendo salir temprano de la cama con la idea de aportar un granito de arena a la buena marcha del mundo y tropezarse, al abrir el periódico, con estos testimonios que el cuervo (o lo que él simboliza, pobre) sabe utilizar para desanimarte.
—¿No ves que no tenéis arreglo? —dice invitándote a volver a la cama y taparte hasta las cejas como un niño asustado.
Porque el mundo da últimamente mucho susto. Tienen más porvenir los cuervos que nosotros. Estas mujeres ni siquiera pueden canturrear mientras hacen sus labores, porque su voz, aseguran las autoridades, excita a los hombres. La pregunta es si venimos de ahí o vamos hacia ahí.
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