Ir al contenido
_
_
_
_

Liberty, el mítico gran almacén de Londres celebra su 150 aniversario con los mejores perfumistas del mundo

La tienda entregó a los profesionales un estampado como inspiración para que crearan su universo olfativo

Liberty Londres
Karelia Vázquez

“Todo el mundo tiene una historia en Liberty”, nos dicen en el edificio de estilo Tudor que ocupa una manzana de la calle Great Marlborough, en el centro de Londres. Esas historias podrían servir para medir cuán inglés es un individuo: el recuerdo de los trajes que sus madres les ponían en la infancia, o del tapizado del sofá de la abuela, o la imagen de Lady Di embarazada de Harry luciendo un estampado azul Liberty. “Recibo cada día cientos de emails de gente que pregunta si un tejido todavía se fabrica para replicar algún mueble familiar, o que quieren comprobar si una prenda que tienen en casa es “un liberty” original o una copia”, cuenta la encargada del archivo que custodia más de 60.000 diseños. Esta tienda de departamentos, abierta en 1875 por sir Arthur Lasenby Liberty, es tan británica como el London Bridge, el Big Ben, Winston Churchill o el oso Paddington.

Casi al final de su vida, sir Arthur, para hablar del impacto de su tienda en la época, pudo haber citado a artistas potentes vinculados a Liberty, como William Morris, Dante Gabriel Rossetti o Edward Burne-Jones, pero prefirió hablar de tejidos y texturas. Para él conseguir crear sedas, satines y cachemires en una fábrica del sur de Londres de la misma calidad que los importados de China, la India y Japón fue la gran innovación de sus almacenes. “Los artistas y arquitectos siempre estaban quejándose por no tener texturas apropiadas para las cortinas. Los tintes eran demasiado fuertes y llamativos, las texturas estaban mal”, había dicho en 1913 al periódico Pall Mall Gazette. Fuera por las nuevas texturas o por la libertad creativa que allí reinaba, a Liberty se le considera una pieza clave en el nacimiento de tres movimientos artísticos: Arts and Crafts, Aestheticism y Art Nouveau, este último se conoció en varios países europeos como Liberty Style.

La primera tienda abrió en 1875 en la calle Regent, por la cercanía con el palacio de Buckingham. “Un espacio mágico, teatral, atrevido”, decía la prensa. En sus departamentos se vendían alfombras, sedas, bordados, espejos y cortinas. Siempre estaba llena y era frecuente que empleados y clientes acabaran con las narices contra los espejos, creyéndolos puertas de salida. Ya entonces Liberty era un destino. “De la misma categoría que la National Gallery”, afirmó un turista americano.

Hasta 1924 la tienda no se mudó a la casa de fachada Tudor que hoy conocemos. Un edificio convertido también en un destino por su alarde arquitectónico y su afán de sostenibilidad en una época en que esa palabra no significaba nada. Las vigas de madera del edificio se reutilizaron después de haber sido parte de dos barcos, el HMS Hindustan y el HMS Impregnable. Las chimeneas en espiral, los escudos de armas, las escaleras y las balaustradas de madera recuerdan el escenario de una tragedia de Shakespeare, preparado para acoger lo mejor del diseño del siglo XIX y XX: el algodón Tana Lawn, una creación de la casa, las sedas y los satenes y, especialmente, unos estampados florales a pequeña escala que hasta hoy siguen siendo la marca de Liberty. Unos estampados que, en palabras de Mary-Ann Dunkley, directora de diseño de Liberty, triunfan porque son atemporales. “Nunca hemos seguido una tendencia. Un estampado de 1902 se puso de moda en los sesenta y luego volvió a triunfar en la década de 2000”, ilustra.

Para celebrar sus 150 años la tienda aceptó otro reto: revisar sus archivos y escoger los diseños que debían inspirar a los mejores perfumistas del mundo para crear el universo olfativo Liberty. La aventura empezó en 2023 con la marca LBTY y consiguió reclutar, entre otros, a Frank Voelkl, la nariz detrás de Le Labo Santal 33; a Hamid Merati-Kashani, creador de Scandal Gold para Jean Paul Gaultier, o a Pierre Negrin, coautor de Black Opium, de Yves Saint Laurent.

Laura Simpson, directora de belleza de Liberty.

Cuenta Laura Simpson, a cargo del departamento de belleza de Liberty, que el trabajo empezó en los archivos para determinar los estampados que habían marcado la historia de la casa. Los escogidos se enviaron a los mejores narices del mundo que, en lugar de trabajar con un compendio de notas aromáticas, debían hacerlo con un dibujo y un tejido. “Buscamos estampados ricos, con motivos y colores brillantes, se los enviamos a los perfumistas y le contamos su historia: el nombre del artista, y el impacto que tuvo su lanzamiento, quiénes habían vestido ese diseño y en qué momento había sido popular. Cuando recibimos las primeras fragancias fue una gran sorpresa. La idea inicial era quedarnos con tres y acabamos con una colección de cinco que a finales de este año llegará a diez fragancias”, explica Simpson.

Hamid Merati-Kashani es uno de los perfumistas que recibieron este encargo tan particular. A su estudio de Dubái llegó un estampado creado en el siglo XIX, el Adelphi Voyage, inspirado en dos chales de época. “Recuerdo un tejido sedoso, muy suave con dibujos botánicos que me transportaban a un jardín salvaje, y traté de convertir esas sensaciones en un aroma”, cuenta Hamid. El resultado es una fragancia cítrica con una nota especiada de cardamomo, un aroma como de invernadero bañado por el sol que en Liberty se vende como Adelphi Sun, y que en España se puede encontrar en las tiendas del grupo Isolée.

El perfumista Hamid Merati-Kashani. Ha creado para Liberty Adelphi Sun.

Oscar Wilde era muy buen cliente de los almacenes de sir Arthur. Durante su época de editor en la revista The Woman’s World se definía a Liberty como “el lugar perfecto para el comprador con ínfulas artísticas”. Los esteticistas, movimiento del que Wilde era digno militante, creían en el arte por el arte y buscaban el placer de las cosas bellas. Los artículos que Liberty importaba de Asia y Oriente Próximo vestían sus casas, y sus tejidos en manos de sastres y modistas se convertían en atuendos elegantes. Liberty era para ellos un lugar de culto, una visita obligada. Pudieran o no permitírselo. Exactamente como es ahora. A Liberty, como bien se sabe, se entra a muchísimo más que a comprar. Se entra para ser feliz.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_