El fantasma del cuadro de Courbet era una mujer negra
Un documental desvela la razón por la que el pintor tapó la figura de Jeanne Duval, una haitiana que fue amiga y compañera del poeta Baudelaire


En el Museo de Orsay llama la atención el misterioso cuadro de Gustave Courbet El taller del artista, alegoría real de 1855 en la que el artista se autorretrata rodeado de modelos, clientes y amigos. Vemos al barbudo mecenas Alfred Bruyas, al anarquista Proudhon y, en el extremo derecho, como indicó el pintor en una carta, a “Baudelaire leyendo un libro gigante junto a una mujer negra que se mira coqueta en un espejo”, una figura fantasmal que fue borrada por el propio pintor. Aun así, no ha podido con ella. La capa de pintura que pretendía mantenerla oculta se ha ido volviendo transparente y 170 años después Jeanne Duval se ha revelado y rebelado.
La razón por la que Courbet borró del cuadro y de la historia a esa mujer encuentra respuesta en el documental La femme sans nom, l’histoire de Jeanne et Baudelaire, dirigido por Régine Badia (Filmin). Duval fue amiga y compañera del poeta que inauguró la modernidad, pero también objeto de desprecio por parte de todos los biógrafos de Baudelaire. “Jeanne Duval no tenía nada especial, aparte de su color de piel, ni talento, ni belleza, ni ingenio, ni corazón”, escribió Eugène Crépet en 1887. “Jeanne Duval tenía todos los defectos que se atribuían a la gente mestiza, solapada, deshonesta, lujuriosa, derrochadora, alcohólica y, además, ignorante y estúpida... más talentosa para la prostitución que para estar en compañía de artistas”, opinaba Pascal Pia en 1952.
La rebelión silenciosa de Jeanne Duval desde el fondo de la tela de Courbet pone de manifiesto un bochornoso caso de racismo y, de paso, reivindica un ejemplo de feminidad en libertad. Fue ella quien condujo a Baudelaire a la noche inspirando algunos de los mejores versos de Las flores del mal. El poema ‘La cabellera’ es sumamente explícito: “¡Oh vellón, que rizándose baja hasta la cintura! ¡Oh bucles! ¡Oh perfume cargado de indolencia! ¡Éxtasis!...“. También lo son otros como ‘Perfume exótico’, ‘La serpiente que danza’, ‘Sed non satiata’, o ‘Je te donne ces vers afin que si mon nom’, que evidencian el día a día de una pareja genial y marginal, víctimas ambos de la pasión desbocada, del alcohol, de la sífilis, de los delirios y los celos.
Baudelaire nació en 1821. Su padre murió cuando era muy joven y su madre se volvió a casar con el futuro general Aupick, quien, alérgico a la poesía, decidió mandar de viaje al futuro poeta amigo del lumpen porque, según dijo, “urge alejar a Charles de los resbaladizos adoquines de París y separarlo de las malas compañías”. Así conoció Baudelaire isla Mauricio, lo que acrecentó su fascinación por el exotismo de la negritud. De vuelta a París, es probable que fuera el fotógrafo Nadar quien le presentara a Jeanne Duval en 1842.
El amigo de la pareja Édouard Manet retrató en 1862 a Duval en la obra La amante de Baudelaire, reclinada. Durante años planteó la duda de si Courbet la borró por indicación de Baudelaire tras una disputa con su amante, o si lo hizo el pintor tras discutir con el poeta. Hoy está claro que en el clima conservador del Segundo Imperio, incluir a una mujer negra nacida en Haití y amante de un poeta famoso, que sueña con ser actriz y ejerce de bailarina, era una provocación política y sexual, demasiado incluso para los círculos intelectuales y artísticos, en una época en la que aún no se había abolido del todo el esclavismo. Y Courbet, aunque rebelde, era también pragmático.
Emmanuel Richon, biógrafo de Jeanne Duval, pasó 10 años buscando su presencia en la correspondencia y en la obra de Baudelaire para devolver a la bailarina al lugar que le corresponde. “El racismo se retroalimenta, no necesita la presencia de la víctima: alguien habla mal de ella, viene otro y se lo cree a pies juntillas y añade sus nuevos matices y se repite el estribillo del odio hasta hoy”.
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