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‘Blokecore’, la estética futbolera que ha vuelto a marcar gol en la portería de la moda

De las redes a las primeras escuadras del lujo, las camisetas de fútbol están de moda. El culto a los modelos retro se extiende incluso entre las aficionadas (o no tanto) femeninas

Imagen de uno de los looks de la cápsula 'Más pintas que cheques de nómina', de Hattie Crowther, realizada con ocasión de la Eurocopa Femenina para poner de relieve la desigualdad salarial y las políticas excluyentes en el fútbol femenino.

Decían que iba a ser el verano del fútbol y el italo disco. Una profecía autocumplida, de componente viral, que se propagó vía internet a finales del pasado junio, cuando el dúo Mind Enterprises tomó al asalto esos timelines dejados de la mano de Elon Musk con una promesa audiovisual de campeonato. Vaso de Campari y pitillo en una mano, la otra en la mesa de mezclas, la pareja de disc-jockeys y productores transalpinos con residencia en Maspalomas comparecía uniformada con la equipación de la Sampdoria genovesa que ni unos Gino Soccio y Giorgio Moroder en modo futbolísimos. Dos olas de calor y una Eurocopa (femenina) después, no se ha vuelto a saber de ellos. Y en los chiringuitos y discos playeros sigue sonando reguetón. Pero algo ha quedado: las camisetas de fútbol por doquier. El blokecore, esa tendencia que hace moda de la hipermasculina indumentaria expresada por los hinchas que lucen los colores de sus clubes en cualquier sitio (la palabra une bloke, en inglés tío, tipo corriente, con el sufijo core, que refiere la esencia de algo), volvía a marcar gol.

Estética de eminente cuño centenial, el blokecore lleva coleando entre la muchachada al menos desde 2021, redes sociales mediante. El hallazgo se le atribuyó entonces a Brandon Huntley, veinteañero estadounidense de Carolina del Norte y aficionado al fútbol, también en modalidad videojuego. “Mis colegas y yo echamos muchas partidas al FIFA y seguimos a youtubers británicos que lo comentan. Nos dimos cuenta de que la mayoría intercala muletillas cada dos por tres, bloke la que más, y a un amigo se le ocurrió dejarla como comentario en uno de mis posts, de coña, en plan irónico”, explicaba inquirido al respecto por la revista alternativa Vice. Trabajador en una tienda de ropa usada, tan insospechado árbitro de la elegancia ha venido sacando partido de su empleo subiendo imágenes de los estilismos que gasta a TikTok, donde todo, o casi, es posible con la almohadilla correcta por delante. El hashtag #bloke se convertía así en tendencia global instantánea, mientras Google Trends —la herramienta que rastrea los términos más populares en internet por periodos determinados— informaba de que las búsquedas de “camisetas vintage de fútbol” se habían disparado un 5.000% en apenas un año. Aunque ha cambiado la nomenclatura, las métricas de los últimos 12 meses no se han enfriado: el rastreo de “equipaciones clásicas de fútbol” ha subido cerca de un 3.500%; un 400% solo en plataformas de compraventa como eBay.

Diseño de Pharrell Williams para Louis Vuitton p-v 2025, inspirado en las equipaciones de fútbol con las zapatillas LV Footprint Soccer.

El fenómeno, claro, no es nuevo. Quienes gocen de cierta memoria recordarán el movimiento casuals que hizo bandera del estilismo futbolero entre las juventudes indie (adscritas a la escena de la música independiente) durante las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado, sobre todo en el Reino Unido. Herederos de los mods sesenteros, aquellos chicos del britpoplads, se les decía entonces a la escocesa— cambiaron las camisas Ben Sherman y los polos Fred Perry por prendas con etiqueta deportiva italiana tipo Sergio Tacchini, Kappa, CP Company o Stone Island, que compraban cuando salían a ver jugar a sus equipos por Europa: era la prueba de que incluso sus atuendos menos ad hoc simbolizaban un compromiso de férrea lealtad con los clubes. Con bandas del alcance de New Order, Oasis, The Stone ­Roses y Supergrass (el Manchester United en sus corazones), amén de Blur (a muerte con el Chelsea), The Lightning Seeds (del Liverpool) o Pulp (hincha del Sheffield Wednesday) luciendo orgullosas sus colores, se forjó esa alianza pop-moda-balompié que ha llegado prácticamente inalterada hasta nuestros días. ¿O no?

Douglas James-Taylor, del Bohemian FC (Dublín), con la camiseta que rinde homenaje a la banda Oasis.

“En su momento, cualquier casual habría considerado a estos jóvenes blokecore simples scarfers [término peyorativo que refiere a los aficionados genéricos y sus bufandas, en la jerga hooligan]. Los casuals de pro nunca, jamás, se pondrían la réplica de una equipación como hacen los chavales ahora”, concede Neal Heard, autor de la biblia de estilo A Lover’s Guide to Football Shirts (Guía para los amantes de las camisetas de fútbol, 2016), que recopila los modelos más emblemáticos del último cuarto de siglo.

Pose o genuino sentimiento, he ahí la cuestión de fondo que pone en solfa, ahora mismo, el blokecore como expresión cultural más allá de la estética. En su defensa, hay que decir que, exhibición estilística aparte, por las redes corren no pocos reels con la etiqueta de marras que capturan igualmente cotidianidades futboleras como hincharse a cerveza antes del partido o parar en el kebab de turno de vuelta a casa, casi siempre andando porque es más barato, la camiseta sudada arremolinada detrás del cuello o colgada de la cintura del pantalón, musicalizadas con trallazos techno y grime de Underworld, Orbital o The Streets. #Gamedaycore, se le dice también, reconociendo una expresión identitaria en la que se mezclan conciencia de clase obrera, quinquerío chav y cultura pop británica.

Diseño de Willy Chavarria para Adidas Originals.

Claro que luego están todas esas celebridades, instagrameros y tiktokeros de influyente tirón que combinan camisetas vintage de características aceptadas como molonas (cualquiera de los noventa, en especial de la primera mitad, o de equipaciones raras, de esas que solo se encuentran en Japón), vaquero caído Levi’s y zapatillas Adidas Samba de colaboración postinera (las que diseña Grace Wales Bonner, por ejemplo, que pueden superar los 1.000 euros según el modelo), vaso de latte o matcha en ristre, y ya todo son gestos torcidos. Para el caso, se entiende que, como espec­táculo deportivo de mayor audiencia planetaria, el fútbol y, por extensión, las subculturas futbolísticas han encontrado la manera de permear en las nuevas generaciones, en especial a través de ese otro fenómeno popular actual que es la moda, no menos experta en meter goles. Ahí están los tantos que han anotado esta temporada Louis Vuitton, cuya colección masculina primavera/verano presenta hasta un uniforme completo, botas incluidas. O Acne Studios, que lanzaba en marzo una cápsula en colaboración con Kappa de referencias retro y con Tricky, el otrora pichichi del trip hop (e hincha del Bristol City), como imagen. O Willy Chavarria, diseñador de culto del momento, que ha creado su propia equipación para la línea Originals de Adidas. O 424, la marca del californiano Guillermo Andrade, que recrea en estilo vintage camisetas legendarias como la de la selección de Brasil para el Mundial de 1998 en la colección otoño/invierno 2025/2026. Y eso solo entre las escuadras de la primera división del lujo.

Zapatillas de la colección Acne Studios x Kappa inspirada en las equipaciones de fútbol retro.

Por supuesto: al final, siempre se trata de dinero. Aunque, en realidad, aquí el negocio está en el mercado de compraventa de camisetas de segunda mano, al alza desde la irrupción del blokecore, tanto que en 2024 su valor se estimó cercano a los 6.000 millones de euros, según la consultora Global Growth (que prevé además un crecimiento continuado del 4,9% al menos hasta 2033). En plataformas electrónicas del alcance juvenil de Depop, las búsquedas de equipaciones han subido un 294%, mientras que la masiva StockX —principal plaza de mercadeo de zapatillas deportivas— acusa un incremento del 68% en las ventas de equipaciones. Físicas o digitales, las tiendas especializadas en nostalgia futbolera facturan apelando en principio a esos kitheads maduros, coleccionistas obsesivos de equipaciones viejunas y rarunas, a los que no les duele gastar más de 100 euros por trofeo. Fundada en 2006, la británica Classic Football Shirts pasa no solo por ser una pionera, sino también una meca, con piezas históricas de la Premier League, la Bundesliga, la Serie A italiana y LaLiga española, entre otras competiciones, que atesora por millones en su monumental almacén a las afueras de Mánchester. “Fenómenos culturales como el blokecore no han cambiado en realidad nuestra dinámica, pero es cierto que ha ayudado a atraer a un consumidor de menor edad. Nuestros compradores actuales están sobre todo entre los 18 y los 24 años”, admite Doug Bierton, cofundador de una empresa que en 2023 despachó casi 30 millones de euros en mercancías. Tampoco le va mal a la española Coolligan, que, amén de contar con un espacio propio en Madrid y varias franquicias repartidas por la Península, se ha hecho fuerte en el canal multimarca (tiene corners en una veintena de centros de El Corte Inglés), disparando su rango de ventas hasta los tres millones de euros anuales. Su mejor baza: que colabora directamente con distintos clubes que la proveen de reliquias inestimables, como las camisetas del Sporting de Gijón de 1905 y 1975. Las aventuras más recientes, véanse la neoyorquina Systemarosa o The Football Boutique en Los Ángeles, vienen ya con la lección aprendida y funcionan sobre todo online como asesorías, aconsejando qué comprar y cómo o dónde vender, también para una parroquia femenina cada vez mayor.

Camiseta de Martine Rose.

Se las denomina blokettes y son la respuesta de género al blokecore en tiempos de equidad e inclusión. Si piensan que es un nuevo síntoma de wokismo, desengáñense: en la edad de oro del britpop noventero ya estaban las ladettes, chicas que adoptaban los mismos comportamientos, maneras y modismos que los tíos dentro y fuera de los terrenos de juego. Cierto que hoy, para algunas, se trata solo de una rendición —otra más— a la moda de turno, espoleada por estrellas tipo Sabrina Carpenter, Taylor Swift o Dua Lipa, pero las jóvenes que lucen equipaciones de fútbol también son el reflejo de un cambio social, el de la mujer conquistando espacios en los que, hasta hace nada, mandaban exclusivamente los hombres. La camiseta se entiende entonces como símbolo de visibilidad y refuerzo positivo, en aras de la creciente popularidad de las ligas nacionales y las competiciones internacionales femeninas. La traducción comercial del fenómeno no se ha hecho esperar, obvio: en 2023, la analista Drapers certificó un aumento del 710% en las ventas de merchandising de la selección femenina inglesa tras alzarse campeona en la Eurocopa 2022, mientras en Google el rastreo de la equipación de las Leonas se disparaba un 4.000%. Si a esto le sumamos el creciente interés balompédico de las firmas de lujo en general y las diseñadoras en particular, tenemos el campo abonado: amén de Stella McCartney y su colaboración seminal con Adidas para el Arsenal o la mencionada Grace Wales Bonner, ahí andan Martine Rose (el fútbol y la música electrónica asociada a él son referencias constantes en sus colecciones) o Hattie Crowther, que en ocasión de la reciente Eurocopa Femenina presentaba la cápsula titulada Más pintas que cheques de nómina, alusión a la disparidad de salarios entre los profesionales del fútbol masculino y sus homólogas. Las prendas, un ejercicio de reciclaje creativo, incorporan además el mensaje All Women, crítica nada velada a la regulación de la Asociación de Fútbol británica que desde julio prohíbe a las mujeres trans jugar en los equipos afiliados.

El rapero Central Cee, en la campaña de OVO x Chelsea FC que celebra los 120 años del club.

Con las flamantes equipaciones oficiales a punto de caramelo para la inminente temporada liguera y colaboraciones aún calientes como las que alían al Chelsea con Ovo, la marca del artista canadiense de hip hop Drake (no exenta de polémica entre la hinchada por la irrelevancia de la etiqueta y el personaje elegido como mascarón de proa publicitario, el rapero londinense Central Cee, que ha admitido que a él el fútbol ni le va ni le viene), o al Bohemian FC y los reunidos hermanos Gallagher en Oasis (segundo proyecto benéfico del equipo, el más antiguo de Irlanda y propiedad de sus aficionados, en solidaridad con la causa palestina), resulta obvio que el juego no iba a ser cosa de un verano. Incluso si esos creadores de contenido terminan aburridos de él y saltan de pantalla estilística en menos de lo que la chavalería hace scroll. Lo llamen casuals o blokecore, este es un fenómeno sociocultural generacional que nunca dejará de vestirse. El fútbol y la moda son así.

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