Reinaldo Laddaga, el autor que reivindica el lado más impopular de Andy Warhol
El investigador argentino profundiza en el trabajo que el padre del ‘pop art’ desarrolló en los años setenta

Hace más de 30 años que Reinaldo Laddaga llegó a Nueva York. El motivo oficial de su viaje era sacar un doctorado, pero él mismo reconoce que también seguía la pista de esa escena musical que se fraguó en la ciudad durante los setenta. “Mi Nueva York era el de Warhol y de The Velvet Underground como para otros podría ser el de los años cincuenta y el jazz”, reconoce por videoconferencia. En 1992 la escena primigenia que se fraguó alrededor de locales como el CBGB, el Max’s Kansas City y The Mudd Club apenas resistía, pero igualmente decidió quedarse allí.
Nacido en Rosario, Argentina, hace 62 años, Laddaga trabajó hasta hace un tiempo impartiendo clases de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Filadelfia. En paralelo, fue desarrollando la pasión de escribir, alternando ficción con ensayos en los que conectar arte y literatura ha sido uno de los motivos recurrentes. Es lo que vuelve a hacer en su última obra, El coleccionista de cabezas o las grandes ocasiones de Andy Warhol. “Fue un trabajo que surgió de la curiosidad. Cuando contaba que estaba trabajando en este proyecto, mis amigos me preguntaban por qué. Es un artista del que hay tanto escrito. Su obra de la década de los setenta queda oscurecida respecto a la de los sesenta, pero conforma un corpus importante. Es comprensible que se haya hablado menos de ella porque no hay tanto para decir desde las aproximaciones más usuales, la genealogía clásica de Warhol como sucesor de Duchamp. Tiré de ese hilo y el artista que fue emergiendo con la suma de los años setenta es más complejo y novedoso que el que estamos acostumbrados a pensar”.
El Warhol en el que profundiza Laddaga es el de los retratos por encargo de los ricos y famosos, el de las charlas sin editar convertidas en entrevistas para la revista Interview, el que disparaba una polaroid tras otra, el de la interminable lista de cenas, inauguraciones, estrenos y fiestas, el de los libros dictados a un casete. Una etapa artística a la que se le achaca falta de profundidad por estar claramente dirigida a la producción de dinero, pero que es bastante más que eso. “Muchos de sus trabajos están realizados en respuesta a una ocasión, por ejemplo, la de tomar el palacio Galliera en París, lo cual le lleva a pintar cientos de cuadros de Mao. Es también la ocasión para recordar la polémica, el accidente, el azar, lo irrepetible de las ocasiones. Y a su vez, todo esto se me presentó a mí como una ocasión para juntar todas esas partes y mostrarlas”. Nombres como los de Josef Albers, Carol Blanchard, Bruno Schulz, Paul Klee o Witold Gombrowicz crean conexiones poco habituales en este tipo de estudios. Laddaga nos recuerda que fue Pasolini quien firmó el texto que acompañó el catálogo de la exposición en Roma dedicada a drags y mujeres trans, Ladies and Gentlemen. “Warhol es el artista decisivo de su tiempo”, escribió el cineasta, “porque representa lo peor: Estados Unidos, el origen de la entropía que a todos nos afecta, la presión hacia la homogeneidad de los humanos, que es la tragedia principal del mundo presente”.


“Los setenta tienen muchos paralelismos con el momento actual”, mantiene Laddaga. “Después de la contracultura de los sesenta, de los avances sociales por el feminismo, contra el racismo, la izquierda norteamericana entró en un proceso rápido de desintegración. Emergió una nueva cultura emblematizada más tarde por una nueva burguesía, los yuppies. El momento actual es muy difícil de describir. A pesar de la agresividad de la Administración de Trump, la resistencia, si es que la hay, es mucho menos visible que en su primer mandato, que comenzó con la marcha de mujeres de 2017”.
La última novela de Laddaga, publicada en 2019, hablaba, juntando ficción con datos reales, del nacimiento de eso que hasta hace poco se conoció como alt-right, movimiento que entonces se definía por una combinación de elementos sacados de la historia antigua, el esoterismo y el lumpen, “un cóctel muy peculiar para una fábula que intentaba reconstruir la genealogía extravagante de la ultraderecha contemporánea”. Los hombres de Rusia, escrita durante el primer mandato de Trump, contiene una historia que, tan solo pocos años después, se ha revelado como premonitoria.

Laddaga sostiene que sus últimos libros, así como el texto en el que trabaja actualmente y que es un trabajo sobre California, son una suerte de comedia de Estados Unidos en tiempos de Trump. “No una comedia en el sentido de ligereza, sino como una comedia humana. El de Warhol también. Lo de ‘el coleccionista de cabezas’ tiene que ver con eso. Warhol se alió con la alta burguesía de su tiempo para escribir una comedia sobre ellos. Bajo una aparente celebración se esconde una mirada vampírica, destructiva. Su arte es así en muchos sentidos. La imagen enteramente fría, vaciada de sentido, separada del contexto en ese momento de cambio tan semejante al que vivimos hoy porque responde a circunstancias sociales semejantes”. Atlas del eclipse es la pieza que completa esta serie. Al principio del confinamiento, y tras reponerse de la covid que contrajo en una sesión colectiva de consumo de drogas psicodélicas, Laddaga comenzó a caminar por las calles desiertas de Nueva York. “Esa fue otra ocasión que se me presentó. Atlas del eclipse está también vinculado a Warhol porque contiene algunas de las fotos que hice con mi iphone durante mis paseos. Él usaba su cámara para relacionarse con el mundo y en aquel momento descubrí que a mí también me servía esa dinámica. Para mí, caminar es una ocasión para imaginar y observar, el combustible necesario del escritor”. Sus itinerarios fueron más allá de Manhattan y le llevaron a descubrir la Nueva York de la periferia. “Esas zonas son crueles en algunos aspectos, pero también muy bellas. Desde esos lugares se percibe el extraordinario escenario natural que es el delta donde Nueva York está plantada. Que es algo que quienes vivimos aquí olvidamos”.
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