Por el Alto Tajo: de Albarracín a Zaorejas en bici
Kilómetros de paz y silencio en los tremendos cañones de los Montes Universales por los que se cuela el río tras su nacimiento. Un viaje sobre dos ruedas por las cinco primeras etapas del Camino Natural del Tajo


Quienes amamos las grandes rutas senderistas y cicloturistas envidiamos las enormes infraestructuras de este tipo que existen al norte de los Pirineos. Los ríos alemanes, por ejemplo, ya sea el Elba, el Rin o el Danubio, llevan en paralelo carriles cicloturistas de cientos y cientos de kilómetros ininterrumpidos, hechos, además, pensando en el caminante o en el usuario de bicicletas. Igual que ocurre en los Países Bajos, en Francia o Austria, por ejemplo. Sin embargo, tenerlos, los tenemos. Otra cosa es que su utilidad quede a años luz de aquellos. Ahí está sin ir más lejos el Camino Natural del Tajo, del que la inmensa mayoría de conciudadanos desconoce su existencia. Sí, existe una ruta de más de 800 kilómetros en paralelo o en las cercanías del gran río hispano-portugués, señalizados por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación con carteles rojos y blancos, que van desde su nacimiento en los Montes Universales hasta la frontera con Portugal.
Su sola existencia ya es un logro encomiable, tengo que reconocerlo. Pero el usuario de una ruta como esta no solo necesita que esté señalizada, también precisa que haya servicios a distancias razonables en los que comer, dormir, guarecerse o reparar la bicicleta si es que viaja en este medio. Y de todo eso adolecen las rutas de larga distancia españolas, y esta no es una excepción. Es una pescadilla que se muerde la cola: si la Administración no acomete la infraestructura no van los usuarios, pero si una vez hecha la utilizan muy pocos usuarios, a nadie le renta montar servicios a pie de vía, ya sea una casa rural, un restaurante o una tienda de alquiler de bicis… y el panorama termina por ser tan árido que todo se viene abajo. En el centro y norte de Europa hay mucha más afición y, por tanto, servicios.
El Camino Natural del Tajo es un buen ejemplo. Pasa por lugares de excepcional valor ecológico, como el parque natural del Alto Tajo en su inicio, el parque nacional de Monfragüe, las dehesas extremeñas, la sierra de las Villuercas… Y por ciudades históricas como Aranjuez, Toledo o Talavera de la Reina. Pero no hay infraestructura para acoger al viajero más allá de la que tengan las localidades por las que pasa. Y puede haber —y, de hecho, hay— muchísimos kilómetros de una a otra. Lo que complica la logística, sobre todo si se va andando.
Pese a todo, las cinco primeras etapas por el incipiente cauce del Tajo son una delicia que recomiendo a cualquier aficionado al cicloturismo.

El Tajo nace en Fuente García, término municipal de Frías de Albarracín (Teruel), en los Montes Universales. Se puede empezar la ruta aquí, pero es un paraje solitario donde llegar o volver a por los coches de apoyo —esta ruta es lineal— es poco recomendable. La señalización de Caminos Naturales empieza mucho antes, en Albarracín, una bellísima y muy turística ciudad turolense donde es más fácil organizar una llegada y una vuelta a por el vehículo. Albarracín no está en el cauce del Tajo, sino en un meandro del río Guadalaviar, que más tarde se llamará Turia. El Camino Natural empieza a las afueras de esta localidad turolense y continua por el valle del Guadalaviar hasta el nacimiento, pasando por Torres de Albarracín y Villar del Cobo.

A partir de Fuente García, la señalización lleva a internarse por una zona de bosques de pino albar y pastizales tan solitaria como bella. Durante muchos kilómetros de las etapas 2 y 3 no se pasa por ningún núcleo habitado. Estamos ya en la provincia de Guadalajara, en el corazón de la España más rural y despoblada. La famosa España vaciada. Y basta con pasar por aquí para saber por qué se la llama así.
Hay alojamiento en Torres de Albarracín, pero hasta Peralejos de las Truchas, final de la tercera etapa, no hay otro. Es decir… 82 kilómetros sin posibilidad de alojamiento o avituallamiento; demasiado para ir a pie. Por eso esta ruta es más indicada para hacer en bici. Los senderistas pueden hacer excursiones de día, con tramos de una gran espectacularidad entre los cañones de piedra. Pero entera, a menos que cargues con la tienda de campaña y víveres suficientes, es imposible.
Peralejos de las Truchas es un pueblito con cierto encanto, buenas muestras de arquitectura popular y todo tipo de servicios para la noche. Una fuente en la plaza recuerda al escritor José Luis Sampedro y su novela El río que nos lleva, un delicioso retrato de los gancheros que bajaban troncos por este tramo del río Tajo hasta Aranjuez y Toledo llevada luego al cine por Antonio del Real, que rodó muchas escenas en el pueblo.

Aquí empieza la cuarta etapa, posiblemente la más espectacular de todas las que discurren por el Alto Tajo. Los espacios abiertos de pino albar dejan paso a lo que va a ser la característica de los siguientes kilómetros: los profundos cañones sobre las calizas y dolomías de los Montes Universales que el agua excavó durante millones de años. Los desfiladeros y gargantas del Alto Tajo llegan a tener hasta 200 metros de profundidad. Su forma escalonada es fruto de la diferente resistencia a la erosión de los distintos materiales que los componen. Río y camino natural se internan por el sistema de hoces que han hecho del Alto Tajo un paraje de excepcional valor paisajístico y ecológico. Las marcas rojas y blancas de la red de Camino Naturales llevan por un entorno bellísimo, que pide detenerse a menudo para disfrutarlo.
Se pasa luego por la laguna de Taravilla, un remanso cristalino formado por una barrera natural de toba caliza que represa las aguas de los arroyos, impidiendo que lleguen al Tajo. Es uno de los lugares más bonitos de todas las etapas. Luego, la señalización lleva a cruzar el río —que ya ha aumentado significativamente su caudal— por un puente colgante poco antes de llegar a Poveda de la Sierra, final de la cuarta etapa, donde también hay todo tipo de servicios.

La quinta jornada lleva de Poveda a Zaorejas por un ambiente similar: el Tajo encajado entre enormes paredes y escoltado por un bosque de ribera. Más allá de Zaorejas acaban los profundos cañones del Alto Tajo para entrar definitivamente en espacios más abiertos y antropizados donde domina la agricultura. En total, de Albarracín a Zaorejas hay 160 kilómetros por cómodas pistas de tierra y sin grandes desniveles, que se pueden hacer a dos ruedas en tres días. Hay que prever una forma de retornar al punto de salida porque, como digo, es una ruta lineal por la España vaciada y no hay ningún tipo de transporte público.
Si se tiene ganas, la senda del Tajo continúa otros 650 kilómetros hasta la frontera con Portugal para completar la gran aventura de cruzar España siguiendo el más largo de sus cauces.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma































































