De Ochate a Trasmoz: 10 lugares para el turismo ‘dark’ en España
Lugares malditos y excomulgados, hospitales abandonados, edificios acechados por fantasmas o historias de brujas. Una selección para aficionados al tanaturismo

El turismo dark, también conocido como turismo oscuro, negro o tanaturismo y que consiste en visitar lugares asociados a la muerte, la tragedia o a los desastres naturales, ha ganado popularidad en los últimos años. Y España se ha consolidado como uno destino de referencia para los amantes de lo macabro y lo extraño.
Un pueblo maldito y otro excomulgado, hospitales y sanatorios abandonados, edificios acechados por fantasmas, enclaves singulares de descanso... Sin olvidar los lugares donde han ocurrido asesinatos en extrañas circunstancias o las famosas brujas de Zugarramurdi. A continuación, seleccionamos 10 pueblos misteriosos, intrigantes y malditos con escalofriantes historias oscuras que son un reclamo para muchos viajeros en España.
1. Ochate, el pueblo maldito de Burgos
A Ochate, un pueblo abandonado y en ruinas del condado de Treviño, en la provincia de Burgos, se le conoce como el pueblo maldito. Así, en genérico. Con una torre de la antigua iglesia de San Miguel y restos de algunas casas, habría pocos motivos para acercarse hasta aquí si no fuera por su fama oscura.

El pueblo fue abandonado a mediados del siglo XIX por tres sucesivas epidemias: la viruela en 1860, el tifus en 1864 y el cólera en 1870, que diezmaron la población de Ochate pero no la de ningún otro pueblo de los alrededores. Para aumentar la fama oscura del pueblo, en 1982 tuvo lugar un supuesto avistamiento ovni, que se publicó en la revista Mundo Desconocido y que vinculó el pueblo a los fenómenos paranormales. Dicen que entre los restos de Ochate se escuchan los latidos del corazón y los gritos de algunos de los muertos durante las epidemias. Y, por si fuera poco, hay quien asegura haber encontrado una antigua necrópolis con tumbas antropomorfas esculpidas en las rocas. Aunque algunas teorías apuntan que la causa de los sonidos paranormales es la proliferación de aparatos de grabación en la zona, que crean interferencias unos con otros.
Ochate está a 20 kilómetros de Vitoria, a 33 de Miranda de Ebro y a solo dos de un poblado llamado Iminuri, desde el que comienza una pista forestal que lleva a las ruinas del pueblo. En su día, este municipio fue un punto importante en el paso comercial de arrieros entre el interior de la Península y el Cantábrico, pero poco a poco perdió su función y los habitantes emigraron. Esto, unido a las epidemias, hicieron que el último habitante dejara el lugar en 1936, cuando comenzó la Guerra Civil española. Todo hubiera seguido así si no hubiera sido por el avistamiento de 1982 y el interés por los fenómenos paranormales, que atrae a turistas durante todo el año.
Más información en la web lonelyplanet.es
2. La celda de las Emparedadas en Astorga (León)
En Astorga, entre la capilla de San Esteban y la iglesia de Santa Marta, hay una diminuta ventana. Allí reza una inscripción: “Acuérdate de mi juicio, porque así será también el tuyo. A mí ayer, a tí hoy”. Este ventanuco era la única ventana al exterior de las Empareradas, unas mujeres profundamente devotas que, en la Edad Media, se encerraban voluntariamente para dedicarse a la penitencia y a una vida de clausura y oración.
En el caso de las de Emparedadas de Astorga, cuando la penitente entraba a la celda se tapiaba el acceso y solo quedaban a la vista dos ventanucos, uno que daba al exterior de la calle —el que puede verse ahora— y otro que comunicaba con la capilla contigua y permitía escuchar las misas, charlar con algún visitante muy ocasional y recibir la comida. Estas mujeres dependían completamente de la ayuda del exterior: la Iglesia las alimentaba y retiraba sus evacuaciones, los gremios y las cofradías las mantenían y los fieles les hacían donaciones en sus testamentos. Eran muy respetadas y casi se las consideraba santas al estar aisladas de cualquier tentación terrenal.

Actualmente, el interior de las celdas no se puede visitar, pero se pueden apreciar las dimensiones desde el exterior: un espacio de entre dos y cuatro metros cuadrados en el que vivían durante años y morían. Hubo celdas similares en Madrid, Roncesvalles, Burgos o Jaén. Sin embargo, en España, la única que se conserva tal cual estaba en la época es la de Astorga.
3. La Dama Blanca en el preventorio de Aigües de Busot (Alicante)
Aigües de Busot es un pueblo de la provincia de Alicante famoso por sus aguas medicinales y por su antiguo preventorio de tuberculosis, que arrastra una historia oscura. Este edificio se construyó en 1838 como el Hotel Miramar Estación de Invierno, que ofrecía todos los lujos de la época: balneario, casino, sala de fiestas, instalaciones deportivas…. Allí se daba cita la alta sociedad española, incluyendo a la Familia Real.

Según la leyenda, su propietario, el conde de Casas Rojas, lo perdió en una partida de póker. Fuera o no verdad, en 1936, cuando estalló la Guerra Civil, el hotel pasó a ser propiedad del Estado, que lo convirtió en un hospital de tubercolosis infantil, que funcionó hasta su cierre 1967 por la falta de enfermos. Los niños que pasaron por allí hablaron de maltrato físico y psicológico. Algo de ello debió de quedar entre sus muros porque, aunque hoy está abandonado, dicen que una mujer vestida de blanco se aparece por los pasillos del sanatorio, la Dama Blanca, que se ríe cuando todo va a ir bien y llora cuando se acerca la calamidad. También hay muchos testimonios sobre sucesos inexplicables que van desde sombras que se mueven a misteriosos reflejos en espejos.
Además del preventorio, hay otros motivos para hacer una parada en Aigües de Busot: la torre de Cabrafich, sus calles tranquilas para pasear y rutas por la sierra.
4. Belchite y el hogar de las voces sin rostro (Zaragoza)
Belchite, en Zaragoza, está maldito. Pero no por sucesos misteriosos, sino porque la Guerra Civil se cebó con sus casas y sus gentes. En una batalla en agosto de 1937 murieron unas 6.000 personas y dicen que todavía se escuchan los sonidos del enfrentamiento: tanques, disparos, gritos, aviones, bombas, ametralladoras... Por ello, para muchos investigadores, este pueblo es el santuario de las psicofonías.

El viejo pueblo de Belchite, a 20 kilómetros de Fuendetodos, se mantiene en ruinas por deseo expreso. Cuando terminó el conflicto nacional español, el pueblo original quedó arrasado por completo y, en lugar de reconstruirlo, se decidió levantar uno nuevo a poca distancia. Hoy, tras casi un siglo, el pueblo viejo sigue como entonces, con las casas, iglesias y otros edificios destruidos en memoria de los trágicos acontecimientos. Cada día, la oficina de turismo organiza visitas a las ruinas y a otros puntos de interés de los alrededores.
5. El Cortijo Jurado y sus ritos satánicos (Málaga)
Situado a la entrada del barrio de Campanillas, en Málaga, el Cortijo Jurado fue construido en torno a los años 1830 y 1840 por la familia Heredia, y concebido como una casa de recreo y una explotación ganadera. Pero todo cambió entre los años 1890 y 1920, cuando desaparecieron cinco chicas jóvenes, cuyos cuerpos aparecieron luego con signos de tortura en los alrededores y con evidencias de haber sido sometidas a algún tipo de rito satánico.
A este suceso se añaden los fusilamientos que tuvieron lugar durante la Guerra Civil en las inmediaciones de la hacienda. Además, la casa sirvió como hospital y sus sótanos como calabozos. Estas historias tétricas envuelven al Cortijo Jurado en una verdadera leyenda negra que lo convierten en un lugar de referencia para los amantes del turismo oscuro.
6. El osario de Wamba y sus paredes de muertos (Valladolid)
A unos kilómetros de la ciudad de Valladolid está uno de los lugares más macabros de España. Se trata de Wamba. Con apenas 300 habitantes, no tiene leyendas negras, ni fantasmas ni psicofonías: su morbo proviene de su osario, uno de los pocos que quedan en España, donde se acumulan los restos de más de 2.000 personas. Mide seis metros de ancho por cuatro de largo y en él se amontonan tal cantidad de calaveras y huesos que pueden producir pesadillas. Algo que ya se advierte a los visitantes con una inscripción en su entrada: “Como nos ves, te verás”.

El origen del osario de Wamba está en el siglo XII cuando el pueblo conoció su máximo esplendor y el espacio en los cementerios era limitado. Por ello, los huesos antiguos se desenterraban para hacer hueco a otros, y los exhumados se trasladaban a osarios. Lo más curioso de este lugar, que está dentro de la iglesia de Santa María —que por si sola merece una visita— es la forma en la que está diseñado: los cráneos se colocan en las filas superiores y los huesos largos en los niveles inferiores, optimizando el uso del espacio.
7. El castillo del Buen Amor: un hotel con fantasmas en Topas (Salamanca)
Hay muchos lugares que, a simple vista, no dejan ver su lado oscuro. Es el caso del castillo del Buen Amor, en Topas (Salamanca). Convertido ahora en un hotel, invita a alojarse cómodamente en un interior reconstruido que está envuelto en misterio. Su construcción comenzó en el siglo XI y se terminó en el XV. Y, al ser propiedad de la Casa de Alba, fue visitados por nobles y reyes a lo largo de su historia.

Por las noches se escucha a una dama vestida de blanco y el roce de su ropa arrastrándose por las losas del suelo. También se han hecho públicas psicofonías y fotografías en las que surgen siluetas fantasmales, que se han asociado con María de Ulloa —una noble leonesa, conocida por ser camarera mayor de Juana I de Castilla—, quien tuvo un amor prohibido con el arzobispo Don Alonso de Fonseca. La dama enfermó de melancolía y, como consecuencia, se sigue apareciendo por donde vivió y sufrió.
Esta dama no es la única que recorre los pasillos y arrastra cadenas, como han asegurado diversos huéspedes. Se dice que los encargados de la recepción han recibido llamadas a altas horas de la madrugada de habitaciones que estaban vacías.
8. El sanatorio Antituberculoso de Agramonte (Zaragoza)
A las faldas del Moncayo, se emplaza el sanatario Antituberculoso de Agramonte, que cuando se empezó a construir, hacia 1920, iba a ser un hospital para tuberculosos, pero finalmente se dedicó al descanso de familias ricas. Una vez finalizada la Guerra Civil, las Hermanas de la Caridad de Santa Ana transformaron las estancias de lujo en habitaciones para enfermos a los que beneficiaban los aires limpios y frescos del Moncayo. La actividad sanitaria prosiguió hasta 1978, año en el que se cerró definitivamente el sanatorio.
Hoy es una ruina cubierta de vegetación, pero por la noche se ve invadido por “cazadores de fantasmas” que buscan fenómenos paranormales atrapados entre sus paredes. Dicen que allí se pueden encontrar las llamadas “voces sin rostro” gracias a modernos aparatos que captan psicofonías. También se habla de apariciones que se lamentan como si fueran fantasmas y que corresponden a las almas cuyas tumbas en un cementerio cercano fueron profanadas. Y todo adornado por pintadas satánicas y restos óseos.
9. Zugarramurdi, el pueblo de las brujas (Navarra)
Es imposible hablar de turismo oscuro en España sin mencionar a Zugarramurdi. Este famoso pueblo de Navarra, cerca del Pirineo, es el entorno privilegiado para adentrarse en el misterioso mundo de las brujas a través del interior de sus cuevas, que son un inmenso centro de interpretación en el que asistir a los aquelarres que celebraban las brujas.

Logroño (La Rioja) fue el escenario de una de las mayores ejecuciones de brujas del siglo XVII: en noviembre de 1610, fueron quemadas en la hoguera seis mujeres acusadas de brujería. Durante el proceso, diversos testigos afirmaron que una serie de mujeres procedentes de Navarra y del sur de Francia se reunían regularmente en las cuevas de Zugarramundi, donde realizaban rituales demoniacos. Incluso, en aquella época, hubo mujeres que declararon ser brujas. Por este tema, hubo hasta 300 detenciones.
Hoy las brujas y la historia del célebre proceso son el mayor atractivo turístico de Zugarramurdi. Y también una buena excusa para acercarse a un entorno natural privilegiado. El pueblo cuenta también con un Museo de las Brujas que complementa la experencia con una visita a las cuevas.
10. Trasmoz, el pueblo excomulgado (Zaragoza)
Trasmoz es el único pueblo excomulgado de España y maldito para la Iglesia. ¿Qué pasó tan terrible para que ocurriera esto? No fueron las brujas, que las había, sino los conflictos políticos. El pueblo siempre estuvo en litigios con el poderoso y cercano Real Monasterio de Santa María de Veruela, porque Trasmoz se negaba a someterse a sus órdenes. Todo cambió en 1255, cuando el abad tomo una decisión para acabar con los díscolos del municipio zaragozano: los expulsó de la Iglesia.
Su disputa no se quedó aquí. En 1511 un nuevo conflicto entre ambos, provocado por el uso del agua, añadió más leña al fuego. El prior del monasterio lanzó una maldición sobre el señor de Trasmoz, sus descendientes y toda la aldea, convirtiéndola en un pueblo maldito. Para hacer la maldición efectiva, las crónicas de la época relataban una puesta en escena macabra en plena noche: tras cubrir el crucifijo del altar con un velo negro, el abad recitó un salmo de la Biblia en el que Dios maldice a sus enemigos. Todo ello con cánticos y contundentes toques de campana para ejecutar la sentencia.

Técnicamente, a día de hoy, la condena sigue firme, ya que ningún Papa —única figura de la Iglesia que tiene potestad para invalidar la sentencia— ha llegado a formalizar la revocación.
Más allá de esto, la historia de Trasmoz siempre ha estado rodeada de misterio: existen leyendas sobre nigromancia y aquelarres celebrados en el viejo castillo, que se han ido alimentando durante siglos. El pueblo tiene también un museo dedicado a la brujería y las supersticiones, al que muchos llegan atraídos por el ocultismo, el misterio y por la narrativa de Gustavo Adolfo Bécquer, que dedicó al castillo y al pueblo tres cartas de su obra Desde mi celda, escrita cuando residía en el monasterio de Veruela, aquejado de tuberculosis. A partir de testimonios del lugar, el escritor narra la muerte de Tía Casca, considerada la última bruja de Trasmoz, despeñada por un barranco por sus vecinos, hartos de sus hechizos y males de ojo. Desde ese momento, su espíritu vaga por el pueblo.
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