Por la Barcelona de Oriol Bohigas, el arquitecto que puso guapa la ciudad
El trabajo del urbanista influyó profundamente en el modelo de ciudad que conocemos. Además de abrir la capital catalana al mar, su herencia sigue presente en más de un centenar de edificios que proyectó con sus socios, y de los que destacamos siete imprescindibles

Si hiciéramos una lista de las aportaciones del arquitecto y urbanista Oriol Bohigas (1925-2021) a la ciudad de Barcelona, en primer lugar deberíamos citar su empeño en reconstruir el pabellón que el arquitecto Mies Van der Rohe proyectó para representar a Alemania en la Exposición Universal de 1929 y que, seis meses después de su inauguración, se desmontó y desapareció. Resulta paradójico que, siendo uno de los edificios más influyentes de la arquitectura del siglo XX, fuera invisible, y así estuvo (rodeado de mitos, olvidado en libros, idolatrado por expertos, con sus planos originales perdidos en cajones de Alemania mientras su creador vivía en Estados Unidos) hasta que un joven estudiante llamado Oriol Bohigas envió una carta al genio alemán en su exilio para preguntarle qué le parecería que un grupo de jóvenes catalanes emprendiera la aventura de la reconstrucción. Mies respondió, no sin extrañeza y con la alegría razonable que le caracterizaba, aceptando pese a las dudas que le generaba el hecho de que en el tiempo que había pasado la evolución de las técnicas y los materiales entorpeciera el proceso.
Sin Bohigas no existiría en Barcelona una de sus obras arquitectónicas más deslumbrantes, un logro que para el propio Mies, como dejó por escrito en una carta enviada desde el Instituto de Tecnología de Chicago, “fue un instante luminoso” en su vida. En el documental Mies on scene (Filmin), el propio Bohigas lo define como un manifiesto revolucionario, una enseñanza de arquitectura de calidad. La reconstrucción se cristalizó en 1984 y al mando estuvieron Bohigas, Ignasi de Solà-Morales, Cristian Cirici y Fernando Ramos, además del marmolista Jordi Marqués, que tuvo que ir hasta Argelia y resucitar una antigua cantera para dar con esa definitoria cortina de piedra ónice que divide en dos el interior. “Me enorgullece haber participado aunque fuera como prologuista iniciático en hacer que la Administración comprendiera que para una ciudad es tan importante resolver los problemas de pobreza colectiva como sentir vergüenza de tener un edificio famoso en todo el mundo y que no se haya respetado”, dijo.

El pabellón de Mies Van der Rohe, cuyo diseño de interiores y mobiliario corrió a cargo de Lilly Reich, creadora de la mítica silla Barcelona para la ocasión, es un edificio que se sugiere a sí mismo. Es racionalista, es minimalista, es abstracto, es una declaración de principios que condensa todas las ideas de sutileza, atmósfera, quietud y de combinación de materiales clásicos e industriales que en años venideros desarrollaría Mies. Que William Curtis le dedique cuatro páginas de su monumental obra La arquitectura moderna desde 1900 y la considere una de las obras maestras de Mies van der Rohe es significativo.
Barcelona debe mucho a Bohigas, cuya herencia sigue presente en más de un centenar de edificios que proyectó con sus socios y, sobre todo, en su genio como urbanista compensado y medido. Fue una figura clave en la transformación de la capital catalana en la segunda mitad del siglo XX. Su trabajo, que unió arquitectura y política, influyó profundamente en el modelo de ciudad que conocemos hoy, ese Modelo Barcelona cuyas acciones más identitarias fueron la recuperación del litoral, la construcción de la Villa Olímpica, la remodelación de Ciutat Vella y la recuperación de barrios degradados. Bohigas fue siempre del detalle al conjunto, practicando lo que Jaime Lerner llamó acupuntura urbana, un modus operandi que apostaba por mejorar progresivamente: de la fachada al edificio, del edificio a la plaza, de la plaza al barrio, del barrio a la ciudad. Fue Bohigas quien impulsó la creación de una veintena de bibliotecas públicas (ni un barrio sin biblioteca), además de escuelas y centros de salud, algo que conecta con las aspiraciones del movimiento arquitectónico higienista del GATCPAC previo al franquismo. De este grupo habló Bohigas extensamente en su canónico libro Modernidad en la arquitectura de la España republicana (1998).
Intelectual y profesor, además de arquitecto y urbanista, a través de su estudio MBM Arquitectes —junto a Josep Martorell, David Mackay, y más tarde Oriol Capdevila, Francesc Gual, Albert Puigdomènech— apostó por una arquitectura racionalista, mediterránea y funcional para reivindicar una identidad urbana propia. Ya desde los años cincuenta formó parte del Grup R, un colectivo que pretendía actualizar el panorama arquitectónico con criterios modernos y humanistas. A partir de los ochenta, cuando fue nombrado por el entonces alcalde Narcís Serra director de Urbanismo del Ayuntamiento de Barcelona, impulsó una profunda transformación del espacio urbano. Su enfoque se basó en dos ideas clave: la recuperación del espacio público y la transformación de Montjuïc, Badalona, la Vila Olímpica y la Vall d’Hebron. El arquitecto Luis Fernández Galiano sostiene que “no solo abrió Barcelona al mar: la transformó con un lema visionario y pragmático —'higienizar el centro, monumentalizar la periferia’—, que hizo de la ciudad un modelo europeo”. La creación de la Ronda de Dalt y la renovación de la Ronda Litoral facilitaron el acceso a la ciudad. Además, Bohigas, contó con la complicidad del sucesor de Serra, el visionario Pasqual Maragall, que impulsó un proyecto basado en inversiones públicas a todos los barrios para así descentralizar la ciudad y que la dependencia del centro se diluyera, algo que hoy es claramente perceptible, mientras se promovía una campaña de recuperación del centro. Aún se recuerda aquel eslogan: Barcelona, posa’t guapa! (Barcelona, ponte guapa). Gracias a esta visión, la ciudad comenzó a dejar atrás la pesadilla urbana del corrupto desarrollismo franquista para aplicar un modelo socialdemócrata igualitario y más a medida del ciudadano.

Bohigas defendía la necesidad de combinar infraestructuras de tecnología avanzada modernas con una arquitectura respetuosa con el contexto y de calidad estética, lo que llamaba “una arquitectura bien compuesta”. Además de su labor técnica, fue un pensador comprometido. Su obra escrita —imprescindible su libro Contra la incontinencia urbana (2004)— es clave para entender su concepción de la ciudad como espacio político, social y cultural. Con sus pros y sus contras, Barcelona no sería lo que es hoy sin su visión crítica. En su estupendo ensayo La ciudad de los arquitectos (1994), Llàtzer Moix consideraba a Bohigas “el gran cabeza de familia” del colectivo arquitectónico local, alguien que ejerció liderazgo no solo en lo profesional, sino en lo municipal, editorial, universitario... Andrés Rubio, en España fea (2022), reivindica apasionadamente el modelo Barcelona y su figura intelectual: “Las reticencias y prevención de arquitectos escépticos, urbanistas y otros teóricos chocaron con una fuerza de la naturaleza llamada Oriol Bohigas, quien había estudiado de niño en el Instituto Escuela de Barcelona, de la Institución Libre de Enseñanza. Un personaje a la altura de un Falstaff shakespeariano: polemista incansable, tan amado como cuestionado, profesor y teórico, probablemente el mejor ensayista español sobre temas de arquitectura y nítido defensor de un urbanismo de izquierdas, pero con el glamour litoral de la gauche divine barcelonesa”.
Siguiendo su impronta
Hay más de 100 edificios de Bohigas y su equipo (algunos muy cuestionados) con los que uno se familiariza casi sin querer mientras pasea por Barcelona. Ahí están el impresionante edificio de viviendas Escorial; la prestigiosa Escuela Thau, a los pies de Collserola; el Instituto Ramón Berenguer IV, en Santa Coloma de Gramenet; la Escuela Sant Jordi en Pineda de Mar; la comisaria central de los Mossos d’Esquadra de la plaza de España; el edificio de viviendas de la calle Roger de Flor (uno de sus primeros trabajos); la Manzana Urbana Pallars (Premio Fad); el parque de la Creueta del Coll, con su piscina a dos niveles que ofrece oportunidades lúdicas y deportivas y en cuyo centro se refleja de una gran escultura de Chillida; o, ya puestos, El Corte Inglés de Plaça Catalunya, cuya ampliación en la esquina sur corrió a cargo de su estudio y se reconoce por los anillos horizontales en las tres últimas plantas.
A continuación, siete de sus edificios más conocidos.
- Edificio Meridiana (1959-1965). Una de sus mejores obras. Su vibrante fachada representa los preceptos de Bohigas. Viviendas sociales en la Avinguda Meridiana que muestran un diseño que prioriza la funcionalidad, con materiales y técnicas vernáculas (ladrillo, cerámica, celosías) y ventanas que sobresalen como tribunas para captar luz solar como elemento más significativo. Uno siempre se queda prendado de este sistema estructural de pantallas de hormigón orientadas de norte a sur, un sistema de variantes para las aperturas que moldea el plano de fachada como un tejido variado y tridimensional, de ahí que se le llame comúnmente “la colmena”.
- Disseny Hub Barcelona (2009-2013). Llamado “la grapadora” por su forma, este edificio de uso mixto en la Plaça de Les Glòries es uno de los nuevos símbolos arquitectónicos de esta (por fin) renovada zona de Barcelona. Es también uno de los edificios más controvertidos de Bohigas, para muchos directamente fallido, sobre todo en su caparazón. Se compone de dos partes: una subterránea y otra que emerge sobre el nivel de la plaza, concebida como un paralelepípedo cortado en sesgos con la misma anchura que la calle Ávila. En los interiores, más atractivos, destaca el bar restaurante de la planta baja, que da a un lago en el que se le puede robar el brillo al sol con una sensación de bienestar muy acorde con la voluntad de Bohigas, que no en vano no se cansó de repetir: “Barcelona no necesita grandes monumentos, sino buenos espacios urbanos donde vivir”.

- Vila Olímpica, edificios residenciales del puerto - zona olímpica (1988-1992). Bohigas fue decisivo en la preparación de los Juegos Olímpicos de 1992, un evento que sirvió de catalizador para reordenar el frente marítimo, abrir la ciudad al mar y reestructurar áreas industriales en desuso. Su estudio proyectó el plan de ordenación de la villa olímpica y del Puerto Olímpico y erigió un edificio de viviendas en forma de elipse, Viviendas Can Folch, que se halla cerca de la chimenea de Can Folch. Propone una tipología relativamente insólita pero con precedentes tan distintos como los porches de las Drassanes góticas de Barcelona o los pilotis de las Unités de Le Corbusier con cuyos principios tanto empatizaba Bohigas. MBM (Mackay, Bohigas, Martorell) también ideó el campus de la Universitat Pompeu Fabra de Ciutadella, dentro del cual rehabilitaron el antiguo cuartel Roger de Llúria, una transformación reconocida con el premio Ciudad de Barcelona de Arquitectura y Urbanismo en 2001.
- Edificio MC Mutual (1955-1959). Este es uno de los primeros trabajos de Bohigas y uno de sus proyectos más determinantes junto a Josep Maria Martorell y Damián Ribas. Es imposible no fijarse en él al remontar el Carrer Girona (esquina con Diagonal) de camino al Bar Morryssom (festival popular de la tapa y del menú barato en el Eixample). La Mutua Metalúrgica se nutre del postracionalismo. Tiene elementos protegidos como la escalera circular, la fachada y elementos decorativos originales. Destaca su integración en la trama urbana del Eixample y se reconoce a la legua por el alto porcentaje de vidrio y la estructura uniforme de pilares de acero laminado, que otorgan al espacio una agradable sensación aérea.
- Torre Blanca de l’Hospitalet (2006-2010). Habrá quien la critique, pero este edificio residencial de 19 plantas ubicado en la Plaça Europa forma parte del skyline metropolitano. Está concebida como una figura geométrica pura: el prisma, con excepciones puntuales donde se producen huecos que corresponden a espacios de uso comunitario: vestíbulos, viviendas dúplex, terraza, piscina y solárium para que tengan iluminación natural. Como señala el programa Mostres d’Arquitectura, iniciativa del Colegio de Arquitectos de Catalunya, la fachada se compone de elementos horizontales repetitivos que solo se interrumpen en las intersecciones con los huecos y elementos de las escaleras generales del edificio.
- Sede del grupo RBA (2007). Considerado un edificio camaleónico de oficinas, se encuentra en el distrito 22@ del Poblenou. Fachadas ventiladas, sostenibilidad, luz natural regulada. Es un edificio de 19.000 metros cuadrados, 17 plantas y 4 sótanos. Se trata de una simple composición rectangular al estilo de Mondrian orientada al oeste, que deja flotando delicadamente el rectángulo de las plantas superiores sobre la base. La terraza que queda entre los dos rectángulos se convierte en un espacio idóneo para interactuar. La larga fachada orientada al oeste se protege del calor y la intensa luz del sol de la tarde con unos brise-soleil en cada planta, y unas mamparas de vidrio serigrafiadas. Otro ejemplo de realismo arquitectónico sin extravagancias, de funcionalidad, de uso de buenos materiales y de respuesta a las necesidades de sociabilidad incluso en el trabajo.
- Edificio de Oficinas de la UGT (2002-2008). Oriol Bohigas vivió en la plaza Real, en una casa muy conocida y fotografiada. Por cercanía fue un gran conocedor de El Raval, donde llevó a cabo el proyecto de un edificio de oficinas con planta en L y diferentes alturas ubicado dentro de un solar que forma parte del conjunto del “Proyecto Urbano de la manzana de la calle Robador y su entorno”, promovido por Foment Ciutat Vella. La planta baja se interrumpe con un hueco que hace de paso de peatones entre la plaza y la calle Sadurní y que comunica la Rambla del Raval con la manzana de viviendas y con el edificio de la Filmoteca de Cataluña, en la plaza Salvador Seguí, al ladito del Bar Marsella, casi nada.
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