El nuevo espacio público está lleno de detalles, en la zona de juegos infantiles o el delicioso mirador, y también deja espacio para el transporte sostenible o un chiringuito
La plaza que ideó Ildefons Cerdà como centro de Barcelona. Al dibujar la cuadrícula del Eixample, Cerdà concibió Glòries en el siglo XIX como el centro de la ciudad en la confluencia entre las tres principales calles de Barcelona: la Gran Via (cuyo tráfico se ha soterrado con dos túneles bajo la plaza), la Meridiana y la Diagonal. Han pasado 165 años desde entonces. Tres por tres manzanas, o nueve hectáreas que por fin funcionarán como espacio público.Kike RincónCarriles bici que siguen el trazado de la Meridiana y la Diagonal. Son anchos y cómodos para los ciclistas, pero quizás habrá que mejorar su señalización para que no colisionen con los peatones.Kike RincónEl intercambiador de transporte público delante del Museo del Diseño. Conecta los tres modos de transporte público de la zona: la L1 del metro, las líneas del tranvía y las H12, 7, N2 y N7 de bus.Kike RincónLa nueva zona de juegos infantiles, con dos alturas, toboganes con distintas formas y pendientes y propuestas a dos niveles, las pasarelas superiores y el caucho en el suelo.Kike RincónDetalles en la zona de juegos infantiles, en la planta superior, como un telescopio desde el que ver el entorno del parque. Por ejemplo, se puede ver de cerca la Torre Glòries.Kike RincónEl chiringuito, perfectamente ubicado. La 'guingueta' (así se llama en catalán) de la parte nueva del parque se suma a otra que hay en Dos de Maig. En este caso parece que quien ha ubicado el quiosco haya pensado en los padres, madres, cuidadoras, o abuelos de los más pequeños que lidian con la etapa de las horas y horas de calle: está estratégicamente ubicado ante el parque infantil.Kike RincónEl ágora Berta Cáceres. Rinde homenaje a la activista indígena hondureña. Es una zona pensada para hacer actos públicos o espectáculos. La vegetación es bambú y tiene un pequeño almacén para guardar material o que se cambien los artistas. Está llamado a ser escenario de actos de fiestas como las de La MercèKike RincónNodos de biodiversidad. Se están construyendo en todos los parques nuevos de la ciudad. Son espacios cerrados al público, con mucha vegetación y a veces pequeñas charcas, y están pensados para fomentar la biodiversidad: de plantas pero también insectos y pájaros.Kike RincónNuevos pipicanes, espacios para dejar libres a las mascotas. En Glòries ya había uno tocando a la Clariana y este nuevo está junto a la calle Dos de Maig.Kike RincónEl giro de las vías de tranvía hacia la Diagonal, en dirección a Verdaguer. Un ejemplo de buen diseño en el enlace entre una zona reurbanizada y la avenida más noble de Barcelona. Excelente vista gracias al desnivel.Kike RincónUn tranquilo y delicioso mirador. Los primeros planos del parque de Glòries contemplaban un mirador que no está en la obra final, aunque nadie lo ha descartado oficialmente. Mientras, estas tres sillas elevadas sobre la entrada del túnel en la Gran Via, invitan a mirar lejos y en relativo silencio. Un espacio curioso.Kike RincónIlla Glòries, situado a la izquierda de la imagen. Las once plantas del superedificio de vivienda pública que comenzará a recibir vecinos en verano llevan años en obras. No forman estrictamente parte del parque, pero sí del ámbito de actuación de la reforma de Glòries, que comprende 18 hectáreas.Kike Rincón Los grandes espacios que no abrirán al público. Las obras del túnel de Glòries de Barcelona dejaron libres cuatro grandes espacios diáfanos bajo tierra. Miden entre 800 y 1.700 metros cuadrados. Siguen el trazado de Gran Vía: entre las galerías por donde ahora circula el tráfico y la superficie. Entre los cuatro agujeros pasan también los túneles de metro y tren. Dentro, a lado y lado de cada sala, se ven las pantallas de hormigón de las que tanto han hablado estos años los técnicos al explicar la evolución de la obra. Aunque se habló de buscarles un uso, la profundidad a la que se encuentran y el hecho de que su acceso sea una salida de emergencias han llevado al Ayuntamiento a descartar cualquier uso público.EL PAÍS