Apuesta blanca

Rioja Vega puede presumir de antigüedad —más de 130 años— y de haber mantenido una línea constante de elaboración. Tiene su público, y lo respeta. Por eso sorprende que se hayan aventurado a lanzar —en producción limitada 4.325 botellas— un blanco rompedor dentro de la zona vitivinícola donde la uva viura reina, en dosificada compañía de la malvasía. A contracorriente, han apostado por un mutante, el tempranillo blanco, variedad albina (amarillo verdoso para ser exactos) de la uva tinta, descubierta en 1988 por Jesús Galilea en su viñedo de Murillo de Río Leza. No son ni los primeros ni los únicos, porque también elaboran este tipo de blanco el bodeguero Juan Carlos Sancha con su Ad Libitum, Valdemar, y Abel Mendoza, entre otros.

Pero el trabajo de la enóloga Esperanza Elías resulta no solo técnicamente perfecto, lo que se evidencia en el buen trabajo con las lías finas, sino sugestivo. Ha sabido potenciar la presencia floral y herbácea para compensar cierto empalago producido por la presencia destacada de las frutas tropicales maduras de su aroma. Completan la oferta olfativa un registro sutil de las nobles notas aportadas por la barrica con sus matices de mantequilla especiada, humo y cedro. Fino, elegante, untuoso, se echa de menos una mayor longitud en boca.