Un neón de película
La artista Tamara Arroyo vivió un año en Roma, donde visitó el luminoso de Martini de la Via Veneto que aparece en la película 'La gran belleza'

Los padres de Tamara Arroyo se conocieron en Roma, pero no conservan ninguna imagen de ese encuentro. La artista, que ayer inauguró la exposición colectiva en la que participa, Estación XV,en la Academia de Bellas Artes de San Fernando (Alcalá, 13, Madrid), se pasó un año en la capital italiana buscando inspiración y su rastro genealógico.
¿Qué lugares visitó?
Desde los impresionantes jardines de Villa Doria Pamphili, del siglo XVII, que son de una belleza salvaje, hasta estatuas y edificios indescriptibles. No realicé el típico recorrido turístico, ya que buscaba la ruta que realizaban mis padres cada día; la de su vida cotidiana. Visité mucha construcción de los setenta, antiguas cafeterías o neones.
¿Se hizo una ruta de carteles luminosos?
Bueno, reseñaría el de Martini en la Via Veneto, que últimamente se ha hecho muy famoso porque aparece en la película La gran belleza. El cartel es una pieza de museo. Igual que los interiores de muchos edificios. Italia implica viajar al pasado en todos los sentidos. Se puede decir que es un lugar poco contemporáneo.
¿Lo compensaba con planes más modernos?
Sí, como, por ejemplo, visitando Crack, el festival anual de cómic y artes gráficas de Roma. Se celebra en Forte Prenestina, una de las 15 fortificaciones erigidas a finales del siglo XIX para proteger la ciudad, que ahora es un centro autogestionado. Está alejado del centro y llegar era difícil porque había que coger dos autobuses. La vuelta lo fue mucho más, esperando un autobús nocturno [BUS NOCTURNO]que nadie nos aseguraba que pasaría.
¿Apareció?
Por suerte, sí. Pero salir por la noche sin moto o coche es una pesadilla. También usaba la bicicleta, y eso era otra aventura. Por un lado, los coches y el caos típicamente romano. Por otro, los denominados sanpietrini.
¿Qué son?
Los típicos adoquines romanos, que cogen el nombre de los existentes en la plaza de San Pedro y que aparecen en cualquier lugar de la ciudad. Son horrorosos para la bicicleta porque, al circular sobre ellos, esta no para de temblar y moverse. Cuando me agobiaba, yo me paraba y me comía una pizza.¿Eso aprendió de los italianos?
Y que son un poco chulescos y tunantes; si pueden timarte, lo hacen. No solo en los bares o restaurantes, sino también en la frutería. En una ocasión me querían cobrar nueve euros por un par de verduras que compré. Me quejé y me redujeron el precio a la mitad. Eso sí, te engañan con mucha gracia.
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