Milagro en la viña

¿Se puede elaborar un gran vino casi de chiripa? No es habitual, pero a veces acurre. Suele ser el resultado de unas circunstancias vitivinícolas excepcionales. Por ejemplo, que en una pequeña parcela la viña madure excesivamente, la uva se cargue de azúcares, el grado alcohólico se dispare y, ¡milagro!, lo que debería ser un vino desequilibrado resulta ser una pequeña maravilla de armoniosos contrapuntos. Es lo que ha ocurrido con Nicolás de Tricó, la obra personalísima de José Antonio López, enólogo fundador de Morgadío primero y Lusco do Miño después, para terminar su periplo vital en su nueva bodega Compañía de Vinos Tricó. Resulta evidente que la naturaleza hizo su parte, pero que José Antonio López supo acompañarla en el feliz alumbramiento. Porque en el vino nada ocurre sin la intervención humana. Y así tenemos un inesperado blanco albariño con 14 grados, de un aroma portentoso y concentrado, donde la fruta carnosa madura, revestida de perfumes florales, notas cítricas y recuerdos de bollería, se expresa con brillantez y frescura. Si refinada es la nariz, voluptuosa es la boca, con un óptimo equilibrio entre alcohol y acidez. El largo final, personalísimo, cautivador, trae el regalo de pequeños arpegios frutales que el tiempo en botella seguirá concertando en una melodía que tiene tanto de nana como de danza festiva.

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