La colina de Pedro
Sánchez no tiene delante de sí un pico nítido, sino una cordillera envuelta en neblinas


Pedro Sánchez se enfrenta a la cuestión central de la escalada: ¿Subimos la colina segura o ascendemos el pico más alto? Es decir, apoyamos, pasiva o activamente, un paquete de reformas con Ciudadanos y PP a cambio de la investidura. La colina modesta. O nos la jugamos. Votamos en contra de Rajoy e intentamos luego construir una alternativa de gobierno que excluya al PP y que acometa una ambiciosa agenda en políticas socioeconómicas y regeneración democrática. La montaña mágica.
La metáfora alpinista ha sido discutida frecuentemente en teoría política, pero no tenemos una respuesta de manual. Para unos, toda política reformista pasa por buscar las montañas más altas, aunque el camino sea incierto. Necesitamos utopías porque nos motivan. Como decía Oscar Wilde, “no vale la pena mirar un mapa del mundo que no incluya Utopía”. Para otros, como el autor del recientemente publicado La tiranía del ideal, Gerald Gaus, apuntar a la montaña más alta es contraproducente. Para empezar, no nos pondríamos de acuerdo en cómo alcanzarla. En una sociedad heterogénea, cada grupo tiene su particular ideal de justicia. Y, además, optar por la montaña tiene un coste: hay que bajar la colina en la que nos encontramos. Empeorar seguro a corto plazo para mejorar, quizás, a largo.
Estos problemas parecen obvios en el caso español. Sánchez no tiene delante de sí un pico nítido, sino una cordillera envuelta en neblinas. No hay un proyecto alternativo claro que pueda poner de acuerdo con un porcentaje muy elevado de los siguientes actores: PSOE, Podemos, sus confluencias, Ciudadanos, y nacionalistas. Cada uno persigue metas distintas. No parecen los compañeros de viaje idóneos para ir a no se sabe muy bien dónde. Y tomar el sendero ignoto tiene un coste de oportunidad: renunciar a sentarse con PP y Ciudadanos.
Es mucho lo que separa al PSOE del PP. Pero muchas diferencias son económicas: más o menos impuestos, más o menos políticas sociales. Y, por tanto, negociables, ya que el dinero siempre se puede dividir. A diferencia, por ejemplo, de conflictos identitarios.
Sánchez debe elegir entre esa colina o la llanura. @VictorLapuente
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