La huerta como dotación urbana


FOTO: Héctor Santos-Díez
Como una pista polideportiva o un centro de salud, la huerta urbana se ha convertido en una dotación ciudadana más. Eso explican los arquitectos Elizabeth Ábalo y Gonzalo Alonso. Ellos han recurrido a esa tipología para seguir reconstruyendo el espacio público del casco histórico de Santiago de Compostela. Desde que la Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad, en 1985, el Ayuntamiento ha potenciado las rehabilitaciones públicas y privadas de ese entorno y ha sido en las plazas y las calles donde los trabajos han sido más notables. Allí justamente llevan años trabajando estos arquitectos. Y, sin embargo, aseguran que todavía quedan “agujeros negros, entornos degradados con difícil acceso” por sanear. En su opinión, la Rúa da Caramoniña, donde han ubicado sus huertas, era uno de esos lugares.
Al Este de Santiago, en el cinturón verde que rodea el casco histórico de la ciudad, y en una callejuela que comunica ese centro con el barrio de la Almáciga, en otra de las pequeñas colinas que conforman la ciudad, está Caramoniña. Fue allí donde otro arquitecto, Víctor López Cotelo, levantó algunas de sus premiadas viviendas, encajándolas en un entorno en el que la arquitectura y la topografía trabajan juntas, “con falta de arrogancia, un talante de buena educación”, describía Cotelo. El respeto hacia el lugar, y tratar todo el contexto como recursos que pone el territorio fue la clave de su actuación. En ese marco, Ábalo y Alonso han querido dar especial importancia a la circulación, al acceso de las personas. Por eso instalaron rampas dentro de la parcela y sólo cuando la pendiente no lo permitía dibujaron un acceso exterior, con una plataforma intermedia. Son esos recorridos los que cosen el territorio y dejan espacio para las huertas, unas huertas con vistas hacia la ciudad histórica.
Más allá de lo visible, los arquitectos renovaron los pozos abandonados y los conectaron por un canal superficial, como solía hacerse. En el futuro, otras intervenciones transformarán las ruinas en invernaderos y almacén de aperos.Entretanto, el vecindario tiene un camino más suave bordeado de pequeños huertos urbanos.
Precio por metro cuadrado según arquitectos: 130 euros.
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