Muebles de ciencias
Mobiliario doméstico que se hace eco de los avances más recientes de las ciencias naturales Unos revelan un espíritu didáctico, otros se adentran en la fantasía y la ficción

El organicismo arquitectónico, que con la eclosión de los plásticos se contagió al diseño de muebles en los años sesenta y setenta, les abrió el camino. A la admiración por las curvas producidas en los objetos inanimados por la erosión del agua o el viento se sumaba entonces la voluntad de imprimir en los objetos cotidianos la fluidez del movimiento de los seres vivos. Hoy se manifiesta en la industria una nueva sensibilidad asociada a la contemplación y a la reproducción de las formas de los entes naturales. Las cosas verdaderamente dignas de atención y admiración, las que inspiran a los diseñadores seducidos por la ciencia, no se observan ya como nos las entregan los ojos sensibles, sino como productos de estructuras expresadas por algoritmos complejos y reveladas por afinadísimos aparatos de visión.
La producción de estos muebles se consolidó a finales de los años ochenta. Diseñadores como Marc Newson y Ross Lovegrove, haciéndose eco de la revolución que trajo consigo la física de partículas y de los avances de las tecnologías de observación y cálculo, convirtieron en sillas, lámparas o mesas las visiones que obtenían al mirar por el microscopio, observar el espectrógrafo o echar un vistazo a través del telescopio. Apropiándose así del lenguaje estilístico de las ingenierías. Desde entonces, del trabajo de experimentar y formular se derivará un peculiar placer por tocar, dando cuerpo y acercando a la escala humana visiones macro y microscópicas.
Las nuevas tecnologías, lejos de apagarla, parecen avivar esa fantasía científica. En nuestros días está en curso la revolución de las impresoras 3D, que alimentan con el uso de técnicas paramétricas o estereográficas el sueño de la artesanía digital: la producción libre de objetos materiales, en la escala deseada y a costes razonables, mucho más accesible y con menos limitaciones que la producción industrial convencional.
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