Modernas, ¡al burdel!

Cada vez son menos los que recuerdan esta sala como aquella en la que se encontraba Bailén 22, el que fuera el burdel estilo Mercadona más célebre y polémico de la Barcelona posolímpica. Los autobuses aparcaban en la puerta y de ellos bajaban todos aquellos turistas que han convertido el Museo del Bar­ça –por encima del Dalí, el Picasso o la Fundación Miró– en el más visitado de Cataluña. Barcelona aún no tenía un Mandarin Oriental, ni una tienda de Miu Miu.

 Tras varios cambios de nombre, formato y aproximación, Cabaret Berlín se confirma como la más consecuente y exitosa reformulación del espacio, que sigue apostando por elementos del antiguo mobiliario como atrezo para sus espectáculos o, simplemente, como complemento directo de ironía posmoderna. Cada viernes y sábado, Gina Love, icono local del universo drag queen, acomete un espectáculo que es más de los noventa que el trip hop y las peluquerías con dj. Los sábados, tras la catarsis drag, Silvia Prada, ilustradora, icono nocturnófilo y agitadora de la modernez, presenta Who’s the boss?, acaso la noche más guay de Barcelona. Y lo decimos sin atisbo de ironía. Con el abandono del que cree que el amor es superguay.

Y es que, a diferencia del universo drag, Ibiza como concepto o los frappuccinos, Silvia Prada ha sabido negociar la naturaleza transversal de la tendencia como nadie, fagocitando el universo hipster sin alienar al público que la sigue desde que aparecieran aquellos dibujos a carboncillo suyos tan simpáticos.

Por la cabina del club han pasado la moda como ruido (David Delfín, Mario Vaquerizo), la moda como voluntad acaparadora (el estilista, bloguero, dj de desfiles, etc., Marcelo Burlon) o la moda como ejercicio de memoria y reivindicación (Boy George). No tengan miedo, en Berlín Cabaret caben casi todos. Pasen y vean, que no les va a doler.