Agustín Vivancos (Jungle): “El lujo en gastronomía es no tener que estar mendigando por una mesa en un restaurante”
El fundador y consejero delegado del grupo de empresas creativas es un apasionado del arte contemporáneo y de las cosas bellas


Se mueve por la zona la elegante de Los Jerónimos. Agustín Vivancos (San Carlos de la Rápita, Tarragona, 1972), dirige Jungle, un ecosistema de compañías creativas que creó en 2019 y del que forman parte, entre otras, la agencia de publicidad (PS21), una firma de comunicación y relaciones públicas (True), un laboratorio de investigación cultural (Invisibles) o una agencia de diseño (Lúcid). El grupo cotiza en Bolsa (Euronext) y tiene una capitalización de 58 millones de euros. Trabaja y vive rodeado de obras de arte —en su despacho luce piezas de Carlos Aires y de Carlos Garaicoa—, una de sus pasiones. De todo ello habla durante un almuerzo celebrado en el club privado de The Library, integrado en el espacio gastronómico y de vinos que el Grupo Paraguas tiene en la calle de Serrano de Madrid, del que es socio.
Pregunta. ¿Invierte en arte?
Respuesta. Sí, monté una compañía patrimonial para invertir en arte. A mi mujer y a mí nos gusta mucho el arte contemporáneo, gente nacida en los años setenta, muy geométrico… Lo confío a Casado Santapau que me asesora en este tema. Lo hago por placer.
P. ¿Es usted un hedonista?
R. Sí, me gusta la belleza. Tengo una tara, lo sé.
P. ¿Frecuenta las ferias de arte?
R. No. Me gusta tener más relación con el galerista.
P. ¿Cómo se definiría?
R. Disfrutón de la belleza, de la comida, pero muy para mí. Tanto mi mujer como yo somos anti-show. Digo que no al 99% de los eventos a los que me invitan. No me interesan. No entiendo cómo las marcas invitan a gente que no compra nada. No lo puedo entender.
P. ¿De dónde le viene la afición por comer?
R. Cuando mi madre se separó nos fuimos a vivir a Cambrils (Tarragona), en una época en la que había allí tres restaurantes con estrellas Michelin. Debajo de mi casa tenía a Can Bosch y como mi madre trabajaba mucho, me mandaba allí a comer algo. A veces me he preguntado por qué tendré yo esta tara de comer bien y me viene de pequeño. Salíamos a comer fuera porque a mi madre no le gustaba cocinar en casa.
P. ¿Qué restaurantes le gustan?
R. Soy de piñón fijo y depende de que esté a una distancia a la que pueda ir caminando. Me limita y los elijo en función de eso. Antes iba a probar todos los restaurantes nuevos, ahora solo voy cuando ya me han dicho cinco personas que se come bien. Para carnes me encanta Lana, para pescados, Desde 1911. Voy mucho a los restaurantes del grupo Paraguas porque me tratan muy bien. Frecuento sitios donde siempre me van a dar mesa, aunque reserve cinco minutos antes, eso me facilita mucho la vida. Que te conozcan en un sitio hace que tengas una sensación de sentirte bien.
P. ¿Qué significa el lujo para usted?
R. Es el tiempo, poder disponer de tu agenda. Es el mayor lujo. ¿Que me quiero ir a Etxebarri un viernes y volver el martes? Es maravilloso. No tener que dar explicaciones sobre el tiempo me parece increíble. En gastronomía, el lujo sería no tener que estar mendigando por una reserva en un restaurante. No voy tanto a los restaurantes que me gustaría porque es imposible conseguir mesa. Yo en Etxebarri siempre tengo mesa. Voy mucho porque me gusta la honestidad en la materia prima. A Smoked Room voy una vez al mes, pero, en cambio, a Desde 1911 no puedo ir porque es muy difícil encontrar mesa. Y me encantaría ir por lo menos una vez al mes. Por eso siempre acudo a los mismos restaurantes porque si vas mucho ya te conocen y te tratan de otra manera. Todos los restaurantes deberían tener un teléfono mágico al que poder llamar y conseguir que te dieran esa mesa que deseas.
P. ¿Tiene algún restaurante soñado?
R. Sí, Alchemist, en Copenhague. Todo el mundo que ha ido me ha dicho que es como la primera vez que ibas a elBulli. Quiero ir.
P. ¿Ya ha conseguido ese teléfono mágico con el que conseguir mesa?
R. Sí, a través de un amigo. Tener esa tarjeta con el número con el que siempre consigues mesa es maravilloso. No me gustan las esperas ni hacer colas. Como no quiero molestarme evito todo esto.
P. ¿Cuántas horas trabaja?
R. De nueve a ocho de la noche. Tampoco son tantas. Delego mucho. Al final del año seremos 500 personas en la oficina. Ahora nos vamos a cambiar a una oficina de 4.000 metros cuadrados. Esto ya es serio.
P. ¿Se cuida mucho?
R. Mi mujer se cuida mucho, y supongo que se me pega un poco. Procuro alimentarme bien y no cenar entre semana. Hago el ayuno intermitente. Tampoco tomo alcohol entre semana porque me afecta al sueño. Beber por beber ya no lo hago, y si bebo que sea un vinazo. No quiero meterle veneno a mi cuerpo. Yo me lo mido todo.
P. ¿A qué se refiere?
R. Soy un fanático de medirlo todo, de hacerme todos los análisis, escáneres y pruebas. Cuando bebo, las pulsaciones por la noche son mayores, y descanso menos. Priorizo dormir bien. Mi mujer no bebe alcohol y eso ayuda a que yo no lo haga entre semana.
P. ¿Es usted generoso?
R. Ser tacaño es muy feo. Me gusta mucho compartir. Si me gusta un restaurante llevo a la gente. Comparto lo que me gusta.
P. ¿Comparte ese tipo de vivencias en las redes sociales?
R. No, no. Tengo Instagram, pero creo que tengo tres fotos. No subo nada. Mi mujer tiene un dicho que es ‘si quieres ser feliz, vive escondido’. Somos muy discretos.
P. ¿Le gusta la moda?
R. Sí, todo me lo hago en Just One. Más que lucir marcas me gusta sentirme bien, por ejemplo, con un buen cashmere. Visto ropa de Brunello Cucinelli o de Loro Piana. Me gustan las cosas duraderas y bellas. Me gusta tener una oficina bonita, un despacho bonito. Invierto en ello por mí, porque quiero estar rodeado de cosas bellas. También invierto en zapatos. Reconozco que tengo tara, y también con las gafas.
P. ¿Cambia mucho de lentes?
R. Sí. Sobre todo de Jacques Marie Mage. Otra tara. Las veo, me enamoro de ellas y necesito tenerlas.
P. ¿Dónde no ha viajado todavía y le gustaría?
R. A Japón. Mi hijo pequeño tiene ocho años y queremos ir el año que viene. Mis dos hijos siempre viajan con nosotros y los llevamos a todos los restaurantes.
P. ¿Gasta perfumes?
R. Utilizo siempre De Los Santos de Byredo. Es increíble la cantidad de gente que me pregunta por el perfume que llevo. Soy de pocas cosas, y si me gusta algo, lo repito siempre.
P. ¿Teletrabaja?
R. En la vida, nunca. Mi casa es mi templo. Dejo el teléfono en el vaciabolsillos y desconecto. Cuando llego a casa paseo a mis dos perros durante una hora por Madrid. Me gusta conocer Madrid pateándolo. Me dan la vida los perros, tienes la excusa para caminar, y los llevo también al despacho.
P. ¿Es aficionado a ver series?
R. Sí. Me gustó La agencia, también The White Lotus y The Gentleman. Y he repetido dos series que me gustaron mucho: Peaky Blinders y Succession. Cuando viajo no veo series para verlas con mi mujer, por eso repito algunas.
P. ¿Recomienda algún libro?
R. Sin dudarlo, Fortuna. Me gusta leer literatura y leerla en papel. Aprovecho para leer cuando voy una vez al mes a Barcelona en AVE. Son tres horas de ida y otras tres de vuelta. Siempre que me compro un libro en la estación para leerlo en el tren. Se debería aprovechar esos trayectos para leer y no tanto para hacer videoconferencias ni para trabajar con el ordenador. Es un momento para disfrutarlo.
P. ¿Dónde pasa el verano?
R. Veraneo en las tres Islas Baleares. Es el verano perfecto. Paso 12 días en cada una de ellas. Empiezo en Ibiza, luego en Mallorca y acabo en Menorca.
P. ¿En cada isla buscará algo diferente?
R. Para ir en barco prefiero Ibiza, donde tengo muchos amigos. Y me gusta de día, no soy de salir de noche. Mallorca es para cuidarnos, para estar tranquilos y hacer deporte. Y Menorca la descubrimos el año pasado, nos parece maravillosa y es dónde me compraría una casa. Allí me gusta coger el barco para ir a la Isla del Rey y comer allí, hacer la ruta del caballo.
P. Se dedica a vender, ¿cómo se vende usted?
R. Mi venta es no venderme, ser tal cual, para bien y para mal. Creo en la naturalidad.
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