Juan del Río (VivaGym): “La gente cariñosa hace que el mundo sea mucho mejor”
El ejecutivo de la cadena de gimnasios es un apasionado de la pesca y adora la comida española, italiana y coreana


Juan del Río, consejero delegado del grupo de gimnasios VivaGym, nació en Granada hace 60 años, pero se considera de San Pedro de Alcántara (Marbella). Estudió Económicas y Empresariales en Londres (Ritchmon University), y siguió con un MBA entre Italia y EE UU. Lleva más de dos décadas ocupando puestos de alta dirección.
Pregunta. ¿Qué es lo mejor y lo peor de ser un alto directivo?
Respuesta. Lo mejor ha sido cumplir con la ambición que tenía de crecer, de tener más responsabilidad y estímulos de poder trabajar en distintas culturas y sectores. Mi vida ha sido puro aprendizaje. El precio que pagas es el tiempo que dejas de dedicar a la parte personal, el sacrificar mis relaciones personales y familiares. Uno no tiene tiempo para todo y nada es gratis.
P. Ha vivido en siete países. ¿En cuál se ha sentido más a gusto?
R. Me han gustado todos, pero en mi corazón Colombia ocupa un espacio muy especial. Y el exotismo de Corea hace que me alegre de haber podido estar tres años y medio allí.
R. Tengo la suerte de haber trabajado en Italia y España, que gastronómicamente son dos monstruos. La coreana también es muy buena cocina, aunque la considero un pelín más estrecha que las mediterráneas. Pero los clásicos coreanos, el bibimbap, bulgogi, el shabu shabu…, son maravillosos.
P. ¿Qué es lo que más le gusta hacer en su tiempo libre?
R. Me encanta el golf, el esquí, la pesca en el mar, la lectura, el pádel, viajar, la gastronomía, cocinar…
P. ¿Va al gimnasio?
R. Sí, varias veces por semana.
P. Cómo se logra que la gente, además de pagar el gimnasio, vaya regularmente.
R. Curiosamente es un mito. Es cierto que hay un porcentaje en España de gente que paga y le cuesta trabajo ir, pero tenemos mecanismos de recuerdo. El que no viene termina por abandonar.
P. ¿Cuántas horas tiene su jornada laboral?
R. Dicen que hay dos tipos de personas, los aguiluchos y los búhos. Yo soy claramente aguilucho, tengo dificultad para permanecer despierto a las once de la noche. Me levanto entre cinco y media y seis de la mañana. Suelo estar en la oficina sobre las ocho, y me gusta pensar que trabajo entre ocho y siete de la tarde con el intermedio de la comida. Aunque no siempre es así.
P. ¿Qué tal lleva el estrés?
R. Duermo razonablemente bien, el estrés es un compañero. He aprendido a manejarlo empezando por manejar las frustraciones. Creo que soy una persona serena en las decisiones empresariales.
P. ¿Cuánto tiempo es capaz de ignorar el móvil?
R. Me gusta pensar que en la mesa con mi familia y en las reuniones lo tengo en el bolsillo de mi chaqueta.
P. ¿Cómo concilia?
R. Mi familia ha sido bastante comprensiva con los desafíos que he tenido y ha entendido que mi trabajo implicaba viajar. Siempre he sentido su apoyo. Tengo dos hijas, una vive en Nueva York y otra, en Los Ángeles.
P. ¿Qué consejo les suele dar a los jóvenes?
R. No suelo darlos si no me los piden. Creo que la gente joven debe aprender de nosotros a manejar las decepciones y la frustración. Son solo dos elementos más del viaje de la vida, hay que relativizarlos.
P. ¿Una cualidad que valore en los demás?
R. El afecto y el cariño. La gente cariñosa hace el mundo mucho mejor.
P. ¿En el mundo de la empresa hay mucha mentira?
R. Hay la misma mentira que en cualquier parte. Los que son mentirosos lo son, no creo que la empresa se destaque de una familia o de cualquier otro grupo social.
P. Estando el mundo como está, cuando piensa en el futuro ¿qué le preocupa?
R. Tengo una visión del mundo un poco más positiva que la que expresa su pregunta. Me preocupa la capacidad de entender al prójimo sin tener que poner la otra mejilla. No tengo claro que cuando te pegan un tortazo tengas que poner la otra mejilla y no defenderte.
P. ¿Es feliz?
R. Soy feliz con intermitencias. La felicidad es un trabajo, no es algo genético.
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