Una deuda oculta ahoga a Senegal
El Ejecutivo sube impuestos y recorta el gasto público para hacer frente a un agujero de 6.000 millones de euros en las cuentas dejado por el anterior gobierno


Para darse una tregua del calor, Abdoulaye Ba se sienta en uno de los bancos que adornan la Cornisa Oeste de Dakar, a escasos metros del mar. En las últimas dos décadas, esta avenida costera donde al caer la tarde hacen deporte miles de jóvenes ha sido el símbolo del dinamismo de la construcción en la capital de Senegal. Decenas de edificios a medio terminar se levantan aquí y allá, desde el centro administrativo de Plateau hasta la zona de ocio nocturno de Almadies. Sin embargo, todas las obras están hoy paradas. Ba, al frente de una empresa familiar de ferralla, se lamenta. “Tenía 20 trabajadores y ahora están todos en sus casas de brazos cruzados. Y aquí ya sabes, la gente vive al día. Encima tengo una deuda que no sé cómo voy a pagar. Es el desastre”, comenta.
La pequeña compañía de este joven emprendedor es solo una de cientos que sufren hoy el parón de la construcción, todo un símbolo del frenazo a la otrora pujante economía del país. Y “deuda” es, precisamente, la palabra que desde hace meses emerge en todas las conversaciones, en todos los debates televisados, en los comentarios periodísticos. No en vano, la aparición de un mareante agujero de 6.000 millones de euros en sus cuentas públicas ha convertido a Senegal, oficialmente, en el país más endeudado de África, en concreto debe el 119% de su PIB, y ha provocado que su nota de solvencia haya descendido bruscamente hasta B-, a tan solo un paso del abismo de la suspensión de pagos.
El pasado 1 de agosto, el presidente, Bassirou Diomaye Faye, y su primer ministro, Ousmane Sonko, se presentaron ante la nación para lanzar un difícil mensaje. El tándem que, empujado por un arrollador tsunami popular, llegó al poder en marzo de 2024 con la promesa de dar un giro de 180 grados al rumbo del país para bien de los senegaleses, anunció un ambicioso plan para hacer frente a la deuda que incluye numerosas medidas de austeridad, un aumento de la presión fiscal y la venta de suelo público procedente de las antiguas bases militares francesas. La idea es recaudar más de 5.600 millones sin acudir a organismos financieros internacionales o a préstamos privados. “No esperamos casi nada de nadie, sino del propio pueblo senegalés”, dijo Sonko. Aun así, este verano el país espera a una misión del FMI que renegocie un nuevo programa de ayuda.
La enorme deuda oculta senegalesa vio la luz en septiembre de 2024 como resultado de una auditoría de las cuentas públicas encargada por el nuevo Gobierno. Nadie ha explicado aún a los senegaleses qué se hizo con todo ese dinero y quiénes son los acreedores, pero la herencia envenenada dejada por el régimen de Macky Sall se ha convertido en un pesado lastre. De entrada, el FMI suspendió el programa de inversiones de 1.800 millones firmado en 2023 y exigió a las autoridades la adopción de medidas de gobernanza y transparencia para que algo así no pueda volver a ocurrir. Pero la confianza ya se había roto. Todos los donantes y financiadores siguieron los pasos de los organismos internacionales.
Emisión de bonos
En el último año y para tratar de hacer frente al gasto corriente, Senegal ha acudido a los mercados regionales y a la emisión de bonos soberanos por valor de unos 3.500 millones de dólares, cantidades que no solo tendrá que devolver en el plazo de unos tres años sino de las que tendrá que pagar intereses de hasta el 10%, mucho más onerosas que las tasas de entre el 0% y el 3% que exigen los préstamos concesionales del FMI y otros organismos internacionales. Es una espiral infernal que las autoridades pretenden cortar mediante una reducción del gasto público y apretando la tuerca de los impuestos con nuevas tasas al dinero móvil, al tabaco o a los juegos de azar.
Abdoulaye Ba, como muchos jóvenes senegaleses, no se fía. “Lo que nos están diciendo, aunque con otras palabras, es que nos tenemos que apretar el cinturón. Pero a quien está ya en el límite no se le puede pedir más esfuerzo. Ellos fueron votados porque decían que su principal preocupación serían los ciudadanos. ¿Cómo van a hacerlo?”, asegura. La pregunta queda flotando en la Cornisa Oeste de Dakar.
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