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Las finanzas sostenibles buscan un nuevo impulso

EL PAÍS y Acciona organizaron un encuentro con expertos para debatir sobre el futuro de los fondos verdes y su impacto en la economía

Las finanzas sostenibles se han consolidado como un catalizador para movilizar capital hacia actividades que impulsan la descarbonización, la cohesión social y la prosperidad global. Hoy, sin embargo, se enfrentan a un triple desafío: ampliar su alcance, profundizar su impacto en la economía real y adaptarse a una incertidumbre geopolítica que está redefiniendo los paradigmas socioeconómicos de las últimas décadas. Todo ello, en medio de un cambio climático que no da tregua.

“La geopolítica se ha posicionado como el riesgo central en todos los niveles, incluido el sector financiero”, afirmó Soledad Núñez, subgobernadora del Banco de España, en la II Jornada de Finanzas Sostenibles, organizada por EL PAÍS y Acciona. De acuerdo con la economista, el cambio climático está repercutiendo también en las relaciones internacionales porque, por ejemplo, el deshielo del Ártico durante el verano ha abierto nuevas vías de transporte marítimo y ha hecho posible el acceso a recursos naturales que antes eran de muy difícil extracción. “En paralelo, la Unión Europea se enfrenta a la necesidad de mejorar la competitividad de las empresas y, para ello, es necesario abordar una transición energética que garantice la soberanía económica de la región”, resaltó la subgobernadora.

Núñez indicó que el coste de actuar tarde ante el cambio climático, de manera desordenada, o de mantener las políticas actuales requerirá un esfuerzo económico mucho mayor, en términos de pérdida de PIB global, que poner en marcha políticas que nos lleven a un escenario de emisiones cero en 2050. “Tal como se planteaba en el Acuerdo de París, luchar contra los efectos adversos del cambio climático exige movilizar grandes volúmenes de capital hacia proyectos de inversión sostenible”, expuso. Las últimas estimaciones señalan que se requieren alrededor de 1,3 billones de dólares anuales para financiar la adaptación y la transición. “En este sentido, las finanzas sostenibles cumplen un papel fundamental y tenemos que reconocer que la emisión de instrumentos financieros ligados a criterios ASG [Ambientales, Sociales y de Gobernanza] no pasa por su mejor momento”, expuso Núñez.

Según datos del Observatorio Español de la Financiación Sostenible (Ofiso), las emisiones globales de bonos sostenibles alcanzaron los 408.500 millones de euros en el primer semestre de 2025, con un descenso del 25% respecto al mismo periodo de 2024. A nivel global, mientras que los bonos sostenibles se mantuvieron estables, los verdes cayeron casi un 25% y los sociales un 33%. “Aunque es cierto que la adaptación y la transición climática no solo se financia mediante instrumentos denominados “verdes”, sí pueden considerarse un indicativo de hacia dónde se vislumbran las tendencias”, agregó la subgobernadora.

Las finanzas sostenibles representan una oportunidad. “Para aprovecharla, necesitamos marcos claros, procesos simples y un enfoque que combine ambición y realismo”, afirmó Carla Díaz, directora general del Tesoro y Política Financiera. “En los últimos años, hemos asistido a una especie de moda en torno a todo lo que sonaba a finanzas sostenibles, un crecimiento que ahora ha sufrido un parón importante”, recaló Pilar Sánchez de Ibargüen, directora de Financiación de Acciona. “No sé si se trata de una toma de conciencia, pero sí, desde luego, de una vuelta a la calma”. Este freno puede ayudar a depurar el mercado de ciertos actores oportunistas que suelen surgir cuando una tendencia se populariza. Jaime Ramos, gestor del fondo Bestinver Megatendencias, piensa lo mismo: “Las compañías que creían de verdad en la sostenibilidad han seguido adelante. Las que se subieron al carro por moda han dejado de hacerlo porque exige recursos y compromiso”.

Para Javier Molero, director de Proyectos y Agenda 2030 del Pacto Mundial de la ONU España, la política del actual gobierno estadounidense respecto al apoyo a los combustibles fósiles ha dejado una huella importante. “Algunas compañías han optado por invisibilizar, al menos temporalmente, determinados compromisos relacionados con la diversidad o con el cambio climático”, añadió. Un ejemplo de ello es la desaparición de la Net-Zero Banking Alliance, una alianza de bancos internacionales cuyo objetivo era alinear las carteras de inversión con la senda de emisiones netas cero para 2050. Varias firmas, especialmente estadounidenses (como JP Morgan), fueron abandonando la iniciativa y, finalmente, la alianza se disolvió en octubre de este año. Pese a este retroceso, el resto del mundo avanza. “Este año, cerca de tres cuartas partes de todas las políticas desarrolladas a nivel global en materia de finanzas sostenibles se han impulsado fuera de Europa y de Estados Unidos”, comentó Helena Viñes, consejera de la CNMV y presidenta de la Plataforma de la UE sobre Finanzas Sostenibles.

Una responsabilidad

Los especialistas en la materia llevan una responsabilidad sobre sus hombros. “Los gestores tenemos la obligación de asignar capital a los sectores que lideran la transición energética, la gestión eficiente de los recursos, la energía o el reciclaje. Y los inversores tienen el derecho de invertir en estos ámbitos”, aseveró Lola Solana, presidenta del Instituto Español de Analistas. Tras un periodo de crecimiento explosivo entre 2019 y 2021, el interés de los inversores institucionales por los fondos verdes ha entrado en una fase de madurez, que ha terminado por diluirse en un nuevo ciclo de demanda, caracterizado por un enfoque mucho más técnico y estratégico. “Estamos ante un inversor medio más sofisticado en su forma de entender la sostenibilidad”, arguyó Claudia Antuña, socia y experta en estos temas de Afi. En el ámbito institucional —planes de pensiones, aseguradoras, grandes capitales— se ha pasado de un “quiero estar a cualquier precio” a preguntarnos dónde realmente está el valor añadido, añadió Antuña. “Esa mirada financiera es la que permitirá que la sostenibilidad escale y alcance volúmenes de inversión mucho mayores”.

Desde la academia, Juan Pedro Gómez, catedrático de finanzas de la IE Business School, IE University, apuntó a algo que puede resultar contraintuitivo: “El inversor medio espera una menor rentabilidad al invertir en activos sostenibles. Cuando comparamos empresas verdes con empresas marrones, la rentabilidad esperada suele ser mayor en las últimas, en torno al 1%. Esto puede deberse a dos razones: o bien el inversor está dispuesto a sacrificar rentabilidad por convicciones, o bien las empresas verdes son percibidas como menos arriesgadas, lo que reduce su rentabilidad esperada”.

Al respecto, Natalia Fabra, consejera y presidenta de la comisión de sostenibilidad de Redeia y catedrática de economía del Centro de Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI), dijo que no se puede asumir que invertir en activos verdes deba implicar una menor rentabilidad. “Muchas actividades no son rentables sin sostenibilidad, que es un pilar estratégico y una herramienta clave para la gestión de riesgos. Las empresas que no invierten en ella se enfrentan a riesgos reputacionales, regulatorios, físicos y de transición”, abundó.

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Sobre la firma

Óscar Granados
Es periodista. Estudió Comunicación y Periodismo en la Facultad de Estudios Superiores Aragón (México) y cursó el Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Colaborador habitual del suplemento Negocios.
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