¿Pagará la IA las deudas de Occidente?
Es erróneo pensar que las máquinas resolverán los problemas presupuestarios de los políticos

No cabe duda de que la IA está cambiando la economía global a una velocidad sin precedentes. ¿Pero rescatará, acaso, a los países ricos de las crecientes presiones de la deuda, sobre todo a medida que el rápido envejecimiento de la población aumente la presión sobre los programas de prestaciones sociales? Si fuera así, ¿estos países podrían incurrir con seguridad en déficits aún mayores, endeudándose efectivamente con las futuras generaciones ultrarricas?
Nadie debería apostar por ello. No cabe duda de que una evaluación extremadamente optimista del impacto potencial de la IA en el crecimiento económico ha impulsado al alza a los mercados de activos en los últimos años. Esto es especialmente válido en el caso de los mercados bursátiles eufóricos, que siguen subiendo a pesar de la parálisis política en Francia, de un cierre del gobierno y un ataque frontal a la independencia del banco central en Estados Unidos, y de un éxodo de talento altamente calificado del Reino Unido.
Aunque hace tiempo que vengo diciendo que la IA acabará resolviendo el problema del crecimiento anémico de las economías avanzadas, también he advertido que varios obstáculos posibles podrían desacelerar el ritmo de esta transformación. Entre los muchos factores materiales, jurídicos, económicos y sociales que hay que tener en cuenta están el suministro eléctrico, los derechos de propiedad intelectual, la falta de trabajadores calificados en IA y la necesidad de establecer un marco integral que regule la forma en que los chatbots se comunican e intercambian información, incluido algún tipo de mecanismo de precios.
Las empresas de IA han invertido grandes sumas de dinero en la carrera para dominar el mercado (si los gobiernos lo permiten), aparentemente dispuestas a perder dinero a cambio de usuarios e información. Pero con el tiempo, posiblemente en un futuro no muy lejano, estas empresas tendrán que desarrollar fuentes de ingresos, muy probablemente a través de publicidad, como lo hicieron las empresas de redes sociales antes que ellas.
Aunque la administración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dado señales de avanzar a toda velocidad en el terreno de la IA, cuestiones complejas sobre cómo se codifica el juicio moral en estos modelos -actualmente competencia de un pequeño grupo de desarrolladores- serán abordadas en última instancia por el Congreso y los tribunales estadounidenses, así como por las autoridades de otros países. Pero la mayor resistencia probablemente provendrá de cientos de millones de trabajadores administrativos desplazados, quienes se convertirán en la nueva causa política, al igual que los trabajadores manufactureros hoy y los trabajadores agrícolas en los años 1960 y 1970.
Cualquiera que trabaje con una computadora es vulnerable a la automatización. La idea de que un puñado de empresas pueda sustituir a una gran parte de la fuerza laboral sin una agitación política masiva es pura fantasía. Salvo que se produzca un giro autoritario drástico, los disturbios están prácticamente garantizados. Esto dará mucho que hablar a los Zohran Mamdani del mundo (Mamdani, un socialista de 33 años, es el favorito para convertirse en el próximo alcalde de Nueva York en noviembre), sobre todo porque la IA parece estar eliminando puestos de trabajo para los trabajadores más jóvenes.
También existe la incómoda realidad de que muchas aplicaciones de vanguardia de IA se encuentran en el ámbito militar, lo que podría desencadenar una carrera armamentística masiva e incluso provocar una proliferación de guerras libradas con ejércitos de drones y otros sistemas de armas basados en IA. Las fracturas y los conflictos geopolíticos son perjudiciales para el crecimiento a largo plazo y es tan probable que reduzcan los ingresos fiscales como que los aumenten. La IA también podría empoderar a estados más pequeños y grupos terroristas al brindarles acceso a físicos y biólogos destacados con solo pulsar un botón.
Por último, el hecho de que Trump, un negacionista impenitente del cambio climático, haya regresado a la Casa Blanca no significa que las amenazas que plantea el calentamiento global hayan desaparecido. Se prevé que los costos de un cambio climático desenfrenado aumenten drásticamente en las próximas décadas -a menos que nuestros amos de la IA consigan resolver el problema (aunque podrían concluir que la solución pasa por tener mucha menos gente).
La idea de que, tras una larga y dolorosa transición, la llegada de la inteligencia artificial general resolverá todos los problemas del mundo rico es una hipérbole. Incluso si la IA generativa dispara el crecimiento, es casi seguro que conducirá a una proporción mucho mayor de capital en la producción, y una proporción correspondientemente menor para el trabajo. De hecho, el mercado bursátil está en auge precisamente porque las empresas esperan que se reduzcan los costos laborales. Teniendo esto en cuenta, no puede entenderse que las expectativas elevadas de ganancias implícitas en el alza de los precios de las acciones se traduzcan, una por una, en un crecimiento generalizado.
Esto nos lleva de nuevo a la deuda pública. No hay ninguna razón para suponer que el crecimiento impulsado por la IA conducirá a un aumento equivalente de los ingresos fiscales del estado, a pesar de que podría haber sido una suposición razonable en el pasado. Después de todo, el capital es mucho más difícil de gravar que el trabajo, en parte porque tiende a estar más concentrado y a ser más poderoso políticamente, y en parte porque puede desplazarse libremente a través de las fronteras.
Por supuesto, unos muros arancelarios más altos podrían impedir esta fuga de capitales, pero cualquier estrategia de este tipo terminaría siendo contraproducente. Así que sí, la transformación de la IA está llegando, y ya ha contribuido a una nueva carrera armamentística entre Estados Unidos y China. Pero sería imprudente suponer que las economías avanzadas pueden confiar en la IA para resolver problemas presupuestarios que los políticos humanos no pueden resolver.
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