Primeros efectos de la era Trump
La demanda interna se mantiene ajena a las turbulencias pero el motor externo empieza a flojear


La ofensiva comercial de la Administración Trump ha generado un seísmo en el sistema multilateral y mucha preocupación en las capitales europeas, que otean el horizonte para adivinar por dónde vendrán los nubarrones. Las tendencias recientes muestran que será necesario ejercitar el músculo de la observación, ya que los movimientos tectónicos, de momento leves, podrían ir in crescendo.
Sorprende en este contexto el repunte de la industria española: según diferentes fuentes de información (afiliación, PMI de gestores de compra), el sector manufacturero toma aire, desmarcándose de la sensación de estancamiento que predomina en buena parte del continente. El sector se beneficia del tirón ininterrumpido del consumo de los hogares y del fuerte rebote de la inversión residencial, variable esta última que, como es habitual, produce un fuerte efecto de arrastre en el resto de la economía, y por supuesto en la industria. El número de viviendas iniciadas crece ya a un ritmo anual de doble dígito, de modo que el ciclo de construcción que se ha generado (aún insuficiente para cerrar el déficit habitacional), apoyado en la incorporación de mano de obra extranjera, es uno de los factores diferenciales que impulsan la economía española frente al resto de Europa.
Donde sí se vislumbran las turbulencias globales es en el comercio exterior. Las exportaciones de bienes son las más afectadas por la ola proteccionista y la competencia de productos importados, particularmente de Asia. Nuestras empresas han perdido algo de terreno en el mercado único: las exportaciones españolas hacia la UE se redujeron un 1% en el primer semestre en comparación con un año antes, cuando se hubiera esperado un mejor resultado, ya que el mercado único avanzó un 1,5% durante el mismo periodo.
El retroceso es incipiente, pudiendo obedecer a factores puntuales como el desvío de la actividad exportadora de nuestras empresas hacia el boyante mercado español. No obstante, los intercambios con países terceros apuntan a una tendencia similar: las exportaciones españolas fuera de la UE suben apenas un 1,6% (siempre a tenor de los datos del primer semestre), frente al 4,4% del conjunto de la UE. Este diferencial se explica en parte por el desplome de nuestros envíos hacia EE UU, con una caída del 6,7%, en contraste con los buenos resultados de otros socios europeos: a nivel agregado la UE ha incrementado un 16,5% sus exportaciones a EE UU, gracias al adelanto de ventas en los meses previos a los anuncios arancelarios, circunstancia que no parece haberse producido en el caso de España, o no con la misma intensidad. Factor agravante, nuestro comercio exterior se resiente del intenso crecimiento de las importaciones de productos procedentes de China, que escalan un 16%, frente al 13,3% en el caso de la UE.
Por su parte, las exportaciones de servicios capean mejor el temporal, si bien el empuje del turismo da señales de agotamiento. La inversión directa extranjera —otro valedor de la buena racha de nuestro sector exterior— también flojea: en el primer semestre, la entrada de inversión ascendió a 15.000 millones de euros, frente a 25.000 millones un año antes. Se trata todavía de resultados sólidos pero que van arañando el excedente de la balanza de pagos y rubrican la percepción de debilitamiento del motor internacional de nuestro crecimiento. Conviene por tanto sostener el excedente y así recortar la deuda externa, lo que pasa por facilitar que nuestra inflación se acerque a la media europea. Encadenamos varios meses con desvíos que erosionan el margen de competitividad.
El dinamismo de la demanda interna debería prevalecer en lo inmediato, pero esto no es óbice para descuidar la huella que la compleja situación internacional está imprimiendo en el sector exterior. En todo caso, la debilidad, cuando no la parálisis, de la política europea, evidencia la dependencia de nuestra política económica para afrontar los retos globales que se avecinan.
Inversión
Europa sigue exportando ahorro para invertir en el tejido productivo fuera del continente, perpetuando el déficit de inversión de nuestras empresas. En el primer semestre de este año, la salida neta de inversión directa desde la zona euro hacia países terceros (diferencia entre la variación de activos, es decir de inversiones fuera de Europa, y la variación de pasivos, es decir de inversiones extranjeras en Europa) ascendió a 84.000 millones de euros. La balanza de pagos de España también arroja una salida de capital productivo, que se elevó a 4.000 millones durante el mismo periodo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.