La paradoja de la abundancia
La complacencia macroeconómica requiere respuestas contundentes y comunicación proactiva para neutralizar la insatisfacción ciudadana


La abundancia es el tema de moda en el debate económico en EE UU. La razón es sencilla: desde hace más de una década la naturaleza de la política económica ha cambiado, a la maximización del crecimiento se le ha añadido la desigualdad, la resiliencia, el cambio climático, la política energética y la seguridad nacional. Esta panoplia de objetivos frecuentemente entran en conflicto, diluyen la claridad y la efectividad de la comunicación, y a veces crean una contradicción difícil de resolver: ¿sigue siendo más importante crecer y generar abundancia, o se puede a veces limitar el crecimiento para conseguir los otros objetivos?
El cambio en la política económica ha sido gradual pero persistente. Hasta la crisis financiera de 2007, el consenso iba claramente en la dirección de eliminar restricciones al crecimiento: las reformas estructurales recomendadas por los bancos centrales y las instituciones internacionales se enfocaban en la liberalización de los sectores económicos, del mercado de trabajo, del comercio internacional, y de los flujos financieros, en aras de aumentar el crecimiento potencial. La macroeconomía dominaba.
Tras la crisis financiera, la microeconomía se impuso. El tremendo susto que generó el descalabro del sistema financiero occidental llevó a un fuerte endurecimiento de la supervisión y regulación financiera para que nunca más se repitiera una crisis similar. La lenta recuperación económica tras la crisis, sobre todo en los empleos de la parte más baja de la distribución de la renta, llevó a una mayor consideración de la inclusividad del crecimiento para que llegara a todas las capas de la población, adoptando medidas que en parte revertían en parte las reformas liberalizadoras anteriores. El aumento de los déficits fiscales y la deuda pública derivados de la crisis generaron un aumento drástico de las restricciones y controles del gasto público, atenazando la inversión. La mayor concienciación sobre los riesgos inherentes al cambio climático llevó a restringir las actividades relacionadas con las energías contaminantes, derivando también, de manera indirecta, en restricciones a la construcción inmobiliaria y las infraestructuras, y en un rápido aumento de los requisitos regulatorios en todos los sectores. La pandemia, la invasión rusa de Ucrania, y el endurecimiento de las relaciones con China llevaron a un rápido aumento de las restricciones en el diseño de las cadenas de suministro en sectores estratégicos.
El resumen es este: a partir de 2007, la suma de todas estas acciones, independientes las unas de las otras y aplicadas sin una visión de conjunto, ha sido un aumento de las restricciones al crecimiento. ¿Es posible que haya ido demasiado lejos?
En EE UU este debate ha derivado en una corriente de opinión que promueve la abundancia, el retorno al énfasis en el crecimiento y la reducción de restricciones como respuesta al creciente pesimismo de la población sobre el futuro económico. Es parte del debate sobre la dirección que debe tomar el partido Demócrata en la era post Biden, y se centra en dos temas de particular importancia en EE UU: revertir el rápido aumento de las restricciones para la construcción inmobiliaria, que ha limitado el acceso a la vivienda sobre todo para los más jóvenes; y reducir las crecientes restricciones burocráticas, y el asociado aumento de la aversión al riesgo en el proceso científico y de innovación, que está limitando el crecimiento de la productividad.
Uno de los argumentos que se usan para explicar este aumento de las restricciones es la proliferación de grupos de presión enfocados en temas muy específicos que, válidos individualmente, en su conjunto ralentizan de manera importante el proceso de toma de decisiones, sobre todo en la construcción de vivienda y de infraestructuras. Y ahí surge la paradoja, ya que esta proliferación de grupos de presión sería el resultado de haber alcanzado unos niveles de renta suficientemente “abundantes” que permiten poner estos temas por delante del crecimiento: la abundancia como causa facilitadora de las restricciones a la abundancia. Otros argumentos se centran en la migración de las clases altas hacia la izquierda política, que les llevaría a priorizar los espacios abiertos, la armonía social y la calidad de vida por encima del dinamismo y la prosperidad. De nuevo, la abundancia como causa facilitadora de las restricciones a la abundancia.
Este debate entre crecimiento y restricciones no es nuevo. Aunque la naturaleza y el origen de las restricciones de entonces era diferente, la exitosa Tercera Vía de los años 1990 era también la búsqueda de la abundancia a través de la eliminación de restricciones, la liberalización controlada de la economía para aumentar el crecimiento y escapar de la esclerosis anterior.
La Tercera Vía de entonces, o la abundancia de ahora, son el intento de recalibrar los dilemas a los que siempre se enfrenta la economía. Por ejemplo, en el caso actual, combinar la protección del medio ambiente y la transición ecológica con el fomento de las infraestructuras y la construcción de vivienda para paliar su escasez y mejorar las perspectivas económicas de los más jóvenes. Reforzar la seguridad nacional sin dañar el Estado del bienestar o la rentabilidad del sector empresarial. Asegurar la solvencia del sector financiero pero sin estrangular el crecimiento del crédito ni la asunción de riesgos necesarios para la inversión y la innovación.
¿Qué sería la abundancia en el contexto europeo? La eliminación de las restricciones al mercado interior, a la integración de los servicios bancarios y a los flujos de capitales entre sus estados miembros; la desfragmentación de la deuda europea con la creación de un mercado amplio y líquido de eurobonos; y la eliminación de los impedimentos a la construcción de vivienda. Para ello bastaría con que los países europeos dejen de comportarse con mentalidad de país pequeño, adopten una visión europea, y apliquen las recomendaciones de los informes Draghi y Letta, que hasta la fecha han sido ignorados tanto por la Comisión Europea como por los países miembros.
La agenda de la abundancia requiere liderazgo para contrarrestar la captura de las agendas políticas y los grupos de interés creados durante la pasada década. A diferencia de la Tercera Via, el punto de partida es mucho más favorable: la economía europea ya no es esclerótica como antaño, ha corregido los desequilibrios que generaron la crisis del euro, ha reducido el desempleo al nivel más bajo desde la creación del euro, la prima de riesgo ha prácticamente desaparecido. Pero el contexto geopolítico es difícil e incierto, Alemania es otra vez el enfermo europeo, y la bonanza macroeconómica no va a convencer a aquellos, sobre todo los más jóvenes, que piensan que la expansión económica, la abundancia actual y pasada, los ha dejado de lado.
La paradoja de la abundancia es peligrosa: la complacencia macroeconómica en un entorno de insatisfacción microeconómica requiere, además de respuestas contundentes, una comunicación proactiva y eficaz que neutralice rápidamente el uso oportunista de la insatisfacción. La futura prosperidad económica depende de ello.
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