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¿Por qué es importante la independencia de los bancos centrales y qué sucede cuando es atacada?

Inflación, burbujas financieras y desequilibrios fiscales, posibles consecuencias de que una bajada de tipos se decida por motivos políticos

El presidente de EE UU, Donald Trump, junto al de la Reserva Federal, Jerome Powell, en las obras de remodelación de los edificios de la Fed en Washington.
Nuria Salobral

A Donald Trump le puede la ansiedad y las prisas por hacerse con el control de la Reserva Federal de Estados Unidos, el banco central más poderoso del mundo, el que decide el nivel del precio del dinero en Estados Unidos y marca con ello la referencia que determina el coste de una hipoteca o de hacer frente al pago de los intereses de la deuda pública. Según ha anunciado él mismo en su red social, el presidente de EE UU ha cesado a la gobernadora Lisa Cook bajo la acusación de fraude hipotecario, un despido al que ella se niega y que asegura carece de base legal. El asalto político ha terminado por estallar en la Fed en un caso que promete acabar en los tribunales y que estrecha aún más el cerco sobre el presidente de la institución Jerome Powell, cuyo mandato finaliza en mayo de 2026.

La destitución de Cook es de hecho un paso más, hasta el momento el de más calado, en la descarada aspiración de Trump de tener el control sobre las decisiones del banco central, sobre cuándo hay que apretar el botón de las bajadas de tipos. Y esa insólita presión de la Casa Blanca torpedea lo que en las últimas décadas parecía un principio grabado en piedra en los bancos centrales de las economías desarrolladas, el de su independencia del poder político. Economistas y banqueros alertan de los riesgos de cuestionar esa independencia, del daño que supone para la confianza de los inversores en la economía de un país y del perjuicio que puede acabar causando en el bolsillo de los ciudadanos. La teoría económica advierte contra las aspiraciones de los presidentes del gobierno de interferir en el trabajo de los banqueros centrales, ¿pero por qué es mejor evitarlo?

¿Por qué es importante la independencia de un banco central?

Los bancos centrales no son estrictamente independientes, sus gobernadores son de hecho nombrados por el poder político, aunque también son instituciones protegidas por leyes que reconocen la autonomía e independencia de su gestión. Esa independencia en la toma de decisiones ha surgido en las últimas décadas de una suerte de separación de poderes dictada por la experiencia y la evidencia de que aquellos bancos centrales que no se dejan influir por las presiones políticas son más eficaces a la hora de cumplir su mandato. Ese mandato es la estabilidad de precios, es decir, el control de la inflación, aunque en el caso de la Fed, su objetivo es también el pleno empleo. En definitiva, actuar para que los precios no se desboquen ni se dispare el paro. Y la injerencia política puede desviarles del cumplimiento eficaz de esos objetivos.

“Los gobiernos enfrentan múltiples tentaciones: presionar para bajar los tipos de interés antes de las elecciones buscando estimular artificialmente la economía, aunque esto genere inflación futura; y en casos más extremos, utilizar el banco central para financiar directamente el gasto público mediante la compra masiva de deuda gubernamental o la emisión monetaria, lo que históricamente ha desembocado en procesos hiperinflacionarios devastadores”, explica Judith Arnal, investigadora principal para Asuntos Económicos del Real Instituto Elcano y consejera del Banco de España.

Grosso modo, los bancos centrales son la fábrica del dinero: una bajada de tipos permite endeudarse más barato, gastar más, e impulsar así la economía. Favorecen también que los gobiernos puedan elevar el gasto público, engordando de paso su deuda, una práctica claramente tentadora antes de la celebración de elecciones. Pero esos recortes de tipos pueden ser también pan para hoy y hambre para mañana y los bancos centrales han de poner las luces largas para evitar efectos indeseados.

Vista desde el edificio de la Reserva Federal de Estados Unidos en Washington, el 14 de junio.

Los tipos bajos, o muy bajos, son también la semilla de burbujas financieras e inmobiliarias, o en el peor de los casos, el principio de crisis de deuda soberana o de espirales inflacionistas que pueden acabar fuera de control. Y con la inflación en ascenso, más aún si está desbocada, la respuesta está en las subidas de tipos de interés, un jarro de agua fría con el que intentar frenar el recalentamiento de la economía y que resulta muy impopular por sus otros efectos como el encarecimiento de las hipotecas, de los costes de las empresas o directamente, la pérdida de empleo . A modo de ejemplo reciente, las subidas de precios que comenzaron con el descorche de la economía que sucedió a la pandemia, y se agravaron en Europa con la guerra de Ucrania, forzaron una oleada de alzas de tipos de interés dolorosa según reconocieron numerosos banqueros centrales pero con la que finalmente se logró contener la inflación.

​​​​​​​​​​​​​​​​¿Qué efectos nocivos puede tener sobre la economía y sobre el bolsillo de los ciudadanos que un banco central actúe bajo la presión del poder político?

Las burbujas no surgen de la nada y el estallido de la inmobiliaria y bancaria que arrasó la economía española en 2012 aún pesa. Los bancos centrales también deben velar por la estabilidad financiera, actuando como supervisor imparcial del sistema bancario y alertando cuando la concesión de crédito comienza a ser excesiva. Si el poder político alienta la concesión de crédito, sin críticas ni vigilancia por parte del banco central, es fácil que esa bonanza acabe como el cuento de la lechera. Con costosos rescates públicos a cargo del contribuyente, quiebras de empresas y pérdida de ahorros y empleos.

La crisis del euro, y su versión bancaria en España, explotó tras años de mala praxis bancaria y de desequilibrios fiscales, si bien contó con un valioso aliado para su resolución. Cuando los inversores habían decidido que era demasiado arriesgado invertir en España o Italia, cuestionando con ello al conjunto del proyecto europeo, el entonces presidente del BCE mostró la voluntad rotunda de la institución en salvar la moneda única haciendo lo que fuera necesario (whatever it takes). Y el mercado le creyó. “Mario Draghi contaba con la credibilidad suficiente y eso fue determinante. Veremos qué credibilidad despierta el sucesor de Powell”, señala Santiago Carbó, catedrático de economía de la Universidad de Valencia e investigador de Funcas. Como recuerda Arnal, “la pérdida de credibilidad del banco central genera incertidumbre en los mercados, aumenta las primas de riesgo país y distorsiona las decisiones de inversión y ahorro de largo plazo, creando un círculo vicioso de inestabilidad económica”.​​​​​​​​​​​

¿Qué lecciones deja la historia reciente de bancos centrales que perdieron su independencia?

Estados Unidos es la mayor economía y potencia militar del mundo y disfruta de la divisa más poderosa, el dólar, referencia indiscutible en las transacciones comerciales y financieras. Pero las políticas estadounidenses están debilitando su reinado: Trump ha presentado una reforma fiscal que elevará el déficit y la deuda, para lo que necesita unos tipos de interés más bajos. El presidente de EE UU parece dispuesto a tensar la cuerda hasta el límite, ante unos inversores que prevén un dólar más débil pero no el final de su hegemonía financiera. “Trump está jugando con fuego, puede mermar la credibilidad de la Fed en el medio plazo”, advierte Salvador Jiménez, analista de AFI. Así, EE UU soporta un nivel de deuda superior al 120% del PIB, por más de 36 billones de dólares, y un déficit público que ronda el 7% del PIB. Y para su financiación necesita que los inversores compren ingentes cantidades de deuda soberana.

EE UU está muy lejos de ser una economía emergente pero lo sucedido en las últimas décadas en Turquía o Argentina deja ejemplos clarividentes sobre los efectos de la pérdida de independencia de un banco central. En Turquía, la presión del presidente Recep Tayyip Erdogan para mantener los tipos de interés bajos a toda costa, con tal de impulsar el crecimiento y las exportaciones, resultó en una crisis para su divisa, con la lira turca bajo mínimos y una inflación que superó el 80%. Sin embargo, desde 2023 Erdogan ha retornado a la ortodoxia económica y respeta más la independencia del banco central, lo que ha comenzado a estabilizar la situación.

Argentina representa, según señala Judith Arnal, “un caso extremo de monetización del déficit: décadas de presión política sobre el banco central para financiar el gasto público han generado crisis inflacionarias recurrentes y una pérdida total de confianza en la moneda nacional. El resultado ha sido una dolarización de facto de la economía y empobrecimiento masivo“. Y Zimbabue representa el caso más extremo: la total subordinación del banco central al poder político llevó a una hiperinflación que alcanzó el 89.7 sextillones por ciento anual, destruyendo completamente la economía y obligando al país a abandonar su propia moneda. Según concluye Arnal, “estas experiencias demuestran que la pérdida de independencia puede ser devastadora tanto para la estabilidad de precios como para la solidez del sistema financiero”.

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Sobre la firma

Nuria Salobral
Es jefa de la sección de Inversión en el fin de semana y redactora especializada en temas financieros y política monetaria. Trabaja en Cinco Días desde 2006, donde ha cubierto la quiebra de Lehman Brothers, el rescate a la banca española o las decisiones del BCE. Nacida en Madrid, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense.
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