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geopolítica
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lecciones canadienses para Europa

Aceptar que hay un problema con la Administración de Donald Trump es el primer paso para llegar a una solución

Ilustración para NEGOCIOS 25/05/2025
Ángel Ubide

Mark Carney, el flamante nuevo primer ministro canadiense, afirmó durante la campaña electoral que “al igual que hay un proverbio que dice que no hay ateos en las trincheras, no debe haber libertarios en tiempos de crisis”. Para tener éxito en una crisis, afirmó, hay que usar una “fuerza abrumadora”, haciendo referencia a la estrategia del secretario del Tesoro de EE UU Tim Geithner durante la crisis financiera de 2008 —es decir, los gobiernos deben eliminar cualquier duda sobre su disposición y capacidad de afrontar crisis y eliminar amenazas—. Esta actitud del político canadiense debería ser un ejemplo para Europa ante el nuevo contexto geopolítico.

La campaña electoral de Carney fue una remontada a la par con la leyenda futbolística madridista: cuando se presentó como candidato a las elecciones su partido, el Partido Liberal, iba más de 20 puntos por detrás del Partido Conservador. Un par de meses después, ganó las elecciones con cuatro puntos de ventaja en el voto popular. Una victoria ajustada en escaños que le deja a tres de la mayoría absoluta, y tendrá que apoyarse seguramente en los socialdemócratas del NDP (a la izquierda del partido liberal) y el independentista Bloque Quebecois. Pero con un mandato claro: gestionar de manera enérgica, clara y creíble la nueva realidad de las relaciones con su vecino del sur, Estados Unidos.

Porque como afirmó Carney en su comparecencia tras la victoria electoral: “Nuestra antigua relación con Estados Unidos, una relación basada en una integración cada vez mayor, se acabó. Es una tragedia, pero es nuestra nueva realidad”. Aceptar que hay un problema es el primer paso para llegar a la solución, y Carney no solo lo acepta sino que propone soluciones. De hecho, su campaña se basó en un plan para hacer la economía canadiense “resistente a Trump”, proponiendo reducir su dependencia de EE UU y convertirla en la más potente del G7. Es decir, Carney propuso no sólo defenderse ante los ataques actuales, sino reforzarse para afrontar crisis futuras con más garantías. Resolver el presente y mejorar el futuro.

Y la economía canadiense lo necesita, porque lleva años languideciendo. El crecimiento del PIB per cápita ha sido nulo en la última década, el crecimiento de la productividad ha sido negativo durante el mismo periodo, y el precio de la vivienda, aunque se ha moderado recientemente, sigue siendo uno de los más altos del mundo desarrollado relativo a los niveles de renta disponible. Es una economía bastante ineficiente, plagada de oligopolios y con una estructura económica enfocada mucho más en el comercio norte-sur entre Canadá y EE UU que en el comercio este-oeste entre las distintas provincias canadienses: en 2023, los flujos comerciales entre las provincias canadienses y EE UU eran el doble que los flujos comerciales entre ellas. Las barreras al comercio inter-provincial son abundantes, resultado de la autonomía legislativa y regulatoria del sistema federal de provincias. Según el FMI, estas barreras eran equivalentes a un arancel cercano al 20% y su eliminación podría aumentar el PIB per cápita en un 4%.

El plan económico de Carney se basa en tres pilares fundamentales: eliminar las barreras al comercio interprovincial y fomentar las relaciones comerciales con el resto del mundo, incluyendo Europa: resolver la crisis de la vivienda; y aumentar la inversión pública y reducir las barreras a la inversión privada.

Carney se ha comprometido a negociar con los gobiernos provinciales para llegar a un acuerdo de libre comercio interior el 1 de julio, día de Canadá. Un plazo ambicioso, sin duda, pero el objetivo es absolutamente necesario —y algunas provincias, como Nova Scotia, han iniciado ya el proceso por su cuenta, eliminando sus barreras de manera unilateral, sin esperar al resto—. A su vez, ha apuntado a la posibilidad de negociar un acuerdo comercial con Europa similar al que tienen Noruega o Suiza en el contexto del Espacio Económico Europeo, y a reforzar las relaciones de seguridad y Defensa con Europa. En materia de vivienda, la escasez es aguda: la agencia nacional de vivienda (CMHC) estima un déficit de casi cuatro millones de viviendas en el próximo lustro. Para paliar este déficit, además de aumentar los incentivos para la construcción, se ha comprometido a crear una agencia pública de construcción de vivienda (Build Canada Homes). Las ciudades, a su vez, están tomando medidas: Montreal ha aprobado una ley que ilegaliza los alquileres turísticos de menos de 31 días excepto durante el periodo de verano (de 10 de junio a 10 de septiembre), y ha duplicado el número de inspectores para verificar el cumplimiento de la ley.

En la parte fiscal, Carney se ha comprometido a gastar menos e invertir más –recordemos, es la calidad, no la cantidad, de la política fiscal, lo que importa—. Para ello ha propuesto separar el presupuesto de inversión del presupuesto corriente, implementado auditorias del gasto y eliminando el déficit corriente en 2028. Esto serviría para crear espacio para un fuerte aumento de la inversión en infraestructura y, sobre todo, Defensa, enfocada en la protección del Ártico, el equipamiento militar, y los sistemas de inteligencia artificial. El impulso a la inversión pública se complementaría con la reforma y aceleración de los protocolos para la autorización de proyectos de infraestructura, necesario para aumentar una inversión privada que en Canadá representa uno de los porcentajes del PIB más bajos de la OCDE.

Como afirma Kevin Carmichael en el digital canadiense The Logic, la victoria de Carney es una segunda oportunidad para un gobierno de expertos, donde la substancia se imponga al estilo. La diferencia de los perfiles de Carney y de su rival Poilievre es nítida: Carney es economista, trabajó en Goldman Sachs, y fue gobernador del Banco de Canadá y del Banco de Inglaterra; Poilievre es político de carrera, sin experiencia en el sector privado, y de tendencias populistas. Ante una crisis con EE UU, los votantes canadienses han preferido la experiencia a la ideología.

Los paralelos con Europa, y con España, son múltiples. La relación con EE UU ya nunca será la misma, y la respuesta debe de ser similar: reforzar la economía y reducir la dependencia de EE UU para afrontar el futuro con garantías. Reducir las barreras al mercado único es fundamental para aumentar la productividad, y España y Portugal pueden seguir el ejemplo de Nova Scotia y liderar con la creación de un mercado único en la Península Ibérica, sin esperar a que el resto de Europa se decida. Gastar menos e invertir más, financiándolo en parte con una emisión de eurobonos a gran escala que sirvan de instrumento para atraer esos flujos de capital que buscan una alternativa a EE UU y catalizar la inversión privada. Y atacar de manera decisiva la insuficiente oferta de vivienda, elemento clave de la insatisfacción de los ciudadanos con la situación económica.

La victoria de Carney ha demostrado que los ciudadanos quieren respuestas claras y contundentes, y sentir que tienen el futuro en sus manos ante la creciente incertidumbre geopolítica. Sigamos el ejemplo en Europa.

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