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estados unidos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

EE UU: tecnología y libre mercado amenazan a la democracia

Los trabajadores que acudieron en masa a las soflamas de Trump contra las élites seguirán siendo los perdedores

NEGOCIOS 27/07/2025 LAB 02

Dos fuerzas están impulsando el declive de la democracia en Estados Unidos, el país que, hasta hace poco, se erigía en su baluarte: la tecnología y la economía de libre mercado, iniciada esta última por Ronald Reagan en 1981 y conocida como el Consenso de Washington. Su combinación ha concentrado una enorme riqueza y poder político en manos de muy pocos. La foto de la toma de posesión del presidente electo acompañado de milmillonarios no electos ilustra bien este fenómeno. La innovación y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) potencian simultáneamente el crecimiento y el poder de mercado. La combinación de ambas fuerzas es responsable de que el poder inicial termine convirtiéndose en permanente por razones varias como, por ejemplo, la existencia de economías de escala y “efectos de red” no accesibles a los nuevos entrantes; adquisición de empresas competidoras; o acceso a bases de datos no disponibles públicamente, entre otras.

Jan Eeckhout, junto a otros economistas, identificó en Estados Unidos un importante cambio en la distribución de la renta desde 1980. Mientras la mayoría de las empresas no mostraban crecimientos en su poder de mercado, el de las grandes aumentaba espectacularmente. Además, observaron que la actividad económica tendía a concentrarse en las empresas con mayor poder, conocidas como las Superstars. En contra de lo que suele argumentarse, la competencia tecnológica no elimina el poder de mercado ya que, en la actualidad, lo más frecuente es que las empresas cooperen en proyectos conjuntos, o deleguen la I+D a empresas pequeñas que adquirirán si triunfan. Y ello porque, mientras la colusión de precios es ilegal, la cooperación tecnológica no lo es.

La innovación es fuente de beneficios monopolísticos que favorecen inicialmente a los primeros inversores que compran a precios bajos. Si tienen éxito, esas start-ups pasarán a cotizar en Bolsa disparando su valor, lo que termina concentrando la riqueza. El efecto directo es el aumento de la desigualdad económica, que a su vez se traduce en el aumento de la desigualdad política que socava la democracia. Y ello porque el aumento de la riqueza privada eleva el poder privado, que es la capacidad de imponer a los demás las preferencias propias cuando, de acuerdo con las reglas democráticas, debería limitarse al derecho al voto.

En su formulación más estricta, la economía de libre mercado rechaza cualquier programa público que actúe como red de seguridad. Comparemos dos experiencias. La introducción, en 1913, de la cadena de montaje del Ford T destruyó algunos trabajos cualificados, pero —a diferencia de lo que ocurre hoy— creó muchos empleos con salarios relativamente elevados para trabajadores sin estudios superiores. En 1914, Ford dobló los salarios confiándolo todo al crecimiento de la productividad y a la disminución de la rotación laboral. Ellos fueron los principales beneficiarios de las tecnologías del siglo XX.

Por el contrario, la revolución digital y la globalización han desplazado a estos trabajadores que tienen que salir del mercado laboral; aceptar trabajos peor remunerados; o pasar a engrosar el grupo denominado por Anne Case y el Nobel Angus Deaton “muertos por desesperación” (suicido, fentanilo…). Mientras, las élites educadas han ignorado el problema insistiendo en que el funcionamiento del mercado lo arreglaría todo. El resultado es conocido: la elección de Trump y la democracia seriamente amenazada.

Para M. Kurz (2023) restaurar la democracia requiere alcanzar dos objetivos: suprimir el poder privado y eliminar la desigualdad extrema que ha convertido a Estados Unidos en una oligarquía; y, en segundo lugar, asegurar que los beneficios de la innovación y el crecimiento se distribuyen sin dejar a nadie atrás. Ambos objetivos son alcanzables si se implementan reformas. Dadas las diferencias en las visiones del mundo y las preferencias políticas de las fuerzas que auparon a Trump, el enfrentamiento es casi inevitable. Independientemente del resultado, la tragedia es que los votantes de clase trabajadora con menor nivel educativo que acudieron en masa a sus soflamas anti elitistas seguirán siendo los perdedores.

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