¿Es Trump el problema? El comercio interior europeo se contrae mientras crece fuera de la UE
Los intercambios entre países europeos han bajado desde 2023 debido a la anemia económica y los “aranceles autoinfligidos”


El proyecto europeo se ha forjado a golpe de crisis, no tanto a pesar de ellas, sino a lomos de sus sacudidas. El estancamiento económico de los 80 hizo fructificar la idea de que era el momento de avanzar en la construcción europea. Jacques Delors, uno de los padres fundadores de este invento y entonces presidente de la Comisión, visitó la decena de capitales que entonces formaban el club y planteó tres posibles proyectos: construir una unión monetaria, impulsar una defensa común o, sencillamente, una reforma institucional que permitiese extender el método de voto de mayoría cualificada. Como no encontró la unanimidad que sí había existido en el 46, Delors planteó: “¿Por qué no creamos un mercado único verdadero? Recuerden que en los últimos cinco años, entre ustedes 10, han perdido un millón y medio de empleos”.
Y el plan les convenció. Delors, impulsor de la Europa sin fronteras, consideraba que el mercado único era la verdadera piedra angular de la UE, ya que la economía había logrado impulsar la integración más allá de “proyectos puramente políticos”. En 2012, al cumplirse 20 años del mercado único, el gran europeísta, fallecido ahora hace dos años, creía que hacía falta aún una profunda reforma institucional y política.
Treinta después, la integración del mercado sigue todavía sin completarse en productos y sobre todo en servicios. Lo que la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, ha llamado “aranceles autoinfligidos”, siguen constriñendo el comercio. El huracán arancelario de Donald Trump ha tenido a medio mundo en vilo este 2025. Para Europa, la vuelta del republicano a la Casa Blanca significó el retorno a la condición de rival, otrora aliado. Sin embargo, en materia de comercio, las cifras reflejan otros problemas de fondo: la anemia económica europea y las barreras aún presentes han lastrado las ventas interiores en los dos últimos años, mientras que las exportaciones fuera de la UE han crecido.
Los intercambios entre países europeos se han reducido un 1,3% entre el primer trimestre de 2023 y el segundo de este año (ver gráfico), mientras que, en el mismo periodo, los intercambios entre países europeos y no europeos se han expandido un 3,1%. “En el sector servicios siguen vigentes muchas barreras internas y a eso hay que añadirles que desde 2022 se han relajado los criterios para conceder ayudas de Estado, eso es algo que redunda en el productor local”, explica Raymond Torres, director de Macroeconomía y Análisis Internacional de Funcas, centro de investigación económica de la Fundación de Cajas de Ahorros.
La actividad no ha acabado de despegar en la zona euro, castigada por la invasión rusa de Ucrania y las heridas de una escalada inflacionista, la anemia de su gran locomotora, Alemania, y todas esas dudas por el cambio de orden que significa la Administración de Donald Trump. En 2024 no avanzó más de un 0,7% y este año cerrará a media asta. El Banco Central Europeo mejoró sus previsiones económicas este jueves y las situó en no más que un 1,2% para 2026 y un 1,4% para 2027.
En el mercado extracomunitario se ha dado una dinámica diferente. El balance con el mercado estadounidense no ha resultado tan aciago en el conjunto del año. Ante los temores de los aranceles venideros, el primer trimestre registró un repunte formidable de las ventas de empresas que decidieron acumular existencias. En el trimestre siguiente sí se desplomaron, pero el acuerdo del verano calmó las aguas.
Después de meses de conversaciones, Washington y Bruselas alcanzaron un pacto sobre comercio que pasó por imponer un arancel del 15% sobre la mayor parte de productos europeos que entran en Estados Unidos, a excepción de aeronaves y algunos químicos y agrícolas, entre otros, o el acero y el aluminio, que continúan gravados al 50%. El marco, si bien generó muchas críticas domésticas hacia la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, puso fin a una incertidumbre que tenía a las empresas en vilo a un lado y otro del Atlántico.
Además, como recuerda Paul de Grauwe, profesor en la London School of Economics, el grueso del comercio exterior sigue siendo dentro de países de la zona euro, lo que contiene los daños. “Lo que sí está pasando es que China está redirigiendo parte de sus exportaciones debido a las nuevas barreras con Estados Unidos, y esa sobrecapacidad está yendo a países de Asia, pero también a la UE”, apunta. En cambio, las ventas europeas a China han descendido significativamente respecto a 2022. Si tomamos como base el primer trimestre de ese año, las exportaciones a EE UU se encuentran en el 119%, mientras que en China son el 85% y en el total fuera de la UE el 114%, según datos elaborados por Funcas a partir de Eurostat.
“Lo anómalo no es tanto lo que sucede con los países de fuera de la UE, sino lo que ocurre con el comercio dentro. Y hablamos de cifras en dólares corrientes, en volumen es aún peor”, insiste Torres, que pone como ejemplo el sector seguros o el bancario como mercados que “siguen siendo nacionales”.
El Fondo Monetario Internacional calculó en 2024 que el efecto de las barreras internas equivalen a un arancel del 45% para mercancías y del 110% para servicios, una estimación que ha sido cuestionada por algunos economistas (por ejemplo, el investigador Lorenzo Bini Smaghi), pero que, incluso si se redujese a la mitad, apunta a una problemática de fondo, que ha sido objeto de crítica tanto en el informe Letta (elaborado por el ex primer ministro italiano Enrico Letta) como en el informe Draghi (del expresidente del BCE Mario Draghi). Bini Smaghi señala a otra dificultad: restricciones domésticas que impiden crecer a las compañías al nivel suficiente para ser competitivas más allá de sus fronteras.
Es eso lo que Lagarde llama “aranceles autoinfligidos”. “Estamos constriñendo el tráfico de productos y servicios entre los Estados miembro que se supone que forman un mercado único y eso es lo que necesitamos arreglar, y necesitamos arreglarlo pronto”, señaló Lagarde el pasado noviembre en una entrevista con Financial Times. “Tenemos una habilidad especial a la hora de hacernos eso a nosotros mismos”, ironizó. Agregó que Europa atraviesa en estos momentos una “crisis existencial”, pero, al mismo tiempo, puede convertir este momento de turbulencia en una oportunidad, en “un momento euro, incluso un momento Europa”. Draghi, por su parte, advierte de que los costes del comercio en servicios han bajado un 11% desde mediados de los 90, por debajo del 16% que han bajado de la UE. “La paradoja”, resalta, es que mientras las barreras internas “se han mantenido altas”, han bajado con el exterior.
El Mercado Único de Capitales ha centrado la conversación de los últimos años por el lastre que significa para la competitividad europea, tal y como han puesto de manifiesto los tan traídos y llevados informes de Draghi y Letta, de los que se ha cumplido un año sin avances que reseñar. La economía global ha esquivado una recesión que parecía inevitable durante los tres últimos años, pero Europa afronta un grave problema de incertidumbre y cambio de orden global, un periodo demasiado largo de crecimiento renqueante. O una crisis existencial, en palabras de Lagarde. La principal pregunta para los europeos ahora es: ¿podrá esta servir para otro empujón al proyecto europeo, ese “momento Europa”?
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