OpenAI declara el ‘código rojo’ y reestructura sus actividades para mejorar ChatGPT ante la amenaza de Alphabet
Sam Altman retrasa distintas iniciativas como la publicidad y pide una mejora de su ‘chatbot’ ante la presión de Google Gemini 3


Alta tensión en OpenAI ante el endurecimiento de la competencia por parte de compañías como Alphabet y Anthropic en el ámbito de la inteligencia artificial (IA). Su consejero delegado, Sam Altman, ha dicho a los empleados que la empresa ha declarado el código rojo para mejorar ChatGPT, retrasando distintas iniciativas como la publicidad, según un memorando interno adelantado por distintos medios estadounidenses.
El directivo ha afirmado que OpenAI debe mejorar las funciones de personalización para los usuarios, aumentar su velocidad y confianza y permitir la respuesta a una gama más amplia de preguntas. Altman ha asegurado que OpenAI tiene mucho trabajo por hacer en la mejora de la experiencia diaria de su chatbot.
Altman ha admitido que OpenAI va a retrasar el trabajo en otras iniciativas, además de la citada de la publicidad, entre los que figuran los agentes de IA para salud y compras, y un asistente personal llamado Pulse. El ejecutivo ha recomendado las transferencias temporales de equipos, afirmando que la empresa llamará a diario a los responsables de mejorar ChatGPT.
En la misma línea, Nick Turley, director de ChatGPT en OpenAI, declaró en la red social X que la compañía se está centrando en desarrollar su chatbot, para hacerlo aún más intuitivo y personal.
La start-up se ha movido hacia otros ámbitos de negocio como el mundo de la inversión en la IA. OpenAI anunció este lunes que adquirirá una participación en Thrive Holdings, un vehículo de inversión creado a principios de este año por Thrive Capital, precisamente, uno de los inversores tradicionales de la propia OpenAI.
En cualquier caso, el memorando de OpenAI parece una señal de la presión que la start-up afronta por parte de sus competidores, quienes han reducido su ventaja en la carrera de la implantación de la IA.
En este escenario, a los responsables de la start-up les preocupa especialmente Alphabet, que lanzó una nueva versión de su modelo de IA Gemini el mes pasado, superando a OpenAI en las pruebas comparativas del sector e impulsando las acciones de la matriz de Google y YouTube hasta nuevos máximos históricos en Bolsa y llevando la capitalización bursátil hasta la cota de los cuatro billones de dólares.
En la presentación de las cuentas del tercer trimestre, hace apenas un mes, Alphabet afirmó que los usuarios activos mensuales de Gemini crecieron de 450 millones en julio a 650 millones en octubre. OpenAI también se enfrenta a la presión competidora de Anthropic, que se está volviendo popular entre los clientes empresariales.
La ola se novedades se ha vuelto contra OpenAI que, en septiembre pasado, tras cerrar históricas alianzas con Nvidia, Broadcom y AMD (con la opción de hacerse con un 10% del capital de esta compañía), parecía invencible. De hecho, durante el pasado verano, se consideraba que ChatGPT era una amenaza para el negocio de búsquedas de Alphabet. Ahora, directivos de relevancia del sector tecnológico como Marc Benioff, CEO de Salesforce, han destacado públicamente que el nuevo Gemini era mucho mejor que ChatGPT.
Los cambios llegan, igualmente, en un momento de incertidumbre para OpenAI, por la deuda y los compromisos financieros adquiridos con las inversiones en centros de datos para el despliegue de la IA, de la mano de compañías como Nvidia, Microsoft y Oracle, esta última muy castigada en Bolsa en las últimas semanas por las incógnitas sobre sus previsiones.
En el mercado se comenta que OpenAI podría perder hasta 74.000 millones de dólares hasta 2028 y consumir fondos por 115.000 millones hasta 2030 en el despliegue, especialmente, de infraestructuras de IA. Según HSBC, la start-up podría necesitar captar al menos 207.000 millones de dólares hasta 2030, si sigue perdiendo dinero.
OpenAI, que anunció en marzo una ronda de financiación de 40.000 millones de dólares, liderada por SoftBank, cerró este otoño una operación de venta de acciones de empleados y ex trabajadores a otros inversores, con una valoración de 500.000 millones que situaban a la start-up de Sam Altman como la más valorada del mundo, por delante de SpaceX, la empresa de servicios espaciales de Elon Musk, y ByteDance, la matriz de TikTok. La firma ha concluido el proceso de conversión en compañía con ánimo de lucro que allanará su posible salida a Bolsa, de la que se ha dicho que puede ser la mayor de la historia, además de facilitar posibles nuevas rondas de financiación.
Frente a esta incertidumbre, Alphabet tiene fondos casi ilimitados y datos financieros inigualables actualmente para la empresa de Sam Altman. La matriz de Google, que está en vías de sobrepasar los 400.000 millones de dólares en ingresos anuales, registró un beneficio neto en los nueve primeros meses del año de 97.715 millones, un 33% más. Al cierre de septiembre, contaba con casi 98.500 millones entre liquidez, equivalentes e inversiones en activos financieros.
Alphabet, además, se está posicionando en el segmento de los chips para IA, de la mano de grupos como Meta, y amenazando la posición de liderazgo de la propia Nvidia, socio clave de OpenAI.
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