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Estados Unidos exige relajar las reglas digitales europeas para ofrecer mejoras en los aranceles al acero de la UE

Washington cree que si se afloja la presión con la legislación que afecta a empresas como Google y Meta la inversión de las grandes tecnológicas en Europa puede llegar al billón de dólares

Manuel V. Gómez

Las máximas autoridades comerciales de Estados Unidos se han presentado este lunes en Bruselas con un mensaje muy claro: si la UE quiere solucionar el contencioso abierto a cuenta de los aranceles al acero y el aluminio, ahora en el 50%, tiene que relajar el impacto de sus leyes digitales. Estados Unidos considera que esas normas limitan la actividad de las grandes tecnológicas estadounidenses al imponerles requisitos en cuanto a reglas de competencia y de moderación de contenidos. “Nuestra sugerencia es que la UE considere detenidamente la posibilidad de analizar sus normas digitales e intente llegar a un equilibrio. Y si pueden llegar a ese enfoque equilibrado, entonces, junto con ellos, abordaremos las cuestiones del acero”, ha condicionado el secretario de Comercio de Estados Unidos, Howard Lutnick.

Junto al estadounidense, en el edificio del Consejo Europeo, estaba su homólogo europeo, el comisario Maros Sefcovic, diplomático de profesión, que en su respuesta a la prensa ha buscado la forma de no contrariar a su huésped: “Solo queríamos asegurar claramente al secretario [de Comercio] que nuestras leyes no son discriminatorias. No están dirigidas a las empresas estadounidenses. Pero sabemos que este es uno de los temas que Estados Unidos quiere debatir”. No obstante, ya sin la presencia de los representantes norteamericanos, las fuentes consultadas en Bruselas aclaran que no hay conexión entre los dos asuntos. Y así lo ha afirmado con contundencia posteriormente la vicepresidenta de la Comisión Teresa Ribera: “El reglamento digital europeo no está abierto a negociación. Los europeos hemos adoptado nuestras normas para asegurar mercados justos y proteger los derechos de los consumidores”, ha señalado la también comisaria de Competencia en unas declaraciones difundidas a los medios.

Lutnick no solo ha ofrecido negociar la asignatura pendiente de los aranceles en el sector siderúrgico, uno de los temas que quedaron fuera del acuerdo comercial de este verano que fijó un arancel general del 15% para las exportaciones europeas a Estados Unidos. También ha llegado a decir que él pensaba que, si las normas europeas sobre internet se relajaban, la inversión de las grandes tecnológicas estadounidenses en Europa podía llegar al billón de dólares.

Casi desde el primer momento en que Trump volvió a La Casa Blanca, Washington presiona a la UE para que relaje sus normas digitales, principalmente dos: el reglamento de servicios digitales (DSA, por sus siglas inglesas) y el de mercados digitales (DMA). Y este lunes lo han hecho, directamente, en los cuarteles generales de la Unión, donde Lutnick y el representante de Comercio, Jamieson Greer, se ha reunido con Sefcovic y los ministros de Comercio de la UE y antes con la vicepresidenta de la Comisión Europea responsable de la soberanía digital, Henna Virkkunen.

“Estados Unidos lleva muchos años mostrando una gran preocupación por el reglamento de mercados digitales y otras leyes similares de la UE. Muchas veces, los umbrales se fijan de tal manera que casi solo afectan a las empresas estadounidenses. La aplicación de la ley es bastante agresiva en ocasiones. Las multas pueden ser bastante elevadas”, ha reprochado Greer, entre la advertencia y la aclaración: “No digo esto para ser negativo, sino para explicar un poco la posición de Estados Unidos y el reto que vemos con respecto a estas leyes”.

A finales de julio, Washington y Bruselas llegaron a un acuerdo comercial profundamente desigual. Estados Unidos imponía unos aranceles genéricos del 15% sin dar nada a cambio, al contrario, obtenía la rebaja de tarifas aduaneras a varios productos agrícolas. Quedaba fuera de ese acuerdo el 50% del acero y el aluminio. Ahora ambas partes están en la implementación de ese acuerdo. Por ejemplo, la Comisión Europea ya ha lanzado los textos legales para reducir tasas de los productos agrícolas estadounidenses incluidos pero todavía no se ha aprobado por el Consejo y por el Parlamento.

“En el corto plazo, el mayor esfuerzo está en la implementación del acuerdo”, ha señalado el ministro español de Economía y Comercio, Carlos Cuerpo. Y por ese lado y por el lado de acero, todavía hay importantes elementos de incertidumbres. En esto último, sobre todo, se quiere centrar la UE: en la sobrecapacidad de producción instalada en todo el mundo, especialmente en China; en reducir ese 50% de arancel; y en que Washington no incluya productos derivados del acero entre los afectados por esa tasa tan alta.

Pero a cambio de esta demanda de Bruselas, la Administración Trump reclama que se afloje la presión sobre las grandes tecnológicas tanto en la regulación como en algunos casos concretos abiertos. La respuesta europea no es la negativa frontal en la declaración pública, pero sí el recordatorio habitual de que “la UE está abierta a discutir con los socios todas las preocupaciones, pero eso no cambia el hecho de que Europa tiene el derecho soberano de legislar”.

Además de la reunión con todos los ministros de la UE, Lutnick y Greer se han visto en un encuentro bilateral con Carlos Cuerpo. En esa cita, el español ha aprovechado para reclamar tanto la solución del problema en el mercado siderúrgico como la exención arancelaria para el aceite de oliva que se exporta a Estados Unidos. “Solo el 2% del aceite de oliva que se vende en el mercado estadounidense, se produce allí”, explica el ministro español para justificar su petición, defendiendo así que la eliminación de esa tasa repercutiría en una bajada de precios para los norteamericanos.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.
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