Tesla no levanta cabeza: caen sus ingresos y beneficios en el segundo trimestre
Los malos resultados suponen el segundo periodo consecutivo de caída para la compañía de Elon Musk, cuya incursión en política sigue pasando factura a sus negocios


Por si hacían falta más pruebas de que su incursión en política no fue la mejor idea que ha tenido Elon Musk, las últimas evidencias llegaron este miércoles cuando, al cierre de los mercados, se hicieron públicos los resultados de una de sus empresas, la compañía de coches eléctricos Tesla los ingresos cayeron un 12% y el beneficio neto se desplomó un 16% respecto al mismo periodo del año anterior, según datos de la propia compañía. Es el segundo trimestre consecutivo de caída para el fabricante de coches eléctricos. Se trata del segundo periodo consecutivo en caída para Tesla.
Los ingresos entre abril y junio ascendieron a 22.500 millones de dólares, por debajo de las previsiones de Wall Street. Los analistas atribuyen este traspié a una combinación de factores: la creciente competencia, una gama de productos que no termina de convencer y, sobre todo, una crisis de marca alimentada por la creciente exposición política de Musk. En las operaciones fuera de mercado, las acciones de Tesla cedían un 0,36%, tras un breve repunte del 1,8% que sugiere que las expectativas previas eran incluso más pesimistas.
Los compradores de sus coches no parecen aún listos para olvidar que Musk se alió hace ahora un año con el entonces candidato republicano, Donald Trump, a cuya campaña aportó una cantidad récord de más de 260 millones de dólares. Aquella aproximación fue la primera de una serie de decisiones políticas, que incluyeron su respaldo al partido ultraconservador antiinmigrante AfD de Alemania y, sobre todo, su decisión de ponerse el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) de la Administración Trump. Al volante de ese organismo de nuevo cuño, Musk promovió despidos masivos en la Administración federal, desmanteló regulaciones clave y fue artífice de la eliminación de organismos como la Agencia de Cooperación Internacional (USAID). Ese activismo político, lejos de reforzar su imagen, ha erosionado la reputación de sus marcas, especialmente Tesla.
La crisis de imagen se ha trasladado a las cifras. A principios de julio, la empresa ya había comunicado una caída interanual del 14% en las entregas: 384.122 unidades frente a los más de 410.000 vehículos fabricados. Entre los motivos de esa caída también se encuentra la impopularidad de su camioneta, esa Cybertruck de formas rectas cuyas ventas no han acabado de arrancar. Tampoco le está funcionando a Musk su empeño en concentrarse en el desarrollo de la tecnología de conducción autónoma y en lo robotaxis, en lugar de en el negocio de los coches eléctricos.
El primer trimestre ya había sido especialmente negativo. El beneficio del fabricante de vehículos eléctricos se desplomó un 71% en el primer trimestre. Aquellos resultados hicieron que el magnate de origen sudafricano anunciara el 22 de abril en una conferencia con analistas su intención de disminuir su presencia en la Casa Blanca, donde fue reclamado por el presidente de Estados Unidos para ponerse a los mandos de esa “motosierra del gasto público llamada DOGE. Su labor de adelgazar la Administración se demostró altamente impopular y desencadenó ataques vandálicos contra los coches eléctricos de Tesla, así como contra estaciones de carga y concesionarios de la marca.
“Seguiré dedicando uno o dos días a la semana a asuntos gubernamentales, o tanto como el presidente desee y mientras le sea útil”, dijo entonces. Las presiones de los inversores hicieron que poco a poco fuera desvinculándose de su labor al frente del DOGE. El adiós definitivo llegó a finales de mayo. Pronto quedó claro que Musk no se sacó de la cabeza la tentación del poder y su idea de influir en Washington. A los pocos días, empezaron las críticas a la reforma fiscal de Trump, su gran apuesta económica, por su potencial para disparar un déficit público ya de por sí desbocado.
El fin del romance
La oposición de Musk a esa ley fue la chispa que hizo saltar por los aires su idilio con Trump. El divorcio entre el presidente y su “primer amigo” fue tan ruidoso como público. La ruptura se escenificó en las redes sociales que cada uno controla: X (antes Twitter) y Truth Social. Y el enfrentamiento no tardó en escalar.
Después, la bronca registró nuevos y desagradables episodios. Entre ellos, el anuncio de Musk de que está dispuesto a fundar un tercer partido político, una alternativa a demócratas y republicanos. Si finalmente el hombre más rico del mundo cumple con esa promesa, podría ser una mala noticia para Trump en las próximas elecciones, previstas para el año que viene.
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